Rosana G. Alonso
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La película inaugural de la Berlinale, ‘She Came to Me’, estalla radiante renovando la comedia romántica sin prejuicios de ningún tipo

She Came to Me | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película She Came to Me | StyleFeelFree. SFF magazine

Inaugurando la 73 edición de la Berlinale She Came to Me, dirigida y escrita por Rebecca Miller, dio el pistoletazo de salida asentando las bases de un género, el de la comedia romántica, que se renueva. Arrolladora y sorprendentemente liviana, a pesar de que la escritura tiene su dificultad, la cinta lidia con conflictos generacionales y neurosis emocionales. Para ello, una de las grandes bazas con las que cuenta es un elenco ecléctico que activa los resortes necesarios para que las dinámicas sociales estallen y se resuelvan por sí mismas como si se tratase de una obra de Shakespeare. Cuando las temáticas sentimentales están explorando, sin miedo a quedarse anticuadas, las crisis que nos atraviesan, Miller, sabiamente, compone una ópera moderna inspirada en su propia trama. Salpicada por un entramado de situaciones que definen un momento muy concreto de nuestra contemporaneidad, no hay nada que esté fuera de lugar. Y esto, a pesar de que los retos son importantes.

Una de las complejidades que afronta She Came to Me atañe a los personajes. Rebecca Miller huye del estereotipo cayendo, casi inevitablemente, en él. Pero coloreando a un conjunto de figuras que, aparentemente, no tienen nada en común. Aquí encontramos al matrimonio que forman un compositor de ópera (Peter Dinklage), que está atravesando un difícil episodio que afecta a su creatividad, y una psiquiatra obsesionada con la limpieza (Anne Hathaway). Entre ellos hay una distancia enorme, aunque la comodidad de sus vidas apenas deja ver la fractura alimentada por una cotidianidad que devora todo a su paso. Con la pareja vive su hijo adoptivo que, al mismo tiempo, está manteniendo una relación con una chica dos años menor. Él tiene 16, ella 14. Nada insalvable. Se quieren y viven su historia con la espontaneidad y el narcisismo que caracteriza a las generaciones más jóvenes. Esto contrarresta con cómo viven las pasiones los que enfrentan su mediana edad.

Sin entrar en pormenores haciendo spoiler que arruinaría una película con una cadencia efusiva y un discurrir sin prejuicios que reivindica lo kitsch, She Came to Me observa, diagnostica y reconstituye. Es un ejercicio de terapia emocional que avanza sin temor. El resultado es óptimo porque logra su cometido. Celebrar la vida y el amor a pesar de todas las dificultades y cargas que se suman a lo largo de un proceso vital que experimenta los conflictos más espinosos en ese punto de inflexión que suponen los cuarenta o cincuenta. Cómo, llegados al desenlace, cada cual gestione lo que Miller propone dependerá del estado emocional individual de cada uno. Independientemente de esto, diría que Miller se recrea en la fábula que libera y busca resolver el embrollo al que se abandona con el menor perjuicio. No hay drama, es un filme que sube un grado la ingenuidad como declaración de intenciones. En el contraste generacional, está claro quién entiende mejor el fluir de los tiempos y la insignificancia de la existencia.