Rosana G. Alonso
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Ensayo de lo humano en simbiosis con la naturaleza ‘Mannvirki’, de Gústav Geir Bollason, es prodigiosa en su interés de ordenar la entropía para transformarla en paisaje poético

Mannvirki | IFFR 2023 | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Mannvirki | StyleFeelFree. SFF magazine

Tras Carcasse, que estuvo en el IFFR en la sección Bright Future en el año 2017, el artista visual Gústav Geir Bollason vuelve al festival de Róterdam con Mannvirki. En este caso, su pieza participa en la sección oficial que compite por el Tigre. Nuevamente, el islandés imagina un mundo post-capitalista en el que lo humano se confunde con el paisaje como si fuese un liquen en proceso simbiótico. Es la vida en una extraña fase en la que el deseo parece estar alienado con las prioridades básicas de una subsistencia arraigada a una pequeña comunidad de supervivientes. Con un aire tarkovskiano, en cambio la opresión propia de Solaris deja paso a una calma distendida y extraña que crea un vínculo entre espectador-obra difícilmente imitable. La arquitectura del paisaje que imagina Bollason permite recorrer la cinta en un estado de embriaguez que eclipsa desde el primer encuentro con la imagen.

Ensayo de la humanidad en un imaginable futuro que abre el paso para las películas de ciencia-ficción existencial, Mannvirki es prodigiosa. Poema visual que avanza sin esfuerzo creando estructuras fílmicas de una consistencia ingrávida, el discurso está intrínseco al montaje y la puesta en valor del hallazgo. La sutileza de la edición, que engarza elementos afines en su propósito de tejer un concepto suprafílmico, no deja lugar a dudas. El camino del cine de autor pasa por aquí. Por la capacidad de crear piezas objetivadas, de exquisita belleza, en las que el creador se sabe un instrumento ultrasensible que capta lo unitario para originar conjuntos consistentes y libres a la imaginación. En un lugar intermedio entre la ficción y lo documental el cineasta se aleja de la obra y parece contemplarla desde lejos. Como observador, su reto está en ordenar la entropía y, al mismo tiempo, mostrarla sin aparatosos procedimientos.

El resultado de todo esto es de una delicadeza absoluta. Ello no implica que la abstracción diluya la intención. La robustez del trazado se palpa y permite seguir el hilo de una narración que se nutre de lo etnográfico para configurar un nuevo mundo imaginado que bien le hubiese servido a Cronenberg de inspiración para su plastificada, y adaptada al mercado, Crimes of the Future. Cabe considerar que Mannvirki significa estructura o edificio. Y sobre esta base la película se construye. Literalmente, es una construcción. Compuesta en dos segmentos, la primera está dedicada a la persona y la segunda al concepto de fortaleza. De esto trata precisamente el filme. Muestra personas en un edificio que en algún momento fue sólido. Pero ahora está abandonado y no sabemos muy bien qué es. Si bien, no importa demasiado porque esta incertidumbre dibuja la irrealidad en la que todo está sumido.