Rosana G. Alonso
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Entrevistamos al poeta y narrador asturiano David González, el último poeta maldito en la narrativa y poesía de no-ficción de la literatura contemporánea

David González, poeta, narrador. Entrevista en Stylefeelfree
David González fotografiado por © Alberto García Alix | stylefeelfree

El mejor perfil de David González (29 de Septiembre de 1964. San Andrés de los Tacones-Gijón. Asturias) son sus relatos y poemas. Autobiográficos. Y si la vida le ha dado de hostias o ha jugado con ella a la ruleta china, no hay mariposas para adornarla sino verdades como puños, las suyas, claro está. Con una naturalidad, sencillez e incluso inocencia que aturde, su prosa o lírica se viste desnuda, se pasea por la carretera de la literatura sin necesidad de etiquetas suplantadas ni ornamentaciones. Sin precedentes en la literatura contemporánea española, podría generalizar afirmando que está más en sintonía con autores como John Fante, Jack Kerouac, Charles Bukowski o Jim Carroll. Sin embargo, este poeta, que a veces narra, nos trae una realidad más cercana y local que sigue siendo universal pero que hace más daño. No tiene por qué hacer alarde de malditismo ni necesidad de inventarse nada o buscarse falsos amigos que recreen un personaje a su medida para vender mejor y especialmente, más. En una época como la actual en la que la literatura en red, especialmente la poesía, se sube a la carrera de la mercantilización, resulta bastante sencillo que nos la peguen con voces más o menos edulcoradas, etiquetas ajenas, de postín, o vete tú a saber qué. Pero a David González no parece importarle. O sí, pero prefiere escribir, seguir escribiendo. Lleva haciéndolo desde los noventa como una forma de sobrevivir a sus demonios personales. Con los que se lidió en un duelo peligroso en los ochenta y que le llevaron a pasar 35 meses en prisión. Estos episodios los narra extraordinariamente bien en relatos como Detrás de la iglesia, La primera comunión u Hogueras. Historias tan descarnadas que nos meten directamente en el mismo epicentro de la narración para que nos encontremos de cara con realidades que no quisiéramos encontrarnos directamente, pero que no son producto de la imaginación colectiva ni individual, sino de una sociedad perversa a la que no pocas veces, preferimos darle la espalda. No es ficción, es su vida pasando y así lo cuenta,

«Y sé, por último, que más tarde, a salvo ya detrás de la iglesia de San Pedro, cuando Turiel, con el ánimo entre rejas, me preguntó: ¿Pero tú estás seguro que se llevó una mojada?, le mostré, por toda respuesta, la navaja, el filo de la navaja, la punta, pues en aquél momento no podía hablar: de pronto, por esas extrañas asociaciones de ideas que suele llevar a cabo el cerebro humano, por lo menos el mío, no me parecía estar escuchándole a él, a Turiel, sino a mi viejo, a mi padre, cuando por cualquier cosa sin importancia, por cualquier mierda, me decía, a berridos: Te lo juro por mi madre que no sé a quién habrás podido salir tú. No pareces hijo mío. No tienes sangre en las venas. | Es cierto, papá, no la tengo. | No tengo sangre en las venas. | La tengo en las manos.» (extracto de ‘Detrás de la Iglesia’)

Ahí sigue. Dirige desde hace ya casi dos décadas la colección de poesía y narrativa Zigurat que edita el Ateneo Obrero de Gijón, una entidad cultural sin ánimo de lucro. Recientemente la editorial Origami acaba de publicarle El lenguaje de los puños (2014). Con este ya lleva una carrera de libros publicados que ya quisieran muchos. Lejos quedan sus primeras incursiones como el plaquete que tuvo que autoeditarse en 1993, Ojo de buey, cuchillo y tijera o el primer poemario que le editaron, en 1995, Nebraska no sirve para nada.

Teniendo en cuenta que tu poesía es autobiográfica, a grandes rasgos ¿cuáles son las cosas que más te han marcado en la vida para escribir?

(David González) Todas aquellas que me hacen sufrir de algún modo. El sufrimiento. Propio y ajeno. Eso es lo que me ha marcado y me sigue marcando.

¿Tanto te marcó la cárcel? Escribiste un libro de esta experiencia, pero a día de hoy, ¿sigue siendo importante en tu trabajo?

