Rosana G. Alonso
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El Palacio de Velázquez acoge una antológica del artista italiano Luciano Fabro cuya producción artística está involucrada en lo que se conoce como Arte Povera

¿Pero acaso existió el arte povera? En el texto escrito por Margit Rowell, con motivo de la exposición que sobre Luciano Fabro (Turín 1936 – Milán 2007) acoge el Palacio de Velázquez de Madrid, se apunta a un crítico de arte, Germano Celant, como artífice de esta etiqueta. Corría el año 1967 y el joven crítico reunió a un grupo de artistas análogos en una exposición conjunta. Estos respondían a «un arte despojado de las imágenes y los objetos, de la retórica y el simbolismo que habían convertido el arte anterior en una ficción». Y supuestamente coincidían también en los recursos empleados para la elaboración de sus piezas. Su técnica artesanal y el uso de materiales ordinarios eran la seña de identidad, según Celant, de este conjunto de creadores, entre los que se encontraba Luciano Fabro. El propio Fabro aclaró más adelante que no estaba afiliado a este movimiento poniendo en duda incluso su existencia misma argumentando que la única relación, desde el significado de povera —entiéndase pobre— que les unía como tal, era metafísica. O abstracta, señala João Fernandes, comisario de la exposición que puede verse en el parque del Retiro. Lo único que tenían en común este grupo de artistas era la intención de hacer algo sin adornos y al desnudo  pero sirviéndose de la propia cultura, matizó el mismo Luciano Fabro según cuenta Rowell en el catálogo de la exposición.

Iconografía del sur

En este sentido también se explica el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja Villel, argumentando que la postura artística de Luciano obedece a un «posicionamiento desde el sur» que en su caso implicó un sentir italiano. Así, hizo de su obra un cometido de perpetuar una cultura, la italiana, desde un planteamiento identitario que entrañaba un compromiso directo con el espacio dado. João Fernandes, en relación a esta idea observa que las obras del artista italiano «se articulan con las características espaciales del espacio» como forma de implementar una metamorfosis poética que implica un cambio experiencial a través de los materiales utilizados y la interacción con la historia. Esta constatación es ya evidente en las obras de su primer período entre 1962 y 1965. De esta época es la estructura ortogonal sujeta a cuatro vértices en tensión, una rejilla de latón que se abre, que como explica el comisario, puede servir como metáfora de una prisión que se abre y, obviamente, libera.

El lenguaje de Fabro es conscientemente muy metafórico e iconográfico, por no decir conceptual ya que el artista renegaba de esta herencia estadounidense. De esta manera, en el extremo opuesto al minimalismo y el conceptualismo, Luciano situaba la experiencia mediterránea «determinada por el catolicismo, la sensualidad, el instinto y la emoción, por una cultura de la belleza, una identificación con la naturaleza y un vasto legado, todavía vivo, de cultura y arte».

Barroquismo povera

Esta identidad italiana, como puede advertirse en el Palacio de Velázquez, es evidente en sus piezas denominadas Italias  que realizó a partir de 1968 como forma de exploración del contorno cartográfico de la bota  nacional. Una forma de plasmar metafóricamente la situación cultural y política de Italia. También los Piedi, que comenzó a ejecutar por la misma época, responden, según João, a una síntesis de las ideas en el lenguaje fabriano, la del hábitat, el tiempo y el espacio. Y la de lo mitológico. Aquí, como observa el comisario puede intuirse una especie de animal mitológico, especialmente por los visibles pies —más bien grotescas pezuñas— que se aferran al suelo y que están cubiertas por unas cañas revestidas de unas fundas cilíndricas de seda. Estos Piedi   son, por otra parte, un tributo a la tradición en la artesanía italiana. Una tradición que es así mismo producto de referentes que toma suyos. Como la célebre noción del empirista británico Francis Bacon (1561-1626) que decía que prefería al homo faber —como el hombre que fabrica— frente al homo sapiens —entendido como el hombre que sabe—.

Y es en este punto, donde precisamente rompe con esa acepción, que decía Celant, de arte povera ejecutado con materiales ordinarios. La materia prima de Fabro puede ser, y de hecho lo es, artesanal, pero no por ello carece de exquisitez. O al menos, no tiene por qué carecer de ella. De hecho, no sólo vemos esta riqueza barroca en los Piedi. La suntuosidad, característica de muchas obras ejecutadas desde lo artesano, es sobre todo visible en Los Attaccapanni di Napoli  de 1976. Una especie de cortinas en tonalidades que emulan a los colores de una puesta de sol y que cuelgan de unos soportes de bronce anclados a la pared.

Los materiales que empleó Fabro no escatimaron en calidad ligándose así a una tradición italiana, algo que puede apreciarse en el Palacio de Velázquez que reúne alrededor de sesenta obras, entre esculturas e instalaciones,  realizadas en materiales como mármol, seda, cristal de Murano, espejos o bronce. Destacable Lo Spirato  (1972), escultura de mármol enigmática y de gran belleza formal que no se ha expuesto nunca fuera de Italia.  Pero, además de la utilización de estos materiales nobles, tampoco tuvo inconveniente en valerse de elementos naturales como la piedra. Una forma esta de identificarse con la naturaleza. O, por ejemplo, el algodón en las sábanas que cuelgan en Es la vida, es la historia, es la moral,  una manera de acercarse también a lo cotidiano en la creación de lo que denominó habitats, en contraposición a las instalaciones. Su modo de entender el espacio respondía más a una forma de acentuar la circulación del espacio y la luz. Una idea de herencia mediterránea que siempre fue su prioridad. La de transmitir el legado de Dante desde la modernidad.
 

Il giorno mi pesa sulla notte IV | StyleFeelFree

Il giorno mi pesa sulla notte IV  (El día me pesa sobre la noche IV), obra de Luciano Fabro | Foto: © Roux Feelfree para StyleFeelFree

Luciano Fabro | StyleFeelFree

É la vita, é la storia, é la morale  (Es la vida, es la historia, es la moral), obra de Luciano Fabro | Foto: © Roux Feelfree para StyleFeelFree

Italias | StyleFeelFree

Italias  de Luciano Fabro en el Palacio de Velázquez | Foto: © Roux Feelfree para StyleFeelFree

Luciano Fabro | StyleFeelFree

Vistas de la exposición de Luciano Fabro en el Palacio de Velázquez del Parque del Retiro | Foto: © Roux Feelfree para StyleFeelFree

Luciano Fabro | StyleFeelFree

Izq: Nadezda; Dcha: Attaccapanni, obras de Luciano Fabro en el Palacio de Velázquez | Foto: © Roux Feelfree para StyleFeelFree

Luciano Fabro | StyleFeelFree

Piedi  de L. Fabro en el Palacio de Velázquez | Foto: © Roux Feelfree para StyleFeelFree

Luciano Fabro | StyleFeelFree

Sísifo  de L. Fabro en el Palacio de Velázquez | Foto: © Roux Feelfree para StyleFeelFree

DATOS DE INTERÉS
Título: Luciano Fabro
Artista: Luciano Fabro
Comisariado: João Fernandes
Lugar: Palacio de Velázquez del Parque del Retiro de Madrid
Organización: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en colaboración con Silvia Fabro / Archivio Luciano e Carla Fabrocon y con la colaboración de Enagas y el Istituto Italiano di Cultura
Fechas: 27 de noviembre de 2014 – 12 de abril de 2015
Horario: De abril a septiembre: todos los días de 10:00 a 22:00 horas / De octubre a marzo: todos los días de 10:00 a 18:00 horas
Entrada: gratuita