Serena | Pasiones que matan 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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La directora Susanne Bier en ‘Serena’ se aleja de sus filmes más realistas para comprometerse con una historia épica y grandilocuente

Hay tentaciones que marcan un antes y un después en la carrera de cualquier cineasta. La directora danesa Susanne Bier, en la dirección de Serena, se aleja de sus filmes más realistas para comprometerse, sin involucrarse en el guión, que corre a cargo Christopher Kyle junto con el novelista Ron Rash que escribió el libro del que se extrae la historia, en una historia épica, grandilocuente, dramática y efectista que aunque correctamente planteada, se sirve de caracterizaciones tan sobredimensionadas que dejan al espectador de piedra, ni frío ni calor. Para empezar, el personaje de Serena interpretado por la exuberante Jennifer Lawrence que recientemente hemos visto en La gran estafa americana  resulta tan maqueado y estereotipado, aunque contradictoriamente se muestra como una mujer segura, valiente y luchadora, que la película pierde en naturalismo. Se quiere realzar tanto su interpretación mostrándola llamativamente y con un comportamiento que a mitad de película se torna excesivamente oscuro, que el resto de personajes resultan marionetas enfermizas y sin orientación. Una femme fatal que en otras circunstancias podría tener gancho pero que no convence porque como ocurre muchas veces, cuando se quiere trasladar una novela a la pantalla, se pierden muchos detalles que son los que dan alma a la historia.

Hay otros elementos que resultan más interesantes que las caracterizaciones tan meticulosas de los intérpretes. El conflicto que se plantea entre conservar la naturaleza o explotarla —para unos, como forma de supervivencia y para otros, los explotadores madereros, con la única intención de enriquecerse —o la comparación que se adivina al principio de la película entre la pasión y la naturaleza animal, salvaje, que no obedece a la razón y acaba siendo castigada. Porque la grandeza de la pasión se torna un mal que arrasa incluso con las mejores intenciones de una cinta pensada para el gran público.

La fotografía y la recreación de una comunidad maderera de Carolina del Norte a finales de los años 20 en la República Checa —concretamente en Praga y sus alrededores—, donde se rodó toda la película por razones presupuestarias, ha sido sin embargo suficientemente creíble para que a pesar de todo y sin que por ello el filme salga airoso, no resulte un despropósito en la carrera de Bier.
 

Tráiler de Serena de Susanne Bier | StyleFeelFree Youtube