(David González) La cárcel, si se puede decir así, me hizo poeta. Despertó mi conciencia. Descubrí que el bien y el mal van de la mano y residen en todos nosotros, con independencia de nuestra condición social y cultural. Y de algún modo, la cárcel, me generó la suficiente rabia, la rabia necesaria, para, después, escribir sobre todo lo que había visto y sufrido allí, y después de escrito, seguir ya escribiendo, hasta hoy. O sea, que sí, me marcó de cojones. Ahora ya no es tan importante en mi trabajo, aunque todavía, de cuando en cuando, me vienen poemas y claro, tengo que escribirlos. Pero cada vez menos. Sin embargo, fíjate si me marcó en su momento, que hasta que no escribí mi libro de poemas sobre la cárcel (El demonio te coma las orejas, 1997 y 2008), era rara la noche que no me despertara no gritando, sino aullando. Fue escribir el libro, sacarme todo eso de dentro y los aullidos desaparecieron como por arte de encantamiento.

Y San Andrés de los Tacones… ¿Cómo te marcó el pueblo en el que naciste?

(David González) A ver, San Andrés de los Tacones es el pueblo en el que nací y viví hasta el año o dos años de edad. Sin embargo, y esto irá saliendo en mis próximos libros, ese pueblo, y la casa en que nací, me marcaron tanto o más que la cárcel. Por razones que ahora no puedo explicar, pues estoy escribiendo sobre ellas y uno nunca debería hablar sobre aquello que está escribiendo hasta que no termine de escribirlo. Pero lo cierto es que esa casa, y la gente que vivió y murió en ella y sus historias, son algo que me acompaña desde que tengo uso de razón y algo, en definitiva, que también ha salido en algunos textos y que seguirá saliendo en los próximos.

En tu caso la etiqueta de maldito parece apropiada, ¿te sientes cómodo con ella?

(David González) La llevo a mucha honra. Un artista maldito, en la tradición de Modigliani o Van Gogh o incluso en su primera época Arthur Rimbaud, es aquel cuya obra, por buena o genial que sea, no obtiene el reconocimiento de sus contemporáneos y, en consecuencia, no es capaz de ganarse la vida por sí mismo, ya que su vida está dedicada única y exclusivamente a la creación y, por tanto, no sabe desenvolverse en las cuestiones cotidianas de la vida. Es decir: no sabe ganar dinero. Claro está que, para saber si un artista maldito era un genio o no lo era hay que esperar a que la palme. Así que, tal y como yo veo las cosas, ese término solo se podría aplicar, en vida, a escritores que escriban sobre el Mal. Pero si te fijas casi en cualquier novelucha se escribe de un modo u otro sobre el Mal, por lo que entonces casi todos los escritores serían malditos. Pero ese término se aplica, muchas veces, por otros temas. No sé, por haber estado en la cárcel o en un manicomio o padecer una enfermedad crónica o historias así. Yo los llamo complementos del malditismo. Pero, por ejemplo, Panero, prototipo de maldito patrio, en mi opinión no lo era: joder, si hasta tenía secretario, me dijo el otro día un amigo hablando de esto mismo. Es decir: pobre y no reconocido por sus contemporáneos. Por desgracia, yo, como bien dices, cumplo todos los requisitos y algunos de los complementos [risas]… Y sí. Me siento cómodo con esa etiqueta. Un poeta maldito, hoy en día, es un tipo que no se vende, que no se baja los pantalones, que no acepta premios amañados, etcétera, aunque eso le cueste el silenciamiento y la pobreza y hasta la puta muerte si fuera preciso… Es decir, un tipo honrado. Así que sí, me siento cómodo con esa etiqueta.

¿Todavía tienes monstruos o fantasmas que vencer?

