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Después del lumber y el sporty, la pulcritud adherida a los pequeños detalles se impone como regla de estilo de una reinventada progenie social que aboga por los tirantes como símbolo de poder
En la era del ciber-social en la que todo se propaga con rapidez haciendo que los estilos que abanderan ciertas bondades colapsen rápidamente la esfera social, también los ciclos se acortan y se renuevan con mayor celeridad aunque sigan perviviendo tendencias que han entrado con fuerza. Una de las tendencias que más caló fue la del lumber [estilo leñador], una etiqueta atribuida al género masculino, por eso de la barba, que sin embargo también tiene su versión femenina ya que está directamente relacionada con una estética propia de los setenta y particularmente, del folk. Asociado a un estilo de vida que propiciaba cuando no lo saludable, al menos una actitud relajada, con los lumber también se originó una nueva filosofía urbana que elogiaba la vuelta a la naturaleza. Pero llevamos ya varias temporadas con el lumber por un lado y el sporty por otro posicionándose a favor de la naturalidad y el desenfado. Por eso, la vuelta a una sobriedad relajada y confortable es una opción que llega con aires frescos.
También porque no hay nada peor para la moda que lo acomodadizo. Cuando además, más que nunca, las tendencias son un hervidero de ideas que conectan con todo lo que se cuece alrededor, las nuevas corrientes no podían pasar por alto la propagación de la cultura, aunque sea como mercancía, o la politización social que da como resultado el interés por todo lo que esté relacionado con el poder, incluidos _o más bien, especialmente_ los casos de corrupción que evidencian una ambición desmedida. Por eso, recuperar ahora los tirantes, icono del yuppismo, no es casual. Nada es casual en los apuntes de estilo que evolucionan con la sociedad.
CLAVE:
Los clásicos tirantes con ojales y diseño Y-back resultan la opción más atractiva para un estilo depurado que conjunta bien con pantalones sastre de talle alto
Con el retorno de los tirantes se desecha el cinturón para dar paso a una nueva imagen que se aproxima a los yuppies de los ochenta que culminó con el retrato de la película Wall Street de Oliver Stone en 1987. La tímida todavía acogida de los tirantes de la que por otra parte se están apropiando los lumbers, implica una renovación total de los estilos. De lo informal a lo formal. De una imagen en la que primaba el conjunto, a otra en la que imperan los detalles que definen el look. En un momento en que la cultura está generando cada vez más dividendos y por ello multiplicándose la oferta, la imagen que simule al menos poseer cierto conocimiento o la que incite a ser visto como triunfador en un mundo cada vez más complejo e imponente, se revela en contraste con la desidia que subyace bajo otros estilos. La sobriedad reinventada, en la que también tiene cabida la confortabilidad, es una seña que denota cierto status de poder.
Sin necesidad de renovarse por completo, los tirantes para una estética actual se adaptan a un estilo entre dandy y nerd para una naciente fauna que se sitúa entre los coolturetas de ciudad y los reinventores de sí mismos. Un estilo que se acerca más a los ochenta que a los tirantes utilizados en los sesenta y setenta. Mientras en los 60s y 70s su utilización sugería una estética más rebelde asociándose a movimientos como el mod, el skinhead o el punk, ya en los setenta; en cambio, ahora, se quiere privilegiar un grado de triunfalismo asociado a un status que anticipa un empoderamiento unisex. El reclamo de los tirantes, como un accesorio esencial, no tiene género. Woody Allen con Annie Hall interpretada por Diane Keaton en los setenta ya anticipó la realidad de lo unisex en el vestir sin tener que hacer ostentación de masculinidad como en otros intentos cinematográficos anteriores.