Inés Ferreirós Orihuel
Últimas entradas de Inés Ferreirós Orihuel (ver todo)

La vida de la escritora Banine ha sido devuelta a la superficie tras décadas en el olvido. Varias editoriales europeas, incluida Siruela, han traducido y publicado sus memorias

Banine | StyleFeelFree
Imagen de Banine (El-Banu Äsâdullayeva) | StyleFeelFree

La primera novela autobiográfica de Umm El-Banu Assadoullayeva (Bakú, 1905 – París, 1992), escritora conocida como Banine, huele a té y a azufre. Siruela la publica por primera vez en español, desde el verano pasado. Las editoriales Pushkin y Nero Pozzi hacen lo propio en inglés e italiano, (re)descubriendo así a esta autora para el público lector. Hija de petroleros azerbaiyanos, narra en Los días del Cáucaso su recorrido hasta el momento en el que se exilia en Francia. La obra, publicada originalmente en 1945 y en francés, comparte escenario con los relatos de viajes de Maria Iordanidu en Vacaciones en el Cáucaso. También con la clásica novela azerbaiyana Ali y Nino, de Kurban Said. A través de una narración profundamente personal, Banine despliega en su obra los grandes conflictos políticos del siglo XX. Lo hace reflejando, singularmente, tanto la visión occidental sobre Oriente, como la oriental sobre Occidente.

La escritora parece estar en todos los cruces de caminos del siglo pasado, cuyas fechas y lugares marcan su narración. Banine nació en la Bakú de principios de siglo. Nieta de campesinos pobres e hija de multimillonarios, los años de su turbulenta y prematura adolescencia coincidieron con los de la breve República Democrática de Azerbaiján (1918-1920). Fue la pequeña detrás de tres hermanas, con las que se sometió a constantes y tortuosas comparaciones. Comenzó a desplegar su juventud en la Azerbaiján soviética (1920-1991). Emigró después temporalmente a Irán, y luego a Turquía, para finalmente exiliarse en París, donde vivió desde entonces el resto de sus días.

Infancia y primeros años

La mirada y voz de Banine fueron siempre múltiples. Fue criada por una institutriz según las costumbres europeas de la clase alta, hablando en ruso, azerbaiyano y alemán. De pequeña vivió rodeada de todos los lujos imaginables. Aún así, conoció en profundidad la pobreza y costumbres tradicionales de la Azerbaiyán rural, durante las largas temporadas estivales que pasó en su casa de campo familiar. En el mismo palacete que fue el paraíso de verano en su infancia se formó después como comunista, cuando este se hubo convertido en un centro de descanso soviético. Tenía 11 años cuando estalló la Revolución de Octubre.

La familia de la escritora fue perseguida en la época soviética por su fortuna, y por su participación política en la República Democrática de Azerbaiyán. El padre de su madre, de origen humilde y campesino, había tenido la suerte de encontrar petróleo bajo los pastos de sus ovejas. Azar parecido experimentó su abuelo paterno, de forma tal que sus familias se convirtieron en dos de las más acaudaladas del país. Tras la incursión rusa, su suerte se volvió desventura. Banine huyó con su marido de Bakú hacia Turquía. Pasó allí una temporada errante, mientras recopilaban visados europeos. Aunque la riqueza familiar pervivió por algún tiempo en forma de joyas, estas se consumieron intercambiadas por bienes más básicos en el exilio.

Días parisinos: después del exilio

Aunque objetivamente lo fue de destierro, Francia, para la joven Banine, fue la tierra prometida. En el paso de Turquía a Francia consiguió librarse de su marido, al que detestaba. Se había casado muy joven con él, a cambio de que ayudara a su padre a salir de la cárcel. El acuerdo la obligó a rechazar otro matrimonio con un militar ruso al que adoraba. En París se reencuentra con su familia, de la que se hubo de separar durante años. Durante un tiempo se dedicará profesionalmente al modelaje de alta costura, como modo de subsistencia. Mientras, sostenida por los cimientos de su muy temprano amor por la literatura y por su amistad con otros artistas exiliados (Marina Tsetáyeva; Ivan Bunin; Lev Chestov; Ernst Jünger; Nikos Kazantzakis…), empieza a escribir.

Su conexión con Azerbaiyán se mantuvo, a pesar de la lejanía insalvable, constante. Nunca volvió a su lugar natal. Según sus allegados, sufrió durante parte de su vida cierta tendencia a la depresión. La atenazó hasta el día de su muerte en París, sin realmente alcanzarla del todo nunca. Padeció también de pensamientos obsesivo-compulsivos: durante años, la persiguió el recuerdo del olor de la boca de un familiar muerto, cuya hediondez se atribuía a sí misma. Al final de su vida, Banine se convirtió al catolicismo, rechazando parcialmente el comunismo, al que se había adscrito al principio de su vida adulta.

Obra producida por Banine

Lo fascinante y ecléctico de su persona lo tiene por igual su obra: además de novelas (su primera, Nami, data de 1943), publicó un trabajo sociológico (La France étranger, en 1968) y escribió para la prensa. Tradujo, entre otros, a Fiódor Dostoievski. Al final de su vida, escribió varias novelas relacionadas con su fe católica: J’ai choisi l’opium (1959), sobre su conversión al catolicismo, y Ce que Maria m’a raconté (1991), una suerte de evangelio según María. En Jours parisiens (1947), secuela aún no traducida de Los días del Cáucaso, nos regala sus relatos de madurez. En este caso, se sustituye como telón de fondo al Cáucaso por la efervescencia magnética de la vanguardia parisina de mediados del siglo XX.