(David González) Los monstruos solo existen en la sucia imaginación de los adultos. Y yo, ni en mi época de delincuente tenía una imaginación sucia. En cuanto a los fantasmas [risas], son fantasmas, no pueden hacerte daño. Y los otros, los otros fantasmas, se derrotan ellos solos. En realidad, yo creo que uno se enfrenta únicamente consigo mismo. Esa es la lucha que muchos pierden. Yo, de momento, a estas alturas de la película, sigo en tablas y al final, hasta es posible que pueda alzarme con la victoria por puntos, a ver…

De la tradición clásica poética hemos heredado más ensoñación que pragmatismo. En cambio en tu poesía te expones mucho y eso se percibe sin demasiado esfuerzo. Es punzante y directa como la vida misma, la tuya propia. De hecho parece que no escribes para esconderte sino que más bien se diría que esperaras una catarsis a través de la escritura, no sé si es así. ¿Hay una forma de expiación o una necesidad de liberación en tu proceso de escribir?

«Solo me interesan los escritores que escriben sobre los problemas y las alegrías de la gente humilde en su vida cotidiana.»

(David González) A mí, si te digo la verdad, la tradición clásica poética, que estudié a fondo, me importa más bien poco, por no decirte nada. Esos escritores no escribían para la gente como tú o como yo o como el que se levanta a las cinco de la madrugada para ir a su curro. Así que me interesan poco o nada cosas como el Mío Cid y todas esas “realezas”. Solo me interesan los escritores que escriben sobre los problemas y las alegrías de la gente humilde en su vida cotidiana. En cuanto a mí, siempre pensé, desde que era crío y leía los tebeos del Guerrero del Antifaz, que no vale de nada esconderse detrás de una máscara. Hay que dar la cara siempre. Aunque te la partan. Y ya sabes: hay que predicar con el ejemplo. Por lo demás, tienes razón, eso es lo que espero, una catarsis. Yo tengo una frase programática para definirlo: escribo para limpiarme por dentro. Y si lo que cuento sirve para que mis lectores no se ensucien, no quiero ninguna otra recompensa por mi trabajo.

Más que un constructor de mundos pareces un observador de este que te ha tocado vivir, ¿en esa mirada también tiene cabida una reconstrucción de la realidad? Decía Herman Hesse que «el que quiere nacer tiene que destruir un mundo», ¿se puede cambiar el mundo escribiendo? Y para ello, ¿hay que destruirlo, reinventarlo o sencillamente narrarlo y compartirlo?

«reconstruir la realidad sobre el papel es hacer trampa»

(David González) La realidad no se puede reconstruir. Es la que es. Reconstruirla sobre el papel para hacerla más agradable o más desagradable, es, a mi juicio, hacer trampa. La realidad es la que es, y si decides escribir sobre ella has de procurar ser lo más fiel posible y, por supuesto, tener una memoria portentosa para recordar diálogos de hace más de 30 años y recordarlos tal y como fueron. Si no te acuerdas de algo, lo mejor que puedes hacer es olvidarlo y punto, pero no rellenar ese recuerdo con ficción. La única responsabilidad de un escritor es, primero, consigo mismo, y después, con sus lectores. Por otro lado, no estoy de acuerdo con Hesse, uno de los escritores que más me gustaban cuando yo tenía entre los 14 y los 16 años, pero no estoy de acuerdo con él en esto. Queda muy guapa su frase, pero no es cierta. ¿Qué mundo destruye el que quiere nacer? A mi juicio, ninguno. Y si lo destruye, el que nace no tiene conciencia de haber destruido nada. No, yo creo, que este mundo y las especies que lo habitan se destruirán o desaparecerán cuando sea el momento, es decir, cuando esas especies, sobre todo la nuestra, lleguen a un punto en que no es posible evolucionar más. Y no sé, no parece que la especie humana, salvo tecnológicamente, haya evolucionado mucho en los dos últimos milenios al menos, así que todavía tenemos margen, [risas]… Yo todavía debo de ser de los pocos que creen que escribiendo sí se puede cambiar el mundo. Escribiendo se puede cambiar a las personas y las personas son las que cambian el mundo. Ahora bien, pienso que solo hay que narrarlo y compartirlo. Aunque, el verbo compartir no es algo a lo que estemos muy acostumbrados los humanos, y así nos va.

