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Aunque sin poder evitar una mirada afectada ‘Lunana, un yak en la escuela’, de Pawo Choyning Dorji, intenta buscar el significado de la felicidad en Bután, un país al que se le considera el más feliz del mundo
La palabra lunana significa, literalmente, valle oscuro. Hasta la localidad del mismo nombre llegó el equipo de filmación de Lunana, un yak en la escuela, la ópera prima de Pawo Choyning Dorji, para rodar una película que explora el concepto de felicidad. Porque en realidad, ¿qué es la felicidad? Se ha referido muchas veces a Bután como el país más feliz del mundo. Muy posiblemente, porque sigue manteniendo tradiciones muy vivas asentadas en su profunda espiritualidad budista. Pero también es un territorio que se ha visto transformado, como muchos otros, por la agresiva digitalización. Esta ha tenido un fuerte efecto en el modo de vida de los butaneses. Así, entre otras señas de modernización, las prendas de ropa tradicionales han dejado paso a la moda occidental. Ante esta nueva postal más ruidosa —el tráfico ha aumentado también considerablemente—, ¿puede Bután presumir de no sufrir los malestares del mundo moderno?
Sobre la felicidad reflexiona Choyning Dorji en Lunana, una cinta que indaga en su significado tratando de analizar el Bután de hoy en día. Para ello, su protagonista tiene que pasar una difícil prueba que le permite al realizador poner frente a frente dos mundos. A saber, en un lado aquel que sigue perviviendo en las zonas más rurales a donde no ha llegado el estilo de vida occidental. Y en el otro, el mundo moderno caracterizado por el individualismo, el deseo y la ansiedad. En todo esto, se advierte una mirada afectada que no puede evitar cierta nostalgia hacia aquello que se está perdiendo. Lunana aspira a la pureza pensando que el público lo agradecerá. Y es fácil dejarse seducir por la ternura de unos personajes adorables y unos paisajes espectaculares. Sin embargo, la instantánea puede resultarle excesivamente maqueada a aquellos más escépticos que esperan una experiencia reveladora.
Como ocurre en algunas de las últimas películas de Zhang Yimou, no hay resquicio para indagar con honestidad en el género humano. Los personajes son predecibles y la evolución de la historia también. A pesar de ello, queda claro desde el principio que esta era la intención. Lunana va al encuentro de la felicidad lanzando un mensaje muy claro al espectador. Ser feliz no depende de lo que tengas sino de cómo gestiones tus recursos. También depende de la capacidad de empatía con el entorno. Con la capacidad de crear vínculos, de formar comunidad y de identificarse con otros, reconociéndolos como iguales. En esto el filme es rotundo. El viaje que traza el protagonista es un viaje hacia sí mismo. Pero su descubrimiento no deja de ser algo previsible. Tal vez perseguir la felicidad no sea algo tan fácil de llevar a cabo sin caer en un bucolismo desmedidamente prosaico.