To the Wonder | ¿Y el amor? 

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Después de la brillante ‘El árbol de la vida’, Terrence Malick estropea ‘To the Wonder’ con unos personajes desbordados que deambulan por una atmósfera, por momentos, irritante

Con To the Wonder, posiblemente, Terrence Malick esté iniciando su etapa más prolífica, a juzgar por el poco lapso de tiempo entre esta cinta y la anterior. El autor de La Delgada línea roja, o más recientemente, la extraordinaria El árbol de la vida, nos invita aquí a hacer una reflexión sobre las relaciones de pareja y el amor en la sociedad moderna. Para ello, recurre a un largometraje planteado, en muchas ocasiones, como si se tratase de un videoclip musical de los años sesenta. Y no precisamente porque la música tenga mucha importancia. La reminiscencia a los sesenta no viene por la música, sino por la imagen, por la estética romántica y a veces empalagosa, que me ha hecho recordar la legendaria Je t’aime… moi nos plus de Serge Gainsbourg y Jane Birkin. Y a pesar de que precisamente esto podría haber sido un detonante vital y original como enfoque, ya que da lugar a una fotografía muy efectista —aunque se abusa de los destellos de luz— no acaba de cuajar por la interpretación de unos personajes desbordados en sus papeles. Estos, a menudo se pierden en ademanes innecesarios. Lo advertimos en la histriónica interpretación de Olga Kurylenko en el personaje de Marina, o el insulso Ben Affleck, demasiado taciturno y esquivo. Eso sin hablar de los malogrados secundarios Javier Bardem y Romina Modello que no acaban de tener un papel a su medida.

No obstante, en el resultado final, al conjugar una fotografía que tiende a lo sublime con diálogos a medio fuelle, silencios, voces en off e incluso el desconcierto de los diferentes idiomas a los que se recurre, se crea una atmósfera que aun siendo por momentos irritante, crea la ansiedad necesaria para transmitir lo difícil que son las relaciones en la época contemporánea. Por otra parte, es una película moderna en el sentido de que recurre a elementos de nuestros tiempos para no defraudar al espectador, que posiblemente se sienta identificado, en algún pasaje, con sus propias experiencias vitales.