¿Consideras que el escritor tiene una responsabilidad social o política aunque sea indirectamente? ¿Está esa responsabilidad implícita en la forma que tienes de narrar lo cotidiano, tu propio cotidiano y el cotidiano de gente cotidiana?

posicionarse del lado de los más débiles

(David González) Por supuesto. El problema es que la mayoría de los escritores, sobre todo los mediocres, consideran que su responsabilidad, su única responsabilidad, es entretener al lector. En fin, allá cada cual… Yo pienso que si la naturaleza, o la genética, o lo que sea, te ha dado un don como el de la palabra uno no debería malgastarlo en escribir meros entretenimientos o cotilleos. Debería tomar partido, posicionarse, y hacerlo del lado de los más débiles. Pero no. Yo no veo a ningún escritor, o a muy pocos, posicionarse del lado de los más débiles y humildes. En cambio, joder, no les importa en absoluto hacerles reverencias a los reyes o a los políticos o a… Lo que me jode es que luego su discurso es otro, es el discurso de los pobres y demás, pero, claro, dan ese discurso desde palacios de puro lujo, en compañía precisamente de los que más joden y joderán a la gente pobre y sencilla, humilde. Lo peor es que igual hasta se lo creen [risas]… Pero como decía uno de ellos: qué más da si la gente no se entera… Y en eso tiene razón: si se enterara no comprarían sus libros.

Otra cosa que me llama la atención, en tu forma de escribir y en tus declaraciones, es que a día de hoy sigues pareciendo un idealista convencido, a pesar de que tus poemas sigan enraizados en el dolor, ¿nunca te rindes? ¿Hay un afán de resistencia en esta actitud? ¿Perseverando se gana?

(David González) Creo que eres la primera persona que me califica de idealista convencido, y curiosamente, estás en lo cierto. Soy un idealista. Todavía creo en la bondad y en cosas así. Porque existen. Yo me he encontrado y me encuentro gente buena y generosa que, en momentos muy jodidos de mi vida, ha aparecido en ella y me ha echado un cable, sin necesidad de pedírselo. Gente, además, que, en apariencia, no tienen nada que ver conmigo. En algunos casos, gente con bastante pasta, que les encanta mi poesía, por cruda o descarnada que sea. Así que siempre pienso que el mundo y sus gentes irán a mejor. Sobre rendirme. Pues no. Nunca. Como digo en uno de mis poemas: si arrojas la toalla, luego tendrás que agacharte a recogerla… Así que no. Nunca me rindo. Yo siempre estoy aquí. Al pie del cañón o carne de cañón, como prefieras. Sí, claro, hay un afán de resistencia en mi actitud. Tú fíjate que tengo 50 tacos, no tengo nada de mi propiedad — salvo mis libros, claro —, no tengo dinero en el banco — no más de 150 euros—, cada libro que me editan está condenado de antemano al silencio sistemático de todo tipo de medios — aunque en algunos blogs me dan cancha y suben mis poemas y cosas así —. Es decir, hace tiempo ya que tendría que haberme planteado, no sé, buscar un curro y todo eso. Pero si lo hago, caso de que un tío que solo sabe escribir encontrara trabajo hoy en día, perdería mogollón de tiempo de escribir. Y como le decía esta mañana a mi madre: como si tengo que ir a pedir a la calle y escribir apoyado en una pared y sentado en el suelo, voy a seguir escribiendo. Creo que es para lo que he venido y nada, ni la más extrema miseria me va a desviar un centímetro de mi camino.

Esa actitud va acompañada de una temática, diría, del dolor o la desesperanza que parece conectar con otro tipo de expresiones artísticas. En un video vi como recitabas y me hizo recordar el teatro del dolor de Angélica Liddell. ¿Te sientes cercano a otro tipo de artistas — no tienen por qué ser de poesía — en la forma que tienes de percibir el arte?

