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Aunque no sea un recurso tan jazzístico quizás a Pawel Pawlikowski le sentaría bien volver al color, ‘Cold War’ es una película con grandes escenas pero no tan límpida como ‘Ida’
El trasfondo, que no el tema central de Cold War, la última película de Pawel Pawlikowski, empieza a resultar familiar en un presente que abusa de la demagogia que favorece los nacionalismos. Este escenario sirve de decorado para una historia romántica que recupera los monocromos de Ida, el anterior trabajo de Pawlikowksi. Una decisión fotográfica que se utiliza aquí para evitar los juicios de valor. Los hechos, historiográficamente conocidos, no necesitan una explicación, en todo caso, una expiación. ¿Qué queda del acontecimiento mancillado? ¿De los reveses políticos que incluso quieren cargarse las lícitas decisiones individuales? La pureza de los vínculos emocionales reales que se alejan de los intereses del momento y nos conectan con lo mejor de nosotros mismos. Esa podría ser a grandes rasgos una síntesis de Cold War.
La decisión de volver a prescindir del color parece oportuna para enmarcar el tema central de la película
Pero sobre todo, la decisión de volver a prescindir del color deriva oportuna para enmarcar, en un canon clásico, el tema central de la película, una difícil historia de amor en una época extraña, con la división Oriente-Occidente, que sin embargo narrativamente se aleja vertiginosamente de los romances de la época dorada del cine estadounidense, a pesar de que su personaje femenino principal tiene cierto aire de femme fatal, muy propio del cine del siglo XX, al menos, hasta los años setenta. La narración de Cold War está supeditada a las elipsis y esto marca la representación fílmica. Aunque la primera escena, muy acertada, elige los modos del documental que rastrean aquí en la música popular, pronto Pawlikowski sitúa el relato dominante desvinculándose de elementos accesorios que lo hubiesen encumbrado. Desde el momento en el que la pareja principal aparece en pantalla y entendemos que es determinante en la trama, todo está decidido. No obstante, un proyecto tan ambicioso en un eje espacio-temporal tan amplio, desaprovecha las posibilidades de mecanismos adyacentes.
Cold War es una película con grandes escenas para el deleite, sobre todo para los que perciban el mundo desde un posicionamiento masculino
Cold War seduce en los modos del romance, revive la aspiración de los grandes filmes clásicos pero al final se queda en un medio camino entre lo contemporáneo y un ideal basado en la tradición cinematográfica que no acaba de cuajar del todo. Pawel Pawlikowski parece estar empeñado en seguir los caminos de Ida, pero si aquella era un relato límpido, su nueva creación se vuelve turbia según avanza. Pese a ello es una película con grandes escenas para la complacencia, sobre todo para los que perciban el mundo desde un posicionamiento masculino que se deleita en la voluptuosidad, usando medidas narrativas que personalmente no me entusiasman demasiado. Aunque la primera escena me resultó grandiosa, con ese grado de realismo al que le iba de maravilla los medios tonos, acabé el visionado pensando que quizás a Pawlikowski le sentaría bien cambiar el prisma y recuperar el color, aunque no sea un recurso tan jazzístico. Aún así el realizador polaco se mantiene en primera línea y hará las delicias de los que añoran el cine clásico.
Tráiler de Cold War | StyleFeelFree Youtube
En el contexto de la Guerra Fría Wiktor y Zula se conocen en Polonia durante un casting para crear una compañía folklórica. Wiktor es un pianista de talento, con una gran formación, y es uno de los encargados de formar el pequeño grupo de artistas locales. Por su parte, Zula acude al casting con la esperanza de salir de la pobreza. Pertenece a las clases más desfavorecidas y se rumorea que ha asesinado a su padre que abusaba de ella. Juntos vivirán una época tan convulsa como su propia relación, llena de altibajos pero con la intensidad del primer encuentro.
Título original: Zimna wojna
Duración: 89 minutos
Dirección: Pawel Pawlikowski
Guion: Pawel Pawlikowski con la colaboración de Piotr Borkowski
Fotografía: Lukasz Zal
Diseño de producción: Katarzyna Sobańska y Marcel Sławiński
Vestuario: Aleksandra Staszko
Montaje: Jarosław Kamiński PSM
Reparto: Joanna Kulig, Tomasz Kot, Borys Szyc, Agata
Kulesza, Cédric Kahn, Jeanne Balibar, Adam Woronowicz, Adam Ferency, Slavko Sobin, Aloïse Sauvage, Adam Szyszkowski
Distribuidora en España: Caramel Films
Fecha de estreno en España: 05 de octubre de 2018
Festivales:
Toronto International Film Festival (2018)
Nominaciones:
Premios Oscar (2019): Nominada a Mejor Dirección, Mejor Fotografía (Lukasz Zal) y Mejor Película de Habla Extranjera
Premios del Cine Europeo (2018): Nominada a Mejor Actor (Tomasz Kot)
Polish Film Festival (2018): Nominada al León de Oro de Mejor Película
Festival de Cine de San Sebastián (2018): Nominada al Premio FIPRESCI
Festival de Cine de Cannes (2018): Nominada a la Palma de Oro
Premios:
Premios Goya (2019): Premio a Mejor Película Europea
Premios del Cine Europeo (2018): Premio a Mejor Película Europea, Mejor Director, Mejor Guion (Pawel Pawlikowski y Janusz Glowacki), Mejor Actriz (Joanna Kulig), Mejor Editor (Jaroslaw Kamiński)
Festival de Cine de Cannes (2018): Premio a Mejor Director