Rosana G. Alonso
Últimas entradas de Rosana G. Alonso (ver todo)

Con ‘La belleza y el dolor’ Laura Poitras llega a la cúspide de su carrera poniendo de relieve todos los perfiles que dibujan a la artista Nan Goldin y demostrando que el documentalismo de denuncia puede ser esplendoroso

La belleza y el dolor | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película La belleza y el dolor | StyleFeelFree. SFF magazine

A veces eclipsada por la osadía de una figura inusual, Laura Poitras, la documentalista que visibilizó las revelaciones más importantes de nuestro siglo, también se dejó seducir. Con Edward Snowden ocurrió así. El antihéroe americano que avisó al mundo de la vigilancia a la que estábamos sometidos se presentaba de esta manera, en Citizenfour, como alguien sin aristas. Curioso, por cierto, que una década después sus confidencias, a juzgar por nuestros comportamientos, apenas hayan trascendido cuando en el documental de Poitras se sostenían como una bomba que estallaba en nuestras caras. Pero esa es otra historia.

Estamos demasiado acostumbrados a flagrantes demostraciones de la corrupción de los sistemas seducidos por las grandes fortunas. Y nuestras reacciones tampoco trascienden más allá de respaldar el juicio efímero de turno, el meme de rigor. Mientras podamos seguir conectados a una ilusión de control no pasa nada. Mientras podamos mantener nuestro estilo de vida compulsivo, no pasa nada. Todo es anecdótico. Y la anécdota, en sí, sirve para soportar nuestro tedio.

A pesar de ello, Laura Poitras sigue interesada en las historias que destapan los vicios del poder. Y se agradece aunque no trascienda cuantiosamente porque el documentalismo está tendiendo, en muchos casos, cada vez más a ejercicios fútiles y de un narcisismo preocupante. Por otra parte, en su trayectoria ha ido poco a poco matizando su escritura entendiendo que el hecho o el personaje en sí necesitan ofrecer distintas lecturas. Siguiendo este proceder, si en Risk, que destapaba el ambiguo perfil de Julian Assagne, ya lograba componer un ambicioso retrato repleto de luces y sombras, ahora pone de relieve las distintas facetas de Nan Goldin. Como artista y como activista. Pero además, si por algo destaca La belleza y el dolor de forma sobresaliente, es por cómo estos aspectos sirven para mostrar un itinerario vinculado a lo personal.

La biografía de Goldin se destapa aquí esencial para darle sentido a esa sentencia que dicta que lo personal es político. Por eso, observamos como su obra y su vida entrelazadas, lejos de constituir un documento ególatra, sirven para desarticular el tabú. El tabú del SIDA, de las mujeres maltratadas, de los drogodependientes, de la prostitución. Y por otra parte, no hay filtros en esta cinta a pesar de estar realizada en connivencia con la artista. No se observan líneas rojas. La mano de Poitras ordena todo este caos de forma prodigiosa haciendo resaltar la belleza frente al dolor.

Sin traicionar su ética la realizadora de My Country, My Country se acerca a la obra de la artista con un propósito claro. Hacer visible la lucha de una mujer que encontró en la fotografía un dispositivo que registra el hecho y sirve de termómetro social, que visibiliza la otra cara de América. Pero no solo eso, el propósito central de este documental es poner de relieve la lucha de los últimos años de Nan Goldin. Esta busca saldar cuentas y quitarles la careta de filántropos del arte a los responsables de miles de muertes en EEUU al comercializar un medicamento, el OxyContin, vinculado a la familia Sackler. La forma en que todas estas piezas conforman un retrato estelar, que irradia continuamente, es una demostración de poder. Poitras ha llegado a la cúspide de su carrera.
 

Consulta los ESTRENOS DE LA CARTELERA DE CINE DEL 2023 con valoraciones de películas