(David González) Angélica Liddell mola mucho. Ahora bien: no me siento cercano a la palabra teatro. Yo, al recitar, no interpreto, simplemente recito: la fuerza y la rabia de mis palabras o de mis poemas hacen el resto. De ahí que tampoco me gusten nada de nada, aplicadas a la poesía, cosas como la famosa frase de Pessoa: El poeta es un fingidor. Lo serás tú, pienso. A mi juicio, el verdadero poeta es todo lo contrario. Pero sobre tu pregunta, si me siento cercano a otro tipo de artistas, sí. Por ejemplo a los artistas del performance, en donde hay gente muy buena, y tengo la suerte de conocer a alguno. A los artistas de la fotografía, también. De hecho, en mis libros siempre intento meter ilustraciones, fotos, dibujos, graffitis, etcétera. En uno de mis libros, de hecho, con el dibujante de cómics Miguel Ángel Martín, un tío adelantado a su tiempo en muchos de los temas que toca en sus historias, hicimos una historia que consistía en sustituir determinados versos de mis poemas por dibujos suyos, no sé, si en el verso se hablaba de un perro, se eliminaba el verso y en su lugar se ponía un dibujo de Martín de un perro… Todas estas colaboraciones interdisciplinarias me motivan la hostia, me gustan mucho, y de hecho, cuando pienso en los poemas de un libro pienso también en qué otra disciplina artística podría encajar con ellos… Luego hay gente como Marina Abramóvic que me parece realmente genial… Otro tipo al que me siento muy cercano es Robert Crumb, otro dibujante de cómics… En realidad, creo que me siento cercano a aquellos artistas que, de algún modo, han puesto la realización de su obra por encima de cualquier otra consideración, independientemente de que eso les llevara al éxito o a la ruina… O el caso de Modigliani, un tipo que pinta a putas de la calle y las eleva a la categoría de arte… No sé, gente así… Quizá este mismo mes de diciembre empiece a dar unos conciertillos en compañía de Doris Escarlata, un rapero con el que ya colaboré en un par de discos suyos, y con el que me apetece fusionar rap y poesía, en ambos casos, el de él y el mío, muy cañeros …

Porque claro, la poesía tiene  que recitarse. ¿Son suficientes los festivales o eventos que reúnen a escritores y poetas con tal fin? ¿Conoces o acudes a algún encuentro literario? ¿Qué piensas de este tipo de iniciativas? ¿Hacen falta más festivales que acerquen la poesía al público? ¿De qué tipo?

«lo que se necesita son más poetas de verdad»

(David González) No sé si son suficientes o no, porque, como sabes, a mí me invitan a muy pocos, y casi siempre a los peor remunerados [risas]… Lo que sí sé es que muchos de ellos acaban convirtiéndose en endogámicos, pues, de un modo u otro, siempre son los mismos o parecidos los que son invitados… Pero en España, tanto de la poesía oficial como de la más independiente, creo que hay festivales de poesía de sobra, lo que se necesita son más poetas de verdad…

He acudido este año al Festival Irreconciliables de Málaga y hace tiempo acudía al Encuentro de Poesía Voces del Extremo, poetas de la Conciencia Crítica, auspiciado por el poeta Antonio Orihuela, en Moguer. Pero desde que ese encuentro no pudo asumir los gastos de viaje y alojamiento de los poetas que asisten, yo he dejado de hacerlo, mi agónica economía no me permite pagarlo de mi bolsillo… Ya ves: hasta en la poesía de la conciencia crítica o social hay clases [risas].

Yo creo que estas iniciativas, al menos las independientes, merecen la pena. Los festivales oficiales son casi como una extensión de los suplementos de cultura de los periódicos. Nfo suele haber sitio en ellos para voces más, digamos, salvajes, u originales. Pero siempre escuchas a algún que otro poeta que merece realmente la pena. Así que sí: cuantas más iniciativas haya de este tipo, en especial, insisto, iniciativas independientes, mejor para cualquiera que piense dedicarse a esto de escribir poesía. Por ejemplo, también me parecen muy positivos los Slams Poetry, en ellos, joder, descubres a gente muy, pero que muy buena…

Hay que acercar al público a la poesía. Y eso solo se consigue con buenos poetas que se crean lo que han escrito y, en consecuencia, lo reciten de puta madre. Es decir, hay que atraer al público de modo que compruebe por sí mismo que la poesía no es eso tan aburrido que ellos se imaginan y que también se puede disfrutar, y aprender mucho, acudiendo a los recitales de poesía, en especial ahora mismo que en ciudades como Madrid debe de haber cuatro o cinco, sino más, cada día. Y supongo, que una buena manera de atraer al público, algo que por ejemplo pone en práctica el poeta Vicente Muñoz Álvarez es unir música y poesía, es decir, poetas recitando. Y luego o antes, un grupo de rock o de la música que sea. La música no suele fallar.

