Futuros abundantes, un avance hacia la felicidad 

El Centro de Creación Contemporánea de Andalucía ofrece en ‘Futuros abundantes’ un recorrido colectivo para reflexionar sobre la abundancia de posibilidades que tiene el mundo para avanzar

La exposición Futuros abundantes invita a concebir la construcción del mundo y sus futuros ecológicos desde las premisas de la abundancia y la plenitud. Queriendo trasladar estas ideas al público, el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, situado en Córdoba, abre sus puertas a una amplia selección de obras de más de 40 artistas. La muestra da a conocer las motivaciones artísticas, ecológicas y éticas que han marcado dos décadas de investigación, colaboración y experimentación. Por otro lado, el programa se completa con conferencias, performances, instalaciones e intervenciones públicas propuestas por profesionales de todo el mundo. De esta forma, se busca crear un nodo de debate y pensamiento constante en torno a la multiplicidad de mundos en los que cohabitan humanos y no humanos.

Los encargados de abordar estos propósitos han sido la Fundación Thyssen-Bornemisza Contemporary (TBA21) y el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A). Lo han llevado a cabo mediante una muestra que abarca un espacio de 3000 m2 y marca el vigésimo aniversario de la Fundación TBA21. Por este motivo, esperan generar lecturas y reflexiones profundas gracias al trabajo de los que desempeñan un papel central en la exposición. Según la comisaria de este proyecto, Daniela Zyman, la intención es explorar prácticas regenerativas, curativas y comunitarias por medio de diferentes escalas. Así, reúne una selección de obras en las que están representadas distintas generaciones de artistas como Ai Weiwei, Claudia Comte, Olafur Eliasson, Asunción Molinos Gordo, Camille Henrot, Sarah Lucas, Ana Mendieta, Beatriz Milhazes, Ernesto Neto, Teresa Solar o Rirkrit Tiravanija.

Visiones que transforman sociedades

La amplia selección de obras de la exposición Futuros abundantes crea un diálogo entre una gran cantidad de visiones y propuestas artísticas. Un pensamiento que Patricia del Pozo, consejera de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía, respalda cuando explica que es “fundamental que el arte desarrolle su papel transformador de sociedades”. Una idea en la que se hace especial hincapié porque el marco conceptual de la escasez ha propiciado regímenes políticos y económicos de gobierno que afectan más a unos cuerpos que a otros. Y como consecuencia, se han agravado las desigualdades sociales perpetuadas en las historias de la racialización y la conformación nacional. Por lo tanto, en lugar de acallar, se invita al público a pensar en la abundancia de posibilidades a través de paradigmas ecológicos.

Olafur Eliasson es uno de los artistas que reflexiona sobre estos futuros abundantes. En su caso, lo hace a través de varias piezas entre las que destaca su serie de fotografías The glaciar melt. La misma captura docenas de glaciares en Islandia como parte de un proyecto en curso para documentar los paisajes helados que se están derritiendo. También se incorpora una gran instalación de Eliasson en el jardín titulada Reversed Waterfall, un guiño del artista a la maestría hidráulica de los cursos de agua de la Alhambra. En el caso de Camille Henrot, su obra I Say hace especular a los visitantes acerca de los objetos subsumidos por entidades amorfas pero humanas. La artista plantea la reflexión por medio de una escultura de bronce y aluminio fundido que se asemeja a un abrazo sensual rodeando a un saco de boxeo.

Promover la abundancia

Daniela Zyman se ha centrado, para este proyecto, en la abundancia como una cuestión de pensamiento ontológico, ético y ecológico. Ella misma explica que es ahora cuando el mundo comienza a comprender el valor del arte, la cultura y la educación. Este cambio se puede observar a la hora de evolucionar y reformular las prácticas y gramáticas ecológicas que conforman nuestro futuro. Por eso mismo, la idea de experimentar esa abundancia de posibilidades es algo que debe ser cultivado y promovido socialmente. Al mismo tiempo, es una forma de rebeldía frente a las siempre limitadas y limitantes promesas de prosperidad y riqueza que son materialistas y extractivas. En este sentido, es necesario imaginar y organizar el mundo de forma diferente. Cultivar nuevos horizontes para las políticas y para la forma en la que nos relacionarnos es la forma de lograr ese objetivo.

Esta transformación implica reorganizar el trabajo de manera justa y redistribuir los recursos disponibles. Además, se pretende renunciar a lo que sea necesario con tal de promover más vida y decrecer la productividad y generación de residuos por el bien común. Es entonces cuando se deben interrumpir los ciclos de ruina y destrucción que caracterizan el progreso y la injusticia. Para hallar ese remedio, habrá que prestar atención, escuchar y documentar las voces de los que protestan construyendo así un mundo no-solo-humano. La clave consiste en centrar la atención en lo que se puede decir, expresar, hablar, hacer o imaginar ya que coproduce nuevas posibilidades. Como consecuencia, al aceptar estas múltiples formas de estar en el mundo, se pueden experimentar y promover nuevos futuros abundantes.
 

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