Pedro Navarro
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Johnny Depp vuelve a encarnar a un periodista alcohólico en el biopic ‘El fotógrafo de Minamata’ del realizador Andrew Levitas

El fotógrafo de Minamata | StyleFeelFree
Imagen de la película El fotógrafo de Minamata | StyleFeelFree

Año 1971. Algunos periódicos estadounidenses comienzan a hacerse eco de las dolencias sufridas por los habitantes de una pequeña localidad japonesa debido a la contaminación por mercurio de sus aguas. Ataxia, alteraciones sensoriales, deterioro de la capacidad visual y auditiva o debilidad física son algunos de los síntomas de la enfermedad de Minamata. Este síndrome neurológico, que lleva el nombre de la ciudad en la que más casos se registraron, podía, en el peor de los casos, provocar parálisis corporal e incluso la muerte. La cobertura mediática de este asunto termina atrayendo la atención internacional gracias al reportaje gráfico del fotoperiodista Eugene Smith. De esta realidad histórica es de donde parte el segundo largometraje de Andrew Levitas: El fotógrafo de Minamata. Una película con un relato social importante y necesario que incluye un mensaje medioambiental.

La cinta arranca cuando la revista Life envía al reportero a Japón para documentar la lucha entre los habitantes de Minamata y Chisso, la empresa culpable de los vertidos de mercurio. El problema está en que Smith ya no es lo que era. El fotógrafo, aclamado tras la Segunda Guerra Mundial por su cobertura del conflicto en el frente pacífico, es ahora un cincuentón en crisis que pasa sus días a base de whisky y anfetaminas. De darle vida se encarga Johnny Depp, que vuelve a ponerse en la piel de un periodista alcohólico. Un personaje que recuerda, inevitablemente, a su papel en la película Los diarios del ron. La interpretación de Depp es correcta, pero no sobresale especialmente. Aunque el actor consigue, seguramente por tratarse de un biopic, deshacerse de algunos de sus manierismos, no brilla lo suficiente como para que este trabajo reflote su carrera.

Lo más interesantes de El fotógrafo de Minamata es, sin duda, la realidad detrás de la historia principal: una comunidad unida contra las injusticias. “El pez grande siempre se come al pequeño”, que dicen en la cinta. En este sentido, aunque Levitas incluye algunos elementos para dinamizar la acción que terminan siendo repetitivos y entorpecen el desarrollo narrativo, la película presenta historias cautivadoras. Atrae particularmente la de un chaval afectado por la enfermedad que se olvida de su dolencia mediante la fotografía. O la de un hombre que consigue que le dejen de temblar las manos cuando filma. Así, a pesar de que muchas de estas subtramas quedan inconclusas, la cinta destaca por el diseño de estos personajes secundarios. Hay un interés por darles profundidad, como en el caso del antagonista, que más allá de ser un frío empresario capitalista, también presenta una dimensión humana.
 

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