Pedro Navarro
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Entre el drama histórico y el melodrama familia, ‘The Good Traitor’, de Christina Rosendahl, recupera la figura del embajador Kauffmann, que luchó desde Estados Unidos por la libertad de Dinamarca en la II Guerra Mundial

The Good Traitor | StyleFeelFree
Imagen de la película The Good Traitor | StyleFeelFree

Año 1939. En una fiesta en la embajada de Dinamarca en Washington, dos daneses discuten sobre cómo actuar ante la posible ocupación alemana de su país. Cuando uno defiende la inacción, el otro, airado, le lanza el contenido de su copa. Es una escena de The Good Traitor, el último largometraje de Christina Rosendahl. Una cinta que se mueve entre los cócteles y recepciones oficiales y las comidas familiares y escenas de dormitorio. Entre los entresijos de la diplomacia internacional y los de un matrimonio que hace aguas. Basada en hechos reales, la película se centra en la figura de Henrik Kauffmann, embajador danés en Estados Unidos durante la II Guerra Mundial.

Al poco de que comenzase la contienda, cuando Hitler ya había conquistado media Europa, las tropas alemanas entran en Dinamarca. Gobierno y monarquía acceden a colaborar con los nazis. Sin embargo, al otro lado del Atlántico, el embajador Kauffmann se niega a actuar en consonancia y decide dejar de seguir sus órdenes. En su lugar, empieza a articular una resistencia internacional con la que restaurar la libertad en su país. Para ello, deberá tirar de contactos, pero no de los suyos, sino de los de su mujer. Y es que su esposa es íntima conocida del presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt.

De la familia de ésta también surge uno de los principales conflictos de la cinta. Años atrás, el embajador había estado enamorado de la hermana de su esposa, con la que se han reencontrado en América. Parece ser que donde hubo fuego, cenizas quedan. Y estas cenizas no pasan desapercibidas para la señora Kauffmann. Así, el drama histórico, con el conflicto bélico como telón de fondo, pasa a ser un melodrama matrimonial. Si bien es cierto que a lo largo de la cinta Rosendahl logra articular y comunicar las dos tramas, la familiar se queda corta frente al potencial de la política. Eso sí, en ambos casos, la inquieta cámara en mano consigue capturar la tensión.

Por otro lado, The Good Traitor es una película relativamente pequeña para ser de época. Hay pocas localizaciones y escasos personajes. En este sentido, la realizadora danesa consigue emplazar históricamente la narración mediante un juego de confrontaciones entre imagen y sonido. Lo hace colocando sobre planos de aparente paz y tranquilidad retransmisiones radiofónicas de archivo. Un recurso de lo más interesante, pero que a base de repeticiones termina por volverse cansino. En la cinta se dice que “la diplomacia es un 50% información y un 50% riesgo” y parece ser algo que se aplicó la propia Rosendahl. Cuanto menos, se agradece que haya tomado estas decisiones arriesgadas.
 

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