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‘Nunca es demasiado tarde’, la cinta de Uberto Pasolini, resulta ser una pieza vital y comprometida que busca contribuir a hacer del mundo un lugar mejor

Amar la vida resulta tarea fácil disfrutando de las pequeñas cosas. Esa doctrina, que tantas veces hemos oído y que olvidamos tan fácilmente, parece haber calado hondo en John May —Eddie Marsan— protagonista de Nunca es demasiado tarde, el segundo largometraje de Uberto Pasolini. Más conocido como productor, con esta cinta definitivamente se consagra como uno de los nombres indispensables de la escena independiente después del exitoso Machan. Enternecedora hasta la saciedad e indispensable en la veloz sociedad contemporánea para situarnos en lo que de verdad importa. Precisamente, esas pequeñas cosas que se convierten en grandes y poderosas con la mirada apropiada y la suficiente humanidad para no sentirnos dioses, o dilapidar nuestros deseos con una falsa ambición.
El mundo de John, un funcionario funerario que se encarga de encontrar a los parientes más cercanos de personas que han muerto en la más absoluta soledad y generalmente, en la miseria, es de hecho perfecto y pulcro. Lleno de orden, meticulosidad, reglas y costumbres. Pero también armónico. Disfruta de su trabajo, de hacerlo convenientemente dando lo mejor de sí, de creerse indispensable y prescindible para contribuir a un orden universal que le hace sentir bien consigo mismo. Un papel tan complejo sólo podía sacarlo con lustro el inglés Eddie Marsan. A este actor lo hemos visto en pequeños e hilarantes interpretaciones como en Happy Go Lucky de Mike Leigh, con el que volvió a trabajar en el corto A Running Jump. Aquí, en su primera interpretación protagonista, da vida a esta bizarra personalidad que sólo puede tener cabida en un cine que anhela el hechizo. Para recordarnos que debemos ser más compasivos con el otro, que los momentos en que la vida parece ponernos a prueba, pueden ser una ocasión para encontrar algo mejor o más estimulante. O bien, que las cosas que hacemos desde el corazón, tienen su recompensa.
Hay muchas lecturas en Nunca es demasiado tarde. Una cinta muy bien hilada y estéticamente cuidada. Lo vemos, sin ir más lejos, en la elección de las tonalidades. Estas comienzan desaturadas, para ir gradualmente avanzando hacia el color, a medida que la película se va desarrollando y cambiando con este impulso, la perspectiva de su personaje. Las instantáneas fijas finales que nos acercan a la historia de una vida al detalle, son, en este sentido, de una poética extraordinaria. Por otra parte, en este argumento, tan bien concebido por Pasolini, solo puede entenderse el título en versión original, Still life. Esto es, una vida inmóvil que por circunstancias ajenas a su protagonista da un giro considerablemente grande teniendo en cuenta su naturaleza. En este cambio de enfoque, aparecen otros personajes muy bien caracterizados. Ahí está por ejemplo Kelly —Joanne Froggatt— que será la chispa que complemente a esta pieza vital y comprometida socialmente. La intención de este metraje parece encaminada a contribuir a un mundo mejor, más piadoso y humanamente más habitable.
Tráiler de Nunca es demasiado tarde de Uberto Pasolini | StyleFeelFree Youtube
Título original: Still Life (Nunca es demasiado tarde)
Dirección: Uberto Pasolini
Guión: Uberto Pasolini
Reparto: Eddie Marsan, Joanne Froggatt, Karen Drury, Andrew Buchan, Neil D’Souza, David Shaw Parker, Michael Elkin
Fecha de estreno España: 21 de Noviembre de 2014