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Paseo por la obra de Yayoi Kusama, una de las mayores exponentes del arte japonés contemporáneo, a la que el Museo Reina Sofía le dedica una exhaustiva exposición que explora toda su trayectoria hasta la fecha

Han sido varias visitas al Reina Sofía antes de hacer este post. Primero porque desconocía si la exposición iba a merecer realmente la pena. Si volvería a ser nuevamente una recreación de su universo particular a modo de estancia montada con hinchables recubiertos de lunares o nos mostraría algo más de esta artista tan prolífica. Ya había visto alguna de sus estancias de ensueño en otras exposiciones y quería algo más. Sabía que la obra de la artista era más que eso, pero nunca había tenido la oportunidad de poder apreciarlo de cerca.
Y sí, tengo que elogiar la extraordinaria labor de los comisarios del Reina Sofía en colaboración con la Tate Modern de Londres que me han dado la posibilidad de ver una Yayoi Kusama plena. Por eso, otra de las razones que me hicieron retrasarme en escribir esta entrada, el hecho de olvidarme en alguna ocasión la batería o la cámara, se convirtieron sólo en una excusa para volver a encontrarme con Yayoi.
Yayoi Kusama (Matsumoto, Japón, 1929). Se dice de ella que ha experimentado alucinaciones y pensamientos obsesivos, con inclinaciones hacia el suicido desde la niñez. Incluso se ha dicho que sufrió abusos físicos graves por parte de su madre. Considero que comprender como se ha ido formando la vida de una artista es fundamental para acercarnos mejor a su arte.
Yayoi, que comienza su producción artística en los años cuarenta después de estudiar pintura nihonga en Kioto, pronto comienza a alejarse de los métodos tradicionales buscando fuentes de inspiración en la vanguardia europea y americana. Así, sus primeras obras, son una exploración personal en torno a formas abstractas que evocan fenómenos naturales.
Las superficies, meticulosamente trabajadas, incluyen con frecuencia diminutos detalles jeroglíficos que se han convertido en una parte esencial del vocabulario de formas personal y recurrente de la artista: ojos, puntos, redes afiladas de cilios y formas similares a espermatozoides. Una forma de hacer que define en su autobiografía como “arte que combate en la frontera entre la vida y la muerte y que cuestiona lo que somos y lo que significa vivir y morir”.

Obra: Yayoi Kusama | Foto: © R.Xo para StyleFeelFree

Obra de izq a dcha: Sueño recurrente (1949), Fuego ancestral (1953), Cadáveres (1950) de Yayoi Kusama | | Foto: © R.Xo para StyleFeelFree

Obra: Auto obliteración 1967 de Yayoi Kusama | Foto: © R.Xo para StyleFeelFree
En la década de los sesenta, ya plenamente instalada en Nueva York desde 1957, año en que se mudó a la gran manzana porque como ella reconoció “mi arte necesitaba una libertad más ilimitada y un mundo más amplio”, se introduce en la escena neoyorkina con el handicap de ser mujer y asiática en un mundo predominantemente blanco y masculino. Razón que la lleva a realizar una performance de título Walking Piece en la que aparece ataviada con un kimono y una gran sombrilla, recorriendo calles vacías e industriales hasta encontrarse con un vagabundo. Como el mendigo que encuentra en su camino, ella parece perdida y sin hogar en un paisaje urbano extranjero y descarnado.

Recortes de prensa 60’s | Yayoi Kusama | Foto: © R.Xo para StyleFeelFree
Así mismo, en esta época destacan sus Auto-obliteraciones que recogían el testimonio de la cultura hippie y su apertura hacia la sexualidad, el consumo de drogas y el misticismo. Realizaba performances para las que recurría al body-painting y en las que la participación del público era fundamental, si bien, ella misma se involucraba apareciendo desnuda y pintada con sus característicos lunares. Estas intervenciones han quedado recogidas en la película Kusama’s Self-Obliteracion así como en numerosos artículos de revistas que consolidaron su creciente fama.

