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Haifaa Al Mansour recurre en ‘La candidata perfecta’ a un personaje central que pretende ser un ejemplo a seguir en el largo camino hacia la igualdad en Oriente Medio
La bicicleta verde (2012), ópera prima de Haiffa Al-Mansour que ahora estrena La candidata perfecta supuso un hito en la historia del cine saudí. Con ella Al-Mansour se convertía en la primera mujer en dirigir una película. Ya de por sí esto era toda una hazaña. No obstante, de poco hubiese servido sino fuera porque con esta cinta, reconocida en numerosos festivales internacionales, emergió un cine que alzaba la voz soterrada de las mujeres en el mundo árabe. Una voz que rastreaba en las deficiencias sociales, para servir de ejemplo a una sociedad a la que le quedaba un largo camino de luchas feministas por emprender.
Si bien Haiffa Al-Mansour siguió impulsando papeles que contribuyeron a empoderar a la mujer, su incursión estadounidense, al perder su territorialidad, perdió también su fuerza narrativa. Tanto con Mary Shelley como con Desmelenada se advertía un esteticismo discursivo que parecía obedecer a razones puramente comerciales, en un escenario propicio para enaltecer a los personajes femeninos, aunque fuese de forma artificial, tras el estallido de los nuevos feminismos. Ahora, volviendo nuevamente a Arabia Saudí, la cineasta se sitúa en un lugar que puede dotar más fácilmente de significados y significantes, reconociendo la urgencia de componer retratos que sirvan de ejemplo a seguir para la mujer de hoy en Arabia Saudí.
Con La candidata perfecta Haifaa Al Mansour hace una instantánea que representa a un ideal que, sin embargo, acaba frustrándose. Para ello recurre a un personaje central que pretende ser un ejemplo a seguir en el largo camino hacia la igualdad en Oriente Medio. Mila Al Zahrani interpreta aquí a la doctora Maryam, una médica que trabaja en un hospital con claras irregularidades, y que decide embarcarse en una batalla electoral para que sus demandas sean escuchadas. Un argumento que se desenvuelve de forma muy diáfana para llegar a diversos públicos que fácilmente empatizarán con una protagonista que, guardando las distancias, tiene algunas similitudes con el que interpretó Catherine Deneuve en Potiche, mujeres al poder de François Ozon, ambientada en los años setenta. Al menos, porque ambos filmes sirven de adalid para exponer, de forma muy elemental, el trasfondo de las revueltas feministas.
Con toda la buena voluntad, hay que considerar también que Al Mansour en La candidata perfecta es políticamente correcta en la construcción de su héroe femenina. Maryam busca superar unos condicionantes sociales muy limitadores, pero, por otra parte, su imaginario está estancado, supeditado a esas mismas limitaciones. Ha aprovechado las pocas libertades que se le han concedido a la mujer —es por ejemplo casi inaudito verla al volante de un coche, en un país que ha levantado la prohibición de que las mujeres puedan conducir hace poco más de un año—, pero su cimentación se frena en un desenlace que a pesar de que no incurre en el error de otorgarle una heroicidad desmedida y afectada, tampoco le abre ninguna puerta para que pueda seguir trazando caminos, reinventando escenarios, propiciando un cambio verdadero y duradero en el tiempo.