Marta Pascual
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La feminidad queer escapa con naturalidad de los prejuicios en ‘Ma Belle, My Beauty’, la satisfactoria y refrescante ópera prima de Marion Hill

Ma Belle, My Beauty | StyleFeelFree
Imagen de la película Ma Belle, My Beauty | StyleFeelFree

La cineasta novel Marion Hill cuenta en Ma Belle, My Beauty la historia de Bertie y Fred, un matrimonio de músicos de Nueva Orleans. Al decidir trasladarse a la veraniega casa de los padres de él en la Provenza, ella cae en depresión en el proceso de adaptación. Por consiguiente, la voz de la cantante sufre un bloqueo artístico y, para remediarlo, su marido decide llamar a la expareja de ambos, Lane. La floreciente tensión entre las antiguas amantes construye un drama amoroso propio de esta década que recuerda a Call me by your name. Comparten características como la intimidad y la organicidad, a la vez que el carácter acelerado, aunque apaciguador, del verano. La urgencia del aquí y ahora de la estación irradia sinceridad sin ornamentos, situando al público en una realidad específica e irrepetible. Supone uno de los principales reclamos del largometraje junto a su temática.

El poliamor es un concepto que, aun estando en boca de todos, es todavía desconocido. A pesar de que se relaciona con la experimentación de los primeros años de juventud, la creadora lo plantea con un enfoque naturalista y maduro. Enlaza la naturaleza de este tipo de relación con la imprudencia sentimental de sus protagonistas, cuya inocencia les causa un dolor reiterativo. Así, esta sensación evoca los amores del estío, pero bajo el decadente prisma de una treintena congelada en el tiempo. De esta forma, la ingenuidad del trio abre heridas que nunca dejaron de sangrar, pese a ser los personajes conscientes del sufrimiento que les provoca. Como resultado, se exhibe una perspectiva más compleja de este tipo de vínculo, alejándola totalmente de la hipersexualización que se le asocia.

En su ópera prima, Marion Hill se expresa mediante los matices de la sensualidad femenina de manera realista. El varón queda relegado a un segundo lugar, creando un espacio para las mujeres queer casi inexistente en la historia del cine. A través de la cámara, dota a la obra de una atmósfera cómoda para las espectadoras LGTBQ+, al cubrir sus intereses con honestidad. Asimismo, su idílica ambientación también invita al bienestar. La estética combina recursos del cine europeo más indie y del videoclip folk español actual para incitarnos a habitar en un nostálgico paraíso bohemio. Todo ello logra crear una pieza humilde en la que vivir en armonía, gracias a un espacio donde no tienen cabida los mensajes de odio.