Pedro Navarro
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Empleando a no actores como protagonistas, Neus Ballús hibrida ficción y cine de lo real en ‘Seis días corrientes’, su última película

Seis días corrientes | StyleFeelFree
Imagen de la película Seis días corrientes | StyleFeelFree

Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado. Esos son los episodios en los que divide Neus Ballús su última película, Seis días corrientes. Una cinta en la que vuelve a jugar con la hibridación de géneros, apostando por un dispositivo cercano al cine documental, pero aplicándole herramientas ficcionales. En este sentido, trabaja desde la realidad de su elenco formado por no actores, es decir, por personas que se interpretan a sí mismas. Lo hace, además, con una comedia ligera de tono costumbrista y cercano que enrosca y retuerce hasta el hilarante surrealismo. De fondo hay, también, un evidente e inevitable poso de cine social que deja un mensaje optimista.

Los personajes principales son tres manitas, entre fontaneros y electricistas, que trabajan a domicilio en las afueras de Barcelona. Por un lado están Valero, un charlatán de buen comer, y Pep, su veterano y meticuloso compañero que está a punto de jubilarse. Por otro, el recién llegado Moha, un migrante marroquí que comienza ese lunes su semana de prueba en la empresa. A ellos les acompañamos en sus quehaceres cotidianos, que van de lo personal y familiar a lo laboral. Es en este último plano en donde más se centra la narración.

El planteamiento de la cinta es similar en cada una de las jornadas, girando siempre en torno a la visita a un cliente. Allí, en la casa de éste, el trío trata de hacer frente a una reparación mientras comienzan a surgir situaciones inesperadas que rozan el absurdo. En contraste, es la autenticidad de sus protagonistas lo que da verosimilitud a la historia, anclándola a la realidad. Así, acompañando a este peculiar grupo de fontaneros, Ballús acerca al espectador a las vidas de los habitantes de Barcelona. Una aproximación en la que pasamos de sentirnos voyeurs, observando con timidez desde balcones y ventanas, a cálidos invitados. Y es que mientras los personajes van abriendo sus casas, sus hogares, a desconocidos, para nosotros éstos se vuelven cada vez más cercanos.

Sin embargo, aunque en la cinta la realizadora catalana retrata Barcelona como pluricultural, multiétnica y políglota, también la presenta como un espacio hostil. Una ciudad de balcones y terrazas abiertas a la calle, pero con personas que giran la espalda al vecino. Con humanismo, la película toca temas como el machismo, el racismo y la integración de los migrantes. Unas problemáticas que aborda desde la incomunicación que debe enfrentar una sociedad global que, aun teniendo la capacidad de entenderse, carece de ganas para hacerlo. Así, Seis días corrientes nos enseña que solo aceptando al otro, al distinto y diferente, podemos llegar a vivir en armonía. En definitiva, que debemos esforzarnos por entendernos para lograr convivir.
 

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