Rosana G. Alonso
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Aunque la energía tiende a corroborar el título de la película, ‘Ruido de fondo’ recoge el estado de ánimo que define el tiempo actual

Ruido de fondo | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Ruido de fondo | StyleFeelFree. SFF magazine

Adaptación de la novela homónima de Don DeLillo, Ruido de fondo es tan frenética como sugiere su título. Al borde del acantilado, tratando de mantener el tono sin perder el ritmo, Noah Baumbach afianza con esta película una carrera cinematográfica que, en los últimos años, ha tratado de conectar con una conciencia social en permanente cambio. No obstante, sus obras han fluctuado mucho y algunas veces se ha desviado en su intento de complacer a la audiencia.

Con este último ejercicio, tras la magistral dirección de actores de Historias de un matrimonio, vuelve a atinar en la composición de unos personajes principales con los que no arriesga. Adam Driver y Greta Gerwig son un valor seguro en su cinematografía. Pero la acción a veces se resiente. Y aún así, a pesar de los continuos desvíos tonales que emborrachan la cinta y de sus valores implícitos que orientan la mirada, recoge muy bien un estado de ánimo que define el tiempo actual.

La pandemia del COVID-19 ha sido, y seguirá siendo, uno de los acontecimientos claves para entender el primer cuarto del siglo XXI. Sin embargo, todavía no logramos ver cuál ha sido, realmente, su impacto. Lo que está claro es que ha puesto en valor nuestras relaciones y vida social. La familia también vuelve a estar en el epicentro. Y en ella, Baumbach se complace para componer un hogar tan delirante como entrañable. Los hijos de la nueva pareja que conforman los protagonistas se mueven por el espacio reclamando atención, mientras el ruido impregna todo. Se percibe una idea festiva de la familia como lugar en el que confluyen las generaciones y se afianzan, además, los estereotipos. Algo de lo que no puede huir el realizador de Una historia de Brooklyn. Por más que pretenda darle voz a Gerwig, al final resulta ser un personaje que no puede evitar cierto histrionismo y pasividad.

Con todo, aunque con cierto caos, la vida es un lugar demasiado confortable y el humor se cuela en este espacio para relativizar y banalizar cada acto. Al fin y al cabo, nuestra experiencia puede ser banal y trivial hasta que un acontecimiento, un temor existencial se confirma y cambia nuestra perspectiva del momento presente. Eso es lo que hace que Ruido de fondo altere su dinámica acelerando su pulso hacia un torbellino sin salida. Lo que las autoridades consideran como un evento tóxico en el aire acaba también por sacudir a la película. No hay marcha atrás.

La energía se precipita y los delirios de Baumbach terminan por configurar un collage en el que nos encontramos con Lynch, Aronofsky y Cronenberg en un duelo final en el que todo vale. La fórmula, pese a ello, funciona y hay demasiados asuntos sobre los que pensar que pueden pasar desapercibidos. Sin ir más lejos, la dialéctica del in (dentro) en la habitación de hotel no deja lugar a dudas. ¿Cuáles son las reglas que aceptamos?
 

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