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El género de naturaleza muerta tiene un nuevo ciclo de vida, adaptado a nuevas técnicas, y fomentado a través de plataformas digitales
Posiblemente el concepto de naturaleza muerta siga de alguna forma anclado a algo clásico si no antiguo o rancio. Nada más lejos de la realidad. Con la urgencia de las nuevas técnicas y como cebo sugerente del mercantilismo, la naturaleza muerta asiste a un resurgir sin precedentes. Algo que en los últimos años hemos podido contemplar en redes asistiendo a un desfile, muchas veces organizado, casi siempre colorista y con acusadas reminiscencias pop, que festeja el objeto realzándolo desde una subjetividad intencionada, precisa y tan engañosa como atractiva, absorbente.
¿Qué relación guarda entonces la naturaleza muerta de hoy con la de ayer? Ahora el manejo del color es más obvio y significativo, la realidad hubiese podido ser más efectiva y vívida, pero con el uso de programas informáticos de diseño, muchas veces, se vuelve más artificial, obedece en este sentido más a su condición de naturaleza muerta. Esto lo vemos efectivo en artistas como Sonia Retsch, Andrew B. Myers, Bobby Doherty, Brock Davis —recordando el juego metafórico de Chema Madoz—, Sarah Illenberger o Stephanie Gonot. No obstante, otros artistas como Cindy Wright o Mat Colishaw atienden a una estética que podría ser más clásica desde el punto de vista estético alejándose de estas premisas, si bien, lo hacen contemplando un dramatismo y escenificación que promueven una mirada crítica. En Cindy Wright esta mirada es insólita. Aunque la diferencia con sus contemporáneos estriba también en que sus still lifes están pintados. En la mayoría de los casos, los artistas actuales se mueven en la intersección donde fluye el diseño gráfico con la fotografía y la dirección artística. La industria de la publicidad y el diseño a la que muchos se han incorporado lanzando sugestivos anuncios comerciales para importantes marcas, como es el caso de los trabajos de Anna Lomax para Nike, Topshop o Converse; Brock David en la industria del motor para Harley-Davidson o Porsche o bien Amanda Ringstad para Starbucks o Amazón, han dejado la puerta abierta para que entren unos y otros avivando el debate entre lo que es arte y lo que no. En un momento en el que la difusa línea entre lo comercial y lo artístico parece confundirse si no fundirse, los objetos recuperan su protagonismo desde lo promocional, pero paradójicamente, al mismo tiempo, los mensajes que proyectan estos agitadores visuales, manipuladores lúdicos de lo real, también llevan implícitos otros sugerentes significados que no semejan distanciarse de los discursos artísticos. Algunos se cuestionan el consumo acercándonos a una realidad que nos hace plantearnos nuestro papel como consumidores haciéndonos responsables de nuestras decisiones de compra. Incluso estos mensajes pueden estar inmersos en una banalidad que cuestiona, que busca una proximidad en lo cotidiano, un nuevo canal de comunicación que encuentra en la evidencia un lugar desde el que objetar la propia realidad de los items que intervienen en el proceso. Por ello mismo, en el circuito del arte, estos nuevos valores del género de naturaleza muerta, still life o bodegón también han ocupado un espacio.
Desde lo más lúdico y atendiendo a un sentido de naturaleza muerta que halla en el pop un conducto para la expresión, algunos de estos artistas _que no todos_ sugieren ir tras el fogonazo visual que conecte rápidamente con el espectador buscando de él la aprobación inmediata. En StyleFeelFree también nos hemos dejado seducir por el juego de color, geometría y composición recreativo de la que participan algunos creadores en su regeneración de la naturaleza muerta desde un enfoque contemporáneo.