Rosana G. Alonso
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La que fuera actriz de Ingmar Bergman en las décadas de los sesenta y setenta, Liv Ullman, dirige ‘La señorita Julia’ convirtiendo la gran pantalla en un fabuloso escenario de teatro

La señorita Julia | stylefeelfree
Fotograma de La señorita Julia | StyleFeelFree

Si vamos concienciados de que La señorita Julia obedece a reglas específicas del teatro, todo fluye bien desde el principio. Si no, necesitaremos unos veinte minutos de adaptación. Más o menos el tiempo que también precisamos para ir comprendiendo las intenciones y complejidades de unos personajes que a medida que se van desarrollando en la trama, ganan en voluptuosidad desenmascarando así unas intenciones que ni ellos conocen hasta que el nudo de la historia los deja al descubierto. Que sea teatro adaptado a las especificidades del cine y aun así siga siendo teatro como también ocurre en Las amargas lágrimas de Petra von Kant de Fassbinder, me resulta comprensible y estimable. Más aún cuando son adaptaciones de grandes obras teatrales como es el caso. En la película que nos ocupa se trata de la adaptación de la obra del mismo nombre escrita por el dramaturgo sueco August Strindberg. Cuando el cine adquiere interpretaciones teatrales en argumentos más o menos contemporáneos ya es otra historia que no suele tener buenos resultados.

La película dirigida por Liv Ullman, la que fuera amante —sin su concepción clandestina y oscura que siempre se le ha atribuido a este sustantivo, aunque en este caso es posible que también la tuviera— y actriz de Ingmar Bergman en los años sesenta y setenta donde interpretaría espléndidas películas como Gritos y susurros, cuenta con un trío de actores —Jessica Chastain, Colin Farrell y Samantha Morton— que quizás flaqueen en algunos momentos, posiblemente al principio, hasta que entran en contacto con el espectador y sus intenciones dejan de ser difusas. Pero traspasada la primera toma de contacto, consiguen momentos estelares que convierten la película en una reflexión y un alentador debate. Sobre las clases sociales, las aspiraciones personales, la necesidad de que reconozcan nuestras virtudes más allá de las etiquetas ostensibles precisamente por las trabas y los estigmas sociales y especialmente, el debate candente de la lucha por el poder entre géneros. Inestimable. Y se nota, especialmente en los diálogos y monólogos —algunos muy fieles a la obra de Strindberg— que Ullman sigue siendo actriz, que le gusta ensalzar las interpretaciones y que el mejor modo de hacerlo es por medio de esa tensión que se produce en las discusiones entre los protagonistas, aislados del mundo para que puedan discutir a sus anchas. Si bien, el otro, el interlocutor, no escucha, lo que acaba por transformar esas conversaciones en monólogos que en la sociedad contemporánea tienen más razón de ser que nunca. Puesto que a la dificultad de la comunicación, se le suma la de la ilusión generada por las redes sociales y la correspondencia en línea.

También encuentro otros paralelismos interesantes como las asociaciones de la mujer —la aristócrata— con ese pájaro enjaulado, un papel interpretado con grandes dosis de histrionismo bien encauzados en los momentos finales por Jessica Chastain y que me recuerda al personaje principal de la Casa de muñecas de Henrik Ibsen aunque su modo de salir de la jaula, sea totalmente distinta. Pero sobre todo me ha convencido la dignidad femenina —en las dos mujeres— que se manifiesta en el desenlace. Un final que se muestra impecable con el último fotograma evocador de esa sublime Ofelia que cautiva la retina.
 

Tráiler de La señorita Julia de Liv Ullmann | StyleFeelFree Youtube

FICHA TÉCNICA
Título original: Miss Julie (La señorita Julia)
Dirección: Liv Ullmann
Guión: August Strindberg y Liv Ullmann
Reparto: Jessica Chastain, Colin Farrell, Samantha Morton
Fecha de estreno España: día de mes de 2014
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