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El mono vuelve reinventado a la calle, apropiándose de la silueta que crean los modelos utilizados como fundas de trabajo
Si hay una prenda no clasista es el mono que esta temporada vuelve renovado adoptando el estilo de las fundas de trabajo. Con pocos partidarios como indumentaria del buen estilo, fue sin embargo bastante popular en los ochenta por su frescura y su peculiaridad unisex. Pero desde entonces, aunque haya habido interesantes propuestas, no ha llegado a convertirse en tendencia como tal quedando en todo caso, relegado por el peto y su estética más grácil. Esta temporada, desde StyleFeelFree lo reivindicamos precisamente por eso, por tener un talante insolente e igualitario, que le convierte en una de las propuestas más interesantes de esta primavera-verano 2015 tanto para hombre como para mujer. Práctico y sin condicionamientos sexistas, es una prenda que se manifiesta en su versión más utilitaria con la incorporación de bolsillos y cremalleras.
CLAVE:
los bolsillos plastón se convierten en un buen aliado del mono que permiten liberarse del bolso
Ya desde su creación como indumentaria de calle, fue lanzado como una prenda subversiva y liberadora durante el período futurista italiano quedando su nombre asociado a Thayat que parece ser confeccionó el primer mono en 1919. Con su característica forma en T, su creador tuvo la idea de inventar una prenda sin muchos contratiempos, aparentemente, propulsando así el hazlo tú mismo. Una indumentaria que lanzaría con connotaciones universales como una solución anti-burguesa que se debía a una estructura sencilla resuelta en un corte recto que llevaba pocas costuras. Posteriormente, ya en los años veinte, Rodchenko y su esposa Stepanova, diseñaron un mono que bautizaron como Varst, ideado para el hombre nuevo. Incluso Elsa Schiaparelli se apuntaría a diseñar prendas de una pieza.
Y aunque seguimos asociando el mono a las profesiones manuales o a ciertos deportes, la calle sigue siendo un buen lugar para llevar esta prenda dinámica que sigue conservando algo de la rudeza asociada a estos oficios o la libertad que imprimen deportes como el paracaidismo o el esquí. Podemos imaginarnos entonces que somos un piloto de fórmula 1 que toma las curvas de la vida con ágil desenvoltura o un paracaidista que se lanza al vacío sin miedo a cómo será la caída.