Rosana G. Alonso
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Aunque el esfuerzo por alcanzar tanta meticulosidad tratando de abarcar una biografía tan compleja, se resienta un poco, la Madame Curie de Marjane Satrapi es una ocasión de sentir en la propia piel los centelleos del París de la Belle Epoque

Madame Curie | StyleFeelFree

Imagen de Madame Curie | StyleFeelFree

A principios de siglo, cuando los Curie ganaron el Premio Nobel de Física todas las miradas recayeron en Pierre. La sociedad no estaba acostumbrada a valorar a las mujeres más allá del ámbito familiar. En la película que dirigió Marie Noëlle sobre Marie Curie, anterior a la que ahora nos propone ahora Marjane Satrapi, la científica se mostró en la pantalla como una mujer luminosa a quien la vida le regaló instantes de plenitud. La lucha feroz por alcanzar una posición destacada en la sociedad, la vemos ahora de la mano de Satrapi, que lejos de centrarse únicamente en el personaje, nos deleita con un escenario majestuoso del París de la Belle Epoque, protagonizado por Loïe Fuller, como icono de modernidad.

Es posible, no obstante, que el esfuerzo por alcanzar tanta meticulosidad tratando de abarcar una biografía tan compleja, se resienta un poco. Con una estructura narrativa clásica esta Madame Curie busca centrar al personaje dando una lección de historia al espectador. Se agradece en parte. No solo vemos la lucha de una mujer por resistir a su época, avanzar en la igualdad y ser reconocida por méritos propios en un campo científico custodiado por los hombres. También tenemos ocasión de sentir en la propia piel los centelleos de una época asombrosa, llena de magia y oscurantismo. Pero por otra parte, con tanta información, la actriz que protagoniza la historia, Rosamund Pike, busca resaltar empañada de un exceso necesario para ocupar el centro del relato.

Desde hace unos años estamos acostumbrados a ver en pantalla a mujeres cuya lucha ha sido notable para alcanzar que se reconociesen sus méritos. Lo vimos, sin ir más lejos, en las películas dedicadas a las escritoras Colette o Mary Shelley. Pero en todas ellas prevaleció una caracterización que se siente maqueada por una luz cinematográfica que busca situarlas, únicamente, como heroínas. Ciertamente lo son, pero en esta Madame Curie me hubiese gustado encontrarme con una mujer más carnal y terrenal. Y tan misteriosa como se percibe en las fotografías que se conservan de ella. Con esa biografía tan rica que nos ha dejado, quizás hubiese sido más atractivo no querer dar una clase de historia y centrar al personaje en un aspecto clave de su vida, que nos la devolviera con una humanidad que se pierde. Independientemente de esto, destaca muy notablemente el vestuario y el diseño de producción.
 

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