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La Fundación Mapfre en su sede de Paseo de Recoletos abre un nuevo espacio permanente dedicado a Joan Miró. El Espacio Miró permitirá nuevas vías de investigación a la obra de un artista que en Mapfre se descubre insólito
Parte de la obra de Joan Miró era hasta ahora inaccesible al público a pesar de que entre la colección que permanece en el Museo Reina Sofía y la que aguardan las Fundaciones de Barcelona y Palma de Mallorca, pudiese parecer que el artista catalán, uno de los más importantes del siglo XX, tenía un peso importante en el Estado español en obra inmediata que se pudiese contemplar como ocurre con la de otros grandes artistas. Por extraño que pueda resultar no era así. Algo chocante, teniendo en cuenta la envergadura de su trabajo artístico y lo relevante de poder descubrir y estudiar la trayectoria, sin cortapisas, de una de las figuras más importantes del arte español. Pero los dificultosos entresijos del arte y sus políticas, no siempre desbloquean la historia y permiten escuchar sus latidos desde lo creativo. Sin embargo, con respecto a Miró, ahora parece posible. Hay una voluntad manifiesta de abrir nuevas vías de investigación a la obra del artista con un importante depósito que cinco coleccionistas privados han depositado a la Fundación Mapfre por cinco años renovables de forma automática. Esto abre además nuevas posibilidades de negociación a la propia colección Mapfre, que ahora contará con un espacio permanentemente abierto “independientemente de las exposiciones temporales que pudiera haber o no en ese momento” señala Pablo Jiménez Burillo, director de Cultura de Fundación Mapfre. Ello sitúa a Mapfre ya no como un lugar de paso en la cultura sino como un destino de primer orden que a través de este depósito de más de 65 obras que recogen la trayectoria del artista, especialmente a partir de los años sesenta, podrá contextualizar mejor su propia colección que tiene un grueso importante dedicado al dibujo entre los que destaca alguno del propio artista, según aseguró en rueda de prensa Burillo.
Un Miró nuevo
Si hace poco la Fundación Serralves de Oporto descubría también otro Miró diferente que había permanecido retenido tras la quiebra del Banco Portugués de Negocios, quien había comprado gran parte de la obra del artista a un coleccionista japonés en 2006, ahora el surrealista más enigmático y poético luce inédito también en Madrid permitiendo una mirada renovada a toda su trayectoria que se podrá completar con la obra dispersa entre Madrid, Barcelona, Palma y Oporto. Sin duda, algo necesario que permitirá atender a distintas perspectivas de Miró. La que aquí se ofrece según Robert Lubar, estudioso de la obra del creador de espacios infinitos, es una mirada “más expresionista” situándonos en “el Miró anti-pintor que violó sus pinturas con agujeros” así como “el Miró violento, casi salvaje y brutal que presenta espacios claustrofóbicos”. Un autor indudablemente por descubrir que se ve reforzado también por la contribución de Alexander Calder, amigo del pintor, del que también se recogen cuatro esculturas y un óleo, obsequios de éste al artista catalán, que pertenecen de ahora en adelante a este Espacio Miró con el que la Fundación Mapfre cierra un año en el que puede darse por satisfecho, en su afán por convertir la institución en un referente de “una nueva forma de coleccionar arte, muy habitual en los EEUU, que permite a los particulares compartir sus colecciones con el resto de ciudadanos”, según afirma Pablo Jiménez. Y por ende, permitiendo el ahorro a dichos coleccionistas de los gastos que supone custodiar obras de semejante prestigio. De ahí que desde la Fundación han insistido en la gratuidad del depósito que aún así supone suficientes ventajas para sus propietarios. Sobre todo, porque a partir de ahora “hay un compromiso de estudiar, ayudar a comprender y difundir mejor la obra de Miró”, remata satisfecho Jiménez Burillo, dejando así claro el propósito de este resguardo, para diferenciar este Espacio Miró de otros recintos que albergan la obra del artista, en algunos casos, como en el Reina Sofía, dentro de contextos generales. Aquí Joan Miró se sitúa a sus anchas, lo que autoriza a que por fin pueda ponerse luz a la indiscutible luz que irradia toda su compleja y fascinante obra.