Obra de izq a dcha: El hombre (1963), Butaca (1963), Acumulación nº18 de Yayoi Kusama | Foto: © R.Xo para StyleFeelFree
Además, en este período fueron muy notarias sus Esculturas acumulativas que incluían elementos cotidianos cubiertos por una proliferación de falos de tela rellenos y cosidos.

Obra de izq a dcha: Flores y autorretratro (1973), «Yo, que me suicidé» (1977) de Yayoi Kusama |Foto: © R.Xo para StyleFeelFree
Tras la muerte en 1972 de su gran amigo Cornell, muy deteriorada física y mentalmente regresa a su Japón natal donde se estableció como marchante de arte ya que su obra no era muy bien acogida. Sus collages de esta época contienen recortes de revistas y materiales encontrados que el propio Cornell había dado a Kusama antes de su fallecimiento.

Obra: Restos de nieve en el sueño (1982) de Yayoi Kusama | Foto: © R.Xo para StyleFeelFree
En 1977 su vulnerabilidad física y psicológica la llevó a internarse voluntariamente en un hospital psiquiátrico que a día de hoy sigue siendo su hogar, donde además ha desarrollado una carrera literaria en paralelo a su producción artística. Por esta razón, los ochenta han visto un poco mermada su producción.

Obra: El cielo y la tierra (1991) de Yayoi Kusama | Foto: © R.Xo para StyleFeelFree
Ya en los noventa vuelve a reanudar un ritmo más fluido en su trabajo. «Si no fuera por el arte, me habría muerto hace mucho tiempo», ha dicho en bastantes ocasiones. De hecho, sus creaciones pueden entenderse como una terapia frente a su desorden mental.
Y su arte, lejos de desaparecer o de volverse más vacuo sigue emocionándonos porque apela a su forma particular de entender la realidad y la ficción, envueltas ambas en su especial modo de obedecer a una mentalidad obsesiva. No en vano la propia Kusama reivindica su arte como obsesivo.

Obra de izq a dcha: detalle de las obras Suaves son las escaleras que llevan al cielo (1990), Árboles amarillos (1994) de Yayoi Kusama | Foto: © R.Xo para StyleFeelFree
Entre circuitos interminables, conexiones y repeticiones, nos habla de su identidad, en un intento de entender esas obsesiones latentes en su estado anímico.

Obra de izq a dcha: 1. Un cuento azul rebosa mi vida (2009) y abajo, Espero que el amor inagotable por la humanidad envuelva al mundo entero (2009) 2. Ojos míos (2009) 3. Las mujeres esperan al amor pero los hombres se marchan (2009) 4. Lo dice todo del mundo de la gente y espera la llegada de la paz (2010) | Yayoi Kusama | Foto: © R.Xo para StyleFeelFree
Podemos leer en sus piezas mensajes que obedecen a sus patrones mentales y que nos conducen a la delgada línea que separa el bien del mal, la cordura de la enajenación, la obstinación de la libertad, la represión del libertinaje.
También existe un claro contenido psicológico y sexual.

Obra: Estoy aquí, pero nada (2000-2008) – pegatinas de puntos, luces ultravioleta fluorescentes, mobiliario y objetos domésticos de Yayoi Kusama | Foto: © R.Xo para StyleFeelFree
Aunque se ha catalogado su obra como feminista, minimalista, surrealista, arte bruto, pop y expresionismo abstracto, de lo que no cabe duda es que su arte es onírico y emocional. Como si en cada una de sus repeticiones estuviese pidiéndonos un poco de afecto, su obra transmite soledad, alineación y desesperanza.

Obra: Estoy aquí, pero nada (2000-2008) de Yayoi Kusama | Foto: © R.Xo para StyleFeelFree
Porque Yayoi siempre será una niña jugando en un mundo de adultos, un mundo que ella tuvo que crear a su medida para protegerse.
