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Para hablar de una memoria palpitante e inmortal Maite Alberdi, en ‘La memoria infinita’, alcanza el cenit de la ternura
La película que obtuvo el Gran Premio del Jurado en el festival Sundance, La memoria infinita de Maite Alberdi, emociona allá donde vaya. En la Berlinale, donde participa en la sección Panorama, nunca vi a un público tan entregado. Los espectadores que nos congregamos en la enorme sala del Kino International para verla nos levantamos, sin excepción, a aplaudir emocionados tras su proyección. Lo que pasaba por ser, únicamente, un testimonio doloroso sobre el avance del Alzheimer, cautiva por cómo Maite logra hacer de la ternura, el humor y el recuerdo elementos que cohesionan un relato que reconforta. Por la calidez humana que hace del cuidado un signo de amor que borra las barreras del olvido causado por la enfermedad.
Los protagonistas de esta narración son la pareja que conforman Augusto Góngora y Paulina Urrutia. Él, reconocido periodista y escritor chileno, ávido lector, está empezando a olvidar. El hombre que plantó cara a la dictadura chilena a través de sus publicaciones, el hombre que hizo de la memoria una bandera que ondear y habló de la necesidad de reconstituir la memoria emocional, irónicamente, comienza un proceso de desmemoria que inició en 2014 cuando le diagnosticaron Alzheimer. La que lo acompaña, la que lo cuida, la que busca preservar sus recuerdos, es Pauli —como ella se presenta—, actriz y exministra de Cultura de Chile. Llevan juntos más de 20 años y en estos momentos tan difíciles, especialmente para ella, que es la que sostiene la relación, su amor muestra una fortaleza a prueba de todo. Esta conexión íntima, llena de momentos enternecedores, es lo que permea un filme repleto de magia.
Colmada de decisiones que suman, La memoria infinita, haciendo efectivo su título, habla de una memoria palpitante e inmortal a través de la herencia. Por eso, el filme se sustenta como homenaje al legado de Augusto Góngora. A través de él Alberdi hace una reconstrucción de la historia chilena, marcada por los años de dictadura, hasta llegar a la actualidad más reciente que culmina con la pandemia del COVID. A partir de este momento, el escritor empieza a estar cada vez más debilitado y la película avanza, junto con la enfermedad, acentuando su carga dramática. Las escenas son más intensas y los altibajos se suceden. Para asistir todo esto la música se vuelve imprescindible. Con ella, se rememora lo que ya no puede ser, lo que inevitablemente se escapa entre los dedos. Nunca el tema Burbujas de amor tuvo tanto sentido y oportunidad. Maite Alberdi sabe cómo tocar al espectador.