Rosana G. Alonso
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La artista suiza Miriam Cahn, en el Museo Reina Sofía, escribe un relato sobre las dinámicas del poder y la tragedia de ser carne

Miriam Cahn | StyleFeelFree
Obra de la artista © Miriam Cahn en la exposición todo es igualmente importante en el Museo Reina Sofía | Foto: © StyleFeelFree

Apropiándome del sentido que Baudrillard le dio al concepto de simulación y resignificándolo, especulo que vivimos en escenarios hiper-representados que recorremos ataviados con los símbolos de nuestro tiempo, con máscaras que componen la persona. Al mismo tiempo, y en disonancia al concepto jungiano, es perceptible como para los poderes fácticos somos únicamente átomos que conforman micro-sociedades de la transparencia, fácilmente clasificables por categorías. Las jerarquías de la información y la socialización han descubierto nuevas técnicas de dominio. Y en este contexto, en el que hemos dejado de ser —conscientes del entramado, o inconscientes autómatas— también nos hemos brutalizado.

Imbuidos por una realidad-ficción. Vulnerables, cárnicos y perecederos como somos, para tratar de sobrevivir a nuestro tiempo, nos hemos puesto a la defensiva. Los unos contra los otros. La dialéctica de opuestos es la dialéctica de la guerra. Y ese razonamiento, tan evidente hoy, es el argumento que llevan, desde los años sesenta, construyendo las artistas feministas que se acogieron a los subterfugios de un campo de batalla. No tanto para ocupar el lugar hegemónico del hombre en el arte, sino para estar en su misma línea de juego. Mostrando los procesos de la violencia, como forma de confrontarlos a la realidad, para descifrar sus mecanismos.

Los estados de violencia de la actualidad, no obstante, además de orgánicos, muchas veces son inmateriales e invisibles. Hoy, la construcción de redes se articula principalmente con discursos y diatribas que se lanzan como dádivas para que nos acomodemos en posiciones frente a imaginarios o hipotéticos enemigos. La desconfianza, visible en el gesto, es la moneda de las transacciones sociales. No estar en un campo de ofensiva, implica inmediatamente estar en suelo enemigo. No posicionarse de forma sistémica y adoptar una postura en alguna de las corporaciones de confort diseñadas para ello, implica ser un paria. De ahí que nuestros paisajes comunitarios estén cada vez más desnaturalizados y que muchas veces, como respuesta involuntaria a esto, los apátridas de los sistemas, hayamos perdido el hábito de relacionarnos con desenvoltura, adoptando una constitución de autoinmunidad que acaba autoinfligiéndonos, pero que en compensación, nos mantiene alerta y expectantes.
 

Miriam Cahn | StyleFeelFree

Obra de © Miriam Cahn en la exposición todo es igualmente importante en el Museo Reina Sofía | Foto: © StyleFeelFree

 

Arte feminista para una reordenación del mundo

Volviendo a las artistas feministas que tuvieron una notable presencia en las décadas de los sesenta a los ochenta, conscientes de la responsabilidad de escribir una herstory del arte que las incluyera, término acuñado por la estadounidense Robin Morgan en la década de 1970, evitaron precisamente practicar una perspectiva de vulnerabilidad, visibilizando su presencia real con una carga de manifiesta brutalidad que muchas veces tenía un sesgo pornográfico. La pornografía, cuyo mercado, en el último tercio del siglo XX y todavía hoy, sigue siendo principalmente masculino, se convirtió así en un poderoso arma que arrebataban al heteropatriarcado, buscando subvertir sus significantes. El cuerpo dejaba en consecuencia de ser objeto inerte a ser objeto-sujeto en actividad, que reclamaba el empoderamiento racional y somático de lo femenino, abstrayéndose de un misticismo y excentricidad al que la literatura del arte quería recluir.

Muchas de estas artistas recurrieron a la performance y al videoarte para alcanzar sus fines, ya que de esta manera experimentaban lo corpóreo en su plenitud. Tal es el caso de Ulrike Rosenbach, Friederike Pezold, Valie Export, Marina Abramović o Carolee Schneemann, entre otras. En el terreno de la pintura, el primer referente que viene a colación es la obra Maria Lassnig, que aunque comenzó con la pura abstracción, fue experimentando la realidad sexuada y arrebatada de la figura humana a intervalos. Otro caso, más cercano en el tiempo, es el de Marlene Dumas, de carácter gestual, que prodiga una envergadura conceptual que no encara directamente, como en Snow White and the Broken Arm [Blancanieves y el brazo roto, 1988] o en Waiting (for Meaning) [Esperando (por significado), 1988], buscando de este modo la implicación del espectador.

Cambiando de formato, destacan Sanja Iveković y Marianne Wex. Concretamente esta última realizó un llamativo trabajo fotográfico en Let’s Take Back Our Space: “Female” and “Male” Body Language as a Result of Patriarchal Structures [Recuperemos nuestro espacio: el lenguaje corporal “femenino” y “masculino” como resultado de las estructuras patriarcales, 1977]. Wes confrontó más de 5000 instantáneas de mujeres y hombres que tomó en las calles de Hamburgo, con imágenes de los medios de comunicación y otras fotografías que realizó a esculturas del año 2000 a.C, descubriendo que en su actualidad existían más diferencias entre géneros, que en el período anterior a la Antigüedad clásica.

