Rosana G. Alonso
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El drama que atraviesa ‘El acontecimiento’, de Audrey Diwan, se convierte en batalla contra el tiempo que es preciso ganar si las mujeres queremos aspirar a una emancipación real

El acontecimiento | StyleFeelFree
Imagen de la película El acontecimiento | StyleFeelFree

La legislación sobre la práctica del aborto sigue siendo un tema controvertido en pleno siglo XXI. Hace poco más de un año Argentina aprobaba una ley que confería legalidad al aborto y lo protegía asegurando que pudiese ser una práctica gratuita. Pero su camino para llegar a conseguirlo no estuvo exento de problemas. Todavía se puede oír el ruido de las feministas alzando su voz para que esto ocurriera. Y aunque parezca casi extraño que a día de hoy siga habiendo voces que quieran coartar los derechos legítimos de las mujeres, a las luchas feministas les quedan muchas batallas por librar. Ocurre que sigue habiendo estados restrictivos como el de Texas, en Estados Unidos, que recientemente aprobó una ley que prácticamente prohíbe el aborto. Ante esta coyuntura, El acontecimiento de Audrey Diwan, la película que adapta el libro homónimo de Annie Ernaux, se posiciona rotundamente con un realismo que desarma.

La veracidad es el eslabón que condensa una película que sin ser abiertamente de denuncia descarna los hechos para enfrentarnos a ellos. Para ello, el personaje de Anne es clave. Es una joven que no quiere estar supeditada a las demandas de su cuerpo sino que pretende ejercer el control sobre él. Su emancipación depende de ello. La decisión que en un momento determinado tiene que tomar, arriesgando su vida, oscila entre estar sometida o tomar las riendas de su trayectoria vital. El segundo camino en una Francia, en los años sesenta, que ondeaba engañosamente la bandera de la libertad, no era fácil. Si miramos atrás comprenderemos la coyuntura real. La mujer francesa en 1960 hacía tan solo quince años que había conquistado su derecho al voto. No viene mal recordar que el estado francés fue de los últimos estados europeos en concederle a la mujer tal derecho.

Tratando de no desviar la atención ni un milímetro de su actriz principal, Diwan logra su cometido. Cautivar a la audiencia con su descomunal puesta en escena de un drama que enfrenta como si fuera una batalla que es preciso ganar. Y para ello todo el peso recae en Anamaria Vartolomei que se sabe con la obligación de defender un personaje con una determinación aplastante. Si titubea o da un paso atrás está perdida. Pero, ¿cómo mostrar esta actitud sin recurrir al chantaje emocional? El ascetismo de El acontecimiento y, al mismo tiempo, esa complicidad en femenino que fraterniza con Las niñas de Pilar Palomero es ineludible. Sin paternalismos, la obligada aspereza de este filme indaga en las causas y consecuencias de una compleja autodeterminación. Y lo hace a través de un personaje principal que abandera una causa que es demanda popular de mujeres libres e iguales.

No hay lugar a dudas. El acontecimiento, aunque en los modos no adopta una narración puramente contemporánea, tiene un discurso necesario que es intrínseco a la acción. Pero sobre todo, aspira a la dignidad. Su mirada entroniza las luchas feministas. Solo por eso es esencial. Es una cinta que poco tiene que ver con 4 meses, 3 semanas, 2 días de Cristian Mungiu aunque ambas tengan la misma temática. De hecho, la propuesta del rumano, magistralmente elaborada, no puede evitar cierta condescendencia. En cambio, Diwan toma la novela de Ernaux, una escritora cuya literatura está muy solicitada actualmente para el cine —véase, Pura pasión— con la voluntad de hacer de ella un remanente para un plan de choque. Tenemos que estar alerta ya no solo para aspirar a más libertad y justicia, sino para conservar lo que hemos logrado hasta ahora. Y para ello, es preciso mirar de frente.
 

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