Rosana G. Alonso
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Inspirada en hechos reales ‘Argentina, 1985’ recuerda el juicio a los militares responsables de los crímenes cometidos en Argentina durante la última dictadura militar

Argentina, 1985 | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Argentina, 1985 | StyleFeelFree. SFF magazine

Rendir tributo a la justicia cuando tiene afán de hacerse, de hacerse bien, de hacerse sin rendirse a las presiones. Dejar un poso de esperanza. Crear memoria. Bajo estas tres premisas la película Argentina, 1985, de Santiago Mitre, se sabe para el público. Para todos los públicos. Primero, porque no busca la escaramuza sino la historia bien trazada que, aunque con un desarrollo clásico, sienta como un traje a medida. Segundo, porque prácticamente todos los Estados tienen sus cicatrices y este relato es fácilmente extrapolable a otros rincones del mundo en el que se cometieron violaciones de los derechos humanos contra población civil. Por otra parte, nos identificamos fácilmente con las víctimas y nunca, en ningún caso, pensamos que en algún momento podamos ser los victimarios. Pero la historia se repite, siempre se repite siguiendo esquemas muy similares.

Con unos puntales fuertes que no llegan a abusar de sus fortalezas Argentina, 1985 se sirve de una narración juiciosa, con el ritmo adecuado, con la lógica de un cine que busca la honestidad y se ampara en la templanza. Para hacernos, nuevamente, reflexionar sobre la historia con personajes que se contemplan cercanos. No cabe duda de que sin la interpretación de Ricardo Darín la película no sería tan prominente porque imprime carácter y buen hacer en cada gesto. Estampa muchos matices a su personaje dotándole del humor necesario a un guion que se siente reconfortante. Y por eso, precisamente, los públicos conectan fácilmente con unos hechos que buscan atenuar la pérdida y el dolor. Una pérdida y un dolor nunca reemplazable pero que puede encontrar su alivio en un abrazo comunitario que mira a la justicia con otros ojos.

Inspirada en hechos reales el suspense no tiene lugar, la historia es conocida y aun así no deja de irradiar. El guion subraya aquello que queremos oír. Y convoca a los que han sufrido en sus carnes la injusticia. Hay ecos a muchas películas que han juzgado crímenes de lesa humanidad. Pero de todas ellas, una con la que más se asemeja porque da voz a las víctimas es Caso Murer: El carnicero de Vilnius de Christian Frosch. Si bien la de Frosch incurría más en el sensacionalismo ambas están sustentadas en el cine judicial que busca en sí mismo hacer justicia.
 

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