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Acercándonos al final, la jornada cuarta del IFFR 2021 nos ofrece diversos itinerarios con discursos en torno al género, el mito y el descubrimiento de la sexualidad
Si algo podríamos destacar del día 4 del IFFR 2021 en la sección Tiger Competition es la variedad discursiva, que no obstante encuadra imponentes personajes femeninos. El más destacable es el que protagoniza Black Medusa de Youssef Chebbi e Ismaël, un thriller de fantasía que pasa por los géneros y las formas con tanta libertad, que es difícil situarla. En un blanco y negro que se entiende como representación de la noche pero agota la mirada, es una película interesante como idea, pero que fracasa en su impetuosidad. Es la historia de Nada, una mujer a través de la cual contemplamos la noche tunecina, para descubrir su rabia. Como el Ángel de venganza de Abel Ferrara, o la protagonista de El Cairo 678 de Mohamed Diab, pero en versión queer, es un retrato que desafía el estatus patriarcal con una vehemencia, por momentos, redundante.
Más concurrida es la perspectiva de Norika Sefa en Looking for Venera. No es una cinta que sorprenda ni en temática ni en sus decisiones artísticas, pero sale airosa y se disfruta. Retrata la vida de una adolescente, Venera, despertando a los primeros deseos y buscando su identidad. En esta exploración la acompañará otro personaje femenino interpretado por Rozafa Celaj, a quien descubrimos asombrados en una interpretación muy similar en Aga’s House de Lendita Zeqiraj. Advertir cómo el camino de las dos jóvenes se bifurca al final, ofreciéndonos distintas percepciones de su viaje de madurez, es lo más gratificante de una cinta que busca reafirmarse sellando composiciones para el deleite. La cineasta kosovar apunta maneras, y habrá que ver cómo evoluciona.
En contraposición a estas mujeres el filme Liborio, del dominicano Nino Martínez Sosa, se centra en una figura masculina de poderosa presencia. El relato que se presenta aquí está basado en una historia real que protagonizó un campesino que a principios del siglo XX armó una comunidad religiosa en la frontera dominicano-haitiana, siendo asesinado por las fuerzas de ocupación estadounidenses. Como narración que se expande más allá de su fuero interno, es portentosa. Se puede entender como una oración a la memoria colectiva, a la comunidad y a la tierra sagrada donde decidimos permanecer. Con todos estos conceptos se construye un mito manifiesto en la última escena. Hay voluntad de dejar patente lo simbólico. Por ello, se resiente, en algún momento, que las interpretaciones quieran exceder su propio cometido de encuadrar una visión representativa.