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‘Preparativos para estar juntos un periodo de tiempo desconocido‘, de la directora Lili Horvát, plantea un juego enigmático entre los amantes y el espectador
¿Cómo sería dejarlo todo por amor? ¿Y si no sabes si es correspondido? La directora y guionista húngara Lili Horvát, plantea en su segundo largometraje, Preparativos para estar juntos un periodo de tiempo desconocido, estas cuestiones. Márta, su protagonista, decide volver a Hungría tras conocer, en un congreso médico, al hombre de su vida, Llanos. Pero, una vez en Budapest, el neurocirujano afirma no conocerla. Ante la negativa de este, Márta se queda estupefacta. Sin hogar y sin trabajo, reconstruye su existencia alrededor de la figura del médico para averiguar que es lo que está ocurriendo. Así, la trama alterna el misterio y el drama mediante un suspense psicológico, en el que realidad e imaginación se confunden. La decadente atmósfera que crea la cineasta entorno a Budapest apoya el tono, cuyo carácter recalca la actual devaluación del romanticismo.
EL duelo silencioso y dilatado entre los amantes rememora las relaciones tóxicas de filmes del estilo de Cold War. Pues su vínculo viene a ser una guerra autotorturadora, en la que la cobardía de los personajes los lleva a realizar acciones inconcebibles. Son el resultado de un enamoramiento estirado en el tiempo, el cual conduce a una eterna desilusión. Por medio de la hipérbole de las relaciones de pareja, en concreto de las primeras etapas, Lili Horvát replantea el aprisionador amor romántico. Crucifica su comportamiento en el plano real, en donde el espectador se mueve, a la vez que reconoce el reclamo del mismo. Lo trata cual sentimiento embotellado y catalogado, listo para ser capitalizado. Aunque, al “distribuirlo” por una ciudad con las características de Budapest, resalta su crepuscular naturaleza.
Los elementos extradiegéticos y los propios del relato, remiten al género noir. Destaca la interpretación de Natasa Stork, quien traslada la elegancia y el enigma de Madeleinne Elster, personaje principal de Vértigo, al siglo XXI. Pese a carecer de carisma, su tristeza crónica, falta de motivos claros, despierta empatía. Es aquella atractiva femme fatale, cuya oscuridad, demanda toda la atención. Sin embargo, el halo fantástico que suele rodear de forma irreal a las mujeres del cine negro se deshace con lentitud. La deconstrucción del arquetipo femenino trae de la mano roles interesantes y originales, también en relación a su coprotagonista. Por consiguiente, Victor Bodó, toma el papel de interés romántico, un cometido que rara vez es atribuido a un varón en este tipo de largometrajes.
La propuesta de Lili Horvát es, en ciertos aspectos, innovadora, sobre todo en el planteamiento de ciertos géneros cinematográficos. No obstante, es innegable la influencia de Kieslowski, tanto en su melancólico ritmo, como en su estilismo y su estructura narrativa. De hecho, podría ser perfectamente una reinterpretación de La doble vida de Verónica. Por ello, al no integrar la resolución orgánicamente en la cadencia marcada recientemente por estas pautas, el desenlace resulta forzado. Con todo esto, la pieza no decepciona, y menos para los admiradores de su clara predecesora. Por otro lado, al decantarse por una estética nostálgica, las propiedades limitadas del celuloide no restan, todo lo contrario, refuerzan ciertas metáforas visuales. De este modo, el uso del formato no es gratuito, sino que forma parte de la experiencia planteada por la directora. Como consecuencia, concibe una obra rica en referencias con un giro discreto, pero necesario, dentro de la temática.