Etel Adnan. Poesía, a pesar del horror 

La obra pictórica y textual de la polifacética artista y poeta Etel Adnan llega a las salas del Museo Pera de Estambul

Como hija de una griega esmirnea y de un oficial otomano de Damasco, Etel Adnan (Beirut, 1925) profundiza en sus raíces en todos sus trabajos. Con la mirada puesta en la migración, el exilio, el asilo y el recuerdo de un Beirut desaparecido, cada obra se abre a diferentes interpretaciones. Etel Adnan: Imposible Homecoming, la retrospectiva que ahora alberga el Museo Pera de Estambul, reúne sesenta años de trayectoria de la artista. La exposición está planteada desde un enfoque global. Tal y como subraya la co-comisaria Simone Fattal, no es posible entender a Adnan a través de tan solo uno de sus múltiples aspectos. «Etel Adnan es poeta, escritora, diseñadora de tapices y pintora, y ninguna de estas facetas es suficiente para hacer justicia a su versatilidad”, afirma. La muestra incluye óleos, dibujos, grabados, cerámicas, alfombras, leporellos y una película propia, además de entrevistas en distintos momentos de su vida.

“Los ensayos de Etel podrían parecer mera prosa, pero son auténtica poesía, la cual siempre ha formado parte de sus cuadros”, declara el co-comisario Sehran Ada. Casi todos los poemas de Adnan tratan de elementos que son propios de la tierra pero que la humanidad parece ignorar a conciencia. El cielo, la niebla, las estaciones del año… todos aparecen de repente, cuando más los hemos olvidado, y proceden a recordarnos su existencia misma. En cuanto al leporello, fue lo que le impulsó a emprender una aventura artística con la que rendir homenaje a los poetas árabes. Tras haber recorrido el globo con sus bienales y exhibiciones, Adnan se presenta ahora en Estambul con esta muestra de su obra.

En busca de un hogar

Durante su educación formal en una escuela religiosa francesa para niñas, un temprano interés por la literatura y la poesía despertó en Etel Adnan. Más tarde, terminó recibiendo una beca que la llevó a trasladarse a París, donde estudió Filosofía. De Francia emigró a Estados Unidos y continuó su formación universitaria, para posteriormente regresar a Beirut en 1972. “Un exilio de un exilio”, según comentó. La guerra civil libanesa aún no había terminado cuando ella dejó Beirut y se trasladó a California en un éxodo voluntario. Años después, escribió: “¿Qué es el exilio sino la pérdida violenta e involuntaria de todos los símbolos vivos de la propia identidad?”. Entre tanto ir y venir, forzada o no a ello, Adnan había quedado desarraigada, sin un lugar del que realmente sentirse parte.

Adnan creció escuchando a su madre y su padre hablar en turco, la lengua de un lugar al que ninguno de los dos volvería jamás. Aún así, aquel idioma pervivió en la familia envuelto de un sentimiento de nostalgia, llegando a ser la más valiosa posesión de la artista. Todo lo demás —cartas, fotografías y demás objetos personales— se perdió durante la guerra. De hecho, para ella, la nostalgia también era una especie de lengua, al igual que más tarde lo terminaría siendo la escritura. Del mismo modo que el mar o la montaña juegan un papel clave en su vida y en su arte, también lo hacen las personas. En sus escritos, Adnan menciona a todo el que ha pasado por su vida, llamándoles por su nombre y relatando detalladamente cómo se conocieron.

La guerra nunca abandonó la vida de Adnan, incluso en los momentos en que trató de huir de ella mediante el éxodo. Las décadas durante las que la artista recorrió el mundo, incluyendo el primer cuarto del presente siglo, engloban una oscura época de interminables conflictos bélicos. A pesar de ir moldeándose con el paso del tiempo, el profundo trauma perdura y marca la conciencia de quien ha vivido algo así. Una pesadilla ineludible, cada vez más cruel y destructiva, que sin duda ha contribuido a moldear su creatividad.
 

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