Miriam Cahn: la fragilidad del medio no es sintomática de una fragilidad interior

exposición, todo es igualmente importante | Museo Reina Sofía | StyleFeelFree
Obra de la artista © Miriam Cahn en la exposición todo es igualmente importante en el Museo Reina Sofía | Foto: © StyleFeelFree

En todo este contexto, el trabajo de Miriam Cahn (Basilea, Suiza. 1949), que hasta mediados de octubre se puede ver en el Museo Reina Sofía de Madrid, es muy significativo porque amalgama pintura y performance en una obra que roza el gesto de Valie Export en su Anktionshose: Genitalpanik [Pantalones de acción: Pánico genital, 1969]. Si bien, una de sus obras más ejemplares que responde al título de Le milieu du monde es una extensión de L’Origine du monde [El Origen del mundo, 1866] de Gustave Courbet. Sin embargo, el gesto pornográfico en gran parte de la producción de Cahn, remodelado en una figuración abstracta de la carne, es en realidad un gesto de redefinición y abolición.

Por contradictorio que parezca, abolición, en primer término, del género, evitando al mismo tiempo lo andrógino, respondiendo a una concepción del mundo violentamente dual. Abolición de las connotaciones asociadas a la práctica femenina, aborreciendo la incertidumbre, lo equívoco, o la ambigüedad. Abolición de la autoría, convirtiéndose la propia autora, en instrumento que capta la energía de su presente. Y abolición, en última instancia, de cualquier asociación que se le pueda implementar a lo que considera una estricta ordenación del mundo biográfica.

De trazos absolutamente impetuosos y despersonalizados, las pinturas de Miriam Cahn, a pesar de su fragilidad, por el formato que las sostienen, son poderosamente elocuentes de una voluntad. Para empezar, la voluntad de ocupar una posición central como espejo de la contemporaneidad. La suiza es consciente de su anhelo que la lleva a mirarse más en Picasso, que en otros artistas de su generación. Lo racionaliza verbalmente cuando explica su obra, su visión del arte y sus necesidades vitales para seguir produciendo. Pero al mismo tiempo, su plena inmersión en lo que hace, trasciende su racionalidad previa situándola como reproductora de un dictado interior. Ello, inevitablemente, nos lleva a pensar en la práctica de Jeanne Tripier, una creadora marginal que recluida los últimos años de su vida en un hospital psiquiátrico, realizó una serie de obras en un proceso en el que perdía la voluntad propia.

La práctica de Miriam Cahn difiere, por lo demás, mucho de la de Jeanne Tripier, y sus condiciones y condicionantes más aún. En ella vemos su trabajo como un medio para hacer un relato de las brutalidades de lo vivo sobre lo vivo. En todo esto, no adopta un enfoque evasivo, aunque en ocasiones pudiera parecerlo. Y mucho menos se revela como víctima. Es una observadora de un mundo que busca superar la fragilidad, si es necesario, y lo es, con la estética de una violencia que opera en nuestro mundo real de las apariencias. Su relato es la historia de las guerras del mundo, de los desplazados, de los nuevos feminismos y de todo lo orgánico que busca mantenerse así, incluso si para ello ha de adoptar un punto de vista que privilegie el sadismo.

Y es, además, la historia que estamos construyendo a través de las dinámicas del poder y la tragedia de ser carne. Aquí, decididamente, es donde advertimos su enorme impronta, que supera su estatus creador. El arte de Cahn es un arte que se expande en todo su esplendor en la mirada del observador extasiado por un ejercicio que sobrepasa a la propia artista… y se ilumina contemplándolo en la distancia, donde sus dibujos a la creta negra nos conducen al Infierno de la Divina Comedia de la vida.
 

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Detalle de una obra de Miriam Cahn en la exposición todo es igualmente importante en el Museo Reina Sofía | Foto: © StyleFeelFree

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Obra de © Miriam Cahn en la exposición todo es igualmente importante en el Museo Reina Sofía | Foto: © StyleFeelFree

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La artista Miriam Cahn señalando una de sus obras en la exposición todo es igualmente importante en el Museo Reina Sofía | Foto: Yolanda G. Alonso para © StyleFeelFree

DATOS DE INTERÉS
Título: todo es igualmente importante
Artista: Miriam Cahn
Comisariado: Ana Ara y Fernando López
Coordinación: Fernando López
Lugar: Museo Reina Sofía. Edificio Sabatini, 3ª planta
Fechas: 4 de junio de 2019 – 14 de octubre de 2019
Horario: Abierto todos los días excepto los martes (consultar el horario en la web del museo)
Precio [entrada a exposición]: 10 € la entrada individual general en taquilla (consultar otros precios en la web del museo)
Actividades: Encuentro con Miriam Cahn que incluye un recorrido por la exposición tras una inscripción previa. Actividad finalizada el 4 de junio