Francesc Tosquelles. Sanar, desde lo colectivo 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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El Museo Reina Sofía propone una exposición colectiva en torno al psiquiatra Francesc Tosquelles con la que sitúa el epicentro del Art Brut

Rondaba el año 1948 y Jean Dubuffet presentó en París, en la galería Drouin de la Place Vendôme, una exposición que conjugaba el arte que hacían enfermos mentales con el de artistas exiliados en Francia. Este hecho es de sobra conocido en los circuitos artísticos. Pero lo que apenas se sabe es que detrás de toda esta idea que consagró al movimiento del Art Brut es que se encontraba un psiquiatra catalán. Francesc Tosquelles (Reus, 1912 – Francia, 1994) fue el psiquiatra, la persona, que entendió que había que “humanizar la condición humana de la locura”. Esto llevaba, por otra parte, a “problematizar los otros conceptos de normalidad”. Son afirmaciones que expresa Joana Masó que junto a Carles Guerra ha ideado una exposición que ya ha pasado por Les Abattoirs y el CCCB de Barcelona.

Ahora, en el Reina, el relato colectivo que protagoniza Francesc Tosquelles está estructurado en 11 salas que comienzan en la pequeña Viena que es como llamaba Tosquelles a Barcelona en los años anteriores a la Guerra Civil Española. Con la proclamación de la República comenzaron a llegar a la Ciudad Condal psiquiatras y psicoanalistas de Europa central que huían del antisemitismo. En esta coyuntura se formó el psiquiatra catalán que, en 1932, ya estaba poniendo en práctica su método lacaniano en el Institut Pere Mata. Sus prácticas estaban orientadas a evitar el aislamiento social de los pacientes. Para ello, implicaba no solo a la comunidad médica, sino también a personal no profesional de la sociedad civil, en un festín de la cultura. Él resumía su experiencia parafraseando a Man Ray así: “bello, como el encuentro fortuito de una máquina de coser con un paraguas sobre una mesa de disección”.
 

Tosquelles, activista de la supervivencia

La exposición Como una máquina de coser en un campo de trigo se apropia de la sentencia que asumía Tosquelles como propia. Fue así como ocupó su rol que se evidencia en el campo de refugiados de Septfonds, a partir de 1939, donde organiza una unidad de psiquiatría. Aquí se reunieron varios miles de republicanos españoles exiliados en Francia tras la derrota de la República. De esta época se recupera una obra de José Roa, Camp de Judes, Group d’hommes à la toilette, que se puede ver en este recorrido. Es una escena jovial y casi idílica que desafía el concepto de campo de refugiados. A través de ella podemos comprender de qué forma la psiquiatría convive en armonía con el entorno buscando un abrazo social que no es excluyente.

Al mismo tiempo, es posible ver que Septfonds le serviría a Tosquelles de preámbulo para lo que luego implementaría en el Hospital de Saint-Alban, donde trabajó desde 1940 hasta 1962. Es la prueba de que es capaz de enfrentarse y “superar esos graves momentos de deshumanización”, resalta Carles Guerra. Y a pesar de lo que pudiera parecer, Tosquelles no era partidario de la antipsiquiatría, explica Guerra. El co-comisario asegura que “Él siempre reivindicó la pervivencia de la institución porque era el lugar común, lo que constituía una institución participada”. Asimismo, también planteaba la institución como “una institución susceptible de corregirse”. Es por eso que su trabajo es muy importante ya que su metodología ha servido de modelo para la psicoterapia institucional.

Precisamente, la experiencia colectiva se manifiesta en esta exposición en el Museo Reina Sofía. En las salas de la tercera planta el cine, el arte y la escritura escriben un relato opacado por la historiografía que formula no una, sino varias preguntas que sostiene en el aire Joana Masó. ¿Dónde está la enfermedad? ¿Dónde está la locura? Ella misma responde atendiendo a las declaraciones de Tosquelles que consideraba que la gran figura de enfermo se encontraba en el psiquiatra. De ahí que toda su trayectoria estuvo enfocada en “desmotar esa línea entre normalidad y patología”, asevera Masó. Una línea que, por lo demás, borrra las fronteras entre los artistas de la vanguardia y los internos del hospital incentivados a crear para sanar. Aquí no hay jerarquías entre Joan Miró, Dalí, Jean Dubuffet o Karel Appel y pacientes como Marguerite Sirvins o Auguste Forestier. El arte, en esencia, solo puede ser puro.