Y encima, parece que últimamente el género poesía se está poniendo de moda en la red pero, ¿realmente es así o es sólo humo comercial? ¿Están ahora las editoriales más interesadas en la poesía? ¿Hay un auge de lo poético? Si es así, ¿buscan un tipo de poesía en concreto o lo único que se busca en la era digital son seudo-ego-poetas con mucha visibilidad aumentada por razones mercantiles?

«Ya no hay lectores, sino seguidores»

(David González) Sobre esto, ahí te dejo otra de mis frases programáticas. Esta es reciente: ya no hay lectores, sino seguidores. Y entrando en redes como Facebook o Twitter te das cuenta de eso fácilmente. A veces, coincide que el poeta al que sigue tanta gente es bueno de verdad, pero en general son poetas bastante superficiales, pero que tocan temas como el amor u otros y los tocan de forma que consiguen conectar con mucha peña, así que yo lo veo perfecto: con el tiempo esos seguidores de tal o cual poeta se adentrarán en busca de otros poetas y bueno, así están las cosas… Las editoriales, la inmensa mayoría, sobre todo las grandes, solo se interesan por lo que dé dinero, ya sea poesía o cuentos de hadas, les da igual. Y bueno, ahora, como en las redes sociales la poesía se ha puesto de moda y hay poetas con miles de seguidores, supongo que los editores estarán tomando notas y echando cálculos y, al menos, por lo que yo sé, alguna editorial ya ha dado algún paso en ese sentido y lo veremos próximamente… Lo poético, en realidad, siempre está en auge. Será un género minoritario y todo lo que te quieran decir, pero resiste a todo y demuestra ser el género que mejor se adapta a este mundo tecnológico en el que vivimos, así que, a mi entender, la poesía, suceda lo que suceda, siempre estará ahí, dando guerra, aunque sea solo como esa brizna de hierba que crece en medio del asfalto, pero ahí…

El tráfico de datos especialmente en las redes sociales, ¿está cambiando el panorama de la poesía? ¿Se está uniformando la poesía o sigue habiendo voces variadas?

(David González) Creo más bien que es al contrario. Cada vez hay más voces variadas. Al ser las redes un medio de comunicación instantáneo, la gente, los poetas, se empiezan a soltar — algo que no sucede en papel —, a desinhibir, y eso da como resultado un sinfín de voces variadas, de múltiples registros. El problema, según veo yo las cosas, es que esa instantaneidad de poder compartir tu talento con mogollón de gente, trae consigo la prisa, la precipitación, y muchos poemas que podrían ser grandes poemas con solo un poco más de trabajo, se escriben a toda hostia y se publican en las redes de igual manera, y se resiente la calidad poética. Además, en las redes, los críticos de poesía creo que tienen poco o nada que hacer, ya que los seguidores buscan una satisfacción poética inmediata y no creo que reparen mucho en la técnica con la que ha sido escrito el poema o si pertenece a tal o cual corriente literaria… No. Leen el poema y si les gusta bien, y si no,  a otra cosa mariposa… Lo cual también trae consigo más sinceridad por parte de los lectores o seguidores, lo que es bueno para el autor del poema ya que puede ir viendo por sí mismo qué poemas funcionan mejor y cuáles no y preguntarse y pensar en el motivo… Así que, en resumen: las redes sociales enriquecen la poesía y esto no ha hecho más que empezar…

Para finalizar recomienda a los lectores de StyleFeelFree 3 libros de narrativa o poética — pueden ser tuyos, si lo deseas — para entender o experimentar la vida en base a 3 estados distintos. Se me ocurre, por ejemplo — puedes cambiarlo si lo crees oportuno — esto:

Un libro de iniciación, para conectar con la vida y aprender a manejarse en ella:

Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain.

El guardián entre el centeno, de Jerome David Salinger.

Pregúntale al polvo, de John Fante.

Un libro para aprender a disfrutar de la vida:

Uff… Esto es más complicado… No sé: En el camino, de Jack Kerouac

Y un libro para olvidar — para abstraerse de la realidad —:

Aquí no puedo ayudarte. No leo libros para olvidar ni para abstraerme de la realidad. Para eso ya está la televisión. Yo leo libros para aprender y para recordar. Pero bueno, acaba de ocurrírseme uno, [risas]:Los juegos del hambre, de Suzanne Collins… O no, joder, algo de más calidad, a ver: cualquier libro de Tolkien