Rosana G. Alonso

Comenzando por la película inaugural, ‘The Second Act’ de Quentin Dupieux, la primer crónica de Cannes 2024 nos deja muy buen sabor de boca con la argentina ‘Simón de la montaña’, de Federico Luis, y ‘Wild Diamond’ de Agathe Riedinger

Wild Diamond | crónica 1 de Cannes 2024 | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Wild Diamond | crónica 1 de Cannes 2024 | StyleFeelFree. SFF magazine

Pasados por agua, los dos primeros días en el Festival de Cannes no han dejado de ser sorprendentes si atendemos a lo meramente fílmico. Para empezar, como película inaugural The Second Act, de Quentin Dupieux, resultó ser bastante refrescante como acto de apertura. No obstante, los gags que planteaba no siempre acababan de funcionar. En esta ocasión, Dupuiex abordaba el absurdo forzando un poco las escenas y convirtiendo lo hilarante en un disparatado juego a veces forzado hasta el delirio. Por otra parte, el autor de Mandíbulas salía de una zona de confort en la que trataba generalmente las relaciones de pareja o la crisis de la soltería, para entrar en un terreno resbaladizo. En esta ocasión, pretendía un dispositivo que, a modo de espejo, buscaba reflexionar sobre el medio cinematográfico. El resultado final es un filme desajustado en las formas, en muchas ocasiones, aunque bastante accesible por su corta duración y sus estrategias fílmicas que juegan en la peligrosa línea entre el consciente (la vida) y la inconsciencia (el cine). ¿Dónde empieza la ficción y comienza la realidad? ¿Qué es real y mentira? Son cuestiones que plantea sin trazar ninguna teoría eficiente que cuestione.

Más acertadas a la hora de observar el presente y tratar de descontextualizarlo estaban dos de las películas más entusiastas de la segunda jornada. La primera de ellas fue la que abrió la competición de la Semana de la Crítica, la argentina Simón de la montaña de Federico Luis. Una cinta que se presenta como un acto de resistencia por la situación que está viviendo el cine argentino. Pero también es un ejercicio de sinceridad frente a los estereotipos asociados, en el inconsciente colectivo, a diversas comunidades. Una de ellas es la que engloban las personas con algún tipo de discapacidad, si bien reunirlas en una etiqueta siempre es peligroso. Precisamente, para combatir la etiqueta y los prejuicios que sostiene, Federico Luis busca ordenarla desde un componente que resulta muy lúdico. Luminosa, humana y generosa —dentro y fuera del espacio fílmico— tiene mucho de rupturista que enfatiza la ingenuidad y la frescura que hemos perdido al aceptar como válidos los roles que nos han impuesto.

La otra película que busca romper con los moldes asociados a cierta estratificación social es Wild Diamond de la francesa Agathe Riedinger. Es la ópera prima de la cineasta y se codea con pesos pesados de la industria con un proyecto que parte de una idea anterior vertida en J’attends Jupiter, un cortometraje ya protagonizado por Malou Khebizi. Aún así, a Riedinger no le ha temblado el pulso para dirigir una película que aparenta llevar intrínseca una contradicción, pero que rápidamente desmonta. El personaje protagonista, de indudable fuerza visual, es una joven que definiríamos como poligonera de nueva factura. Absolutamente sexualizada desde lo corporal, el reto aquí consistía en deconstruirla y abortar las expectativas que los espectadores pudieran presuponerle por someterse a una dictadura de la imagen que la convertía en una muñeca salvaje, siliconizada e hiauluronizada. La necesaria mirada de género que subsiste aquí desconceptualiza ideas peconcebidas en torno a la mujer. Aún así, consciente de la paradoja que acarrea el propio personaje conviene preguntarse si el envoltorio puede ser una trampa. No lo es. Riedinger parece tener muy claros sus objetivos y no sucumbe a una hipertrofia argumentativa que entronizaría el mito de la mujer araña.