Rosana G. Alonso
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Tras un año y medio cerrado, el Museo del Traje de Madrid —Centro de Investigación del Patrimonio Etnológico— reabre sus puertas, con entrada gratuita, hasta el próximo 30 de diciembre

Manuel Piña | Reapertura del Museo del Traje | StyleFeelFree
Vista de vitrina dedicada a Manuel Piña | Fotografía: R.Xo para © StyleFeelFree | Reapertura del Museo del Traje | StyleFeelFree

La reapertura del Museo del Traje que llevaba cerrado desde marzo del 2020, justo antes de declararse el estado de alarma, ya es un hecho. Ha trascurrido año y medio desde entonces y en este tiempo se ha acondicionado el edificio y reestructurado toda la colección permanente. Ahora, la cara que presenta propone un recorrido con un discurso nuevo y abordando temas en los que llevaba tiempo trabajando. Así lo manifiesta su directora, Helena López del Hierro, que explica que aunque en un principio pensaban hacer únicamente “una reestructuración puntual, en concreto del siglo XVIII, pronto se convirtió en un proyecto global de toda la exposición permanente”.

López del Hierro también matiza que el proyecto no ha estado exento de dificultades, ya que “todo el trabajo previo de reelaboración del discurso ha sido teórico y bastante aspiracional”. Lo que ocurrió es que hasta que las obras no terminaron, en junio, el equipo no pudo ver y cotejar las piezas físicamente para ver su estado de conservación, en los almacenes, y comprobar que todo aquello que habían imaginado era viable en la práctica. Y lo era. El proyecto, impulsado por Juan Gutiérrez, responsable del área contemporánea del Museo, podía llevarse a la práctica.

Reactivación del discurso

Con un marco cronológico que se sitúa entre 1700 y el año 2000, y alrededor de 1500 piezas, lo que ahora tenemos ocasión de ver es un enfoque transversal. Desde este punto de vista, explica la directora del Museo que se analizó “el fenómeno de las modas, su producción, su difusión y el papel que tienen los coleccionistas de moda en las grandes colecciones públicas”. También añade que se han introducido piezas contemporáneas para romper los discursos cronológicos y hacer relecturas a la colección. Son piezas donadas por coleccionistas que junto a la variedad de los fondos de la colección del Museo, han contribuido a enriquecer “los contextos que visten los trajes”, matiza. En este sentido, se podrán ver figurines, mobiliario, prensa o cartelería que “permiten ampliar el concepto de moda indumentaria a modas, para evitar considerar el cómo nos vestimos de una forma aislada”, puntualiza.

Por su parte, María Dolores Jiménez-Blanco, Directora General de Bellas Artes, con motivo del acto de inauguración del Museo del Traje expresó su júbilo por una reapertura que “reactiva el diálogo con la sociedad”. Ella señaló “el papel de la indumentaria y la moda en la configuración de nuestra identidad”, destacando “las colecciones como parte de nuestro patrimonio y nuestra memoria”. Además, subrayó que “la moda está cargada de significados y es un canal de comunicación”. Teniendo esto en cuenta, el recorrido que se presenta está dividido en 12 áreas que buscan no solo mostrar, sino aportar conocimiento.

Las antesalas de la moda

Para comenzar, el trayecto propuesto parte de un área cuyo objetivo es enseñar y conservar. Desde este punto cero se introduce al visitante en las funciones primordiales de cualquier museo. Esto es, exponer y conservar. En este tramo también se exhibe una vitrina dedicada exclusivamente a una pieza sobre la que girarán las actividades del mes. Su objetivo es mostrar otra de las funciones imprescindibles del Museo: la investigación. De esta manera, se amplía el estudio y el reconocimiento mostrando fondos que no han sido expuestos, por no encajar en el discurso museológico de la exposición permanente.

A continuación, en esta reapertura del Museo del Traje, se suceden una serie de áreas en las que tienen cabida las claves de los siglos XVIII y XIX. Se plantea la historia de la indumentaria hasta el siglo XVIII, las prendas de influencia francesa dialogando con un modelo de la firma madrileña Oteyza, la moda neoclásica y más adelante, la romántica. Esta última hace una lectura desde los antecedentes del miriñaque a los corsés. Y rompiendo con todo esto, la superficie central está destinada a la indumentaria tradicional. Esta área ofrece un pequeño paréntesis para introducir uno de los tesoros de la colección del Museo. Un espacio que entronca con la Exposición del Traje Regional e Histórico que se celebró en Madrid en el año 1925. Un eje capital en la historiografía española en el que tienen cabida trajes tradicionales, así como sus complementos.

Explica Concha Herranz, encargada de la indumentaria tradicional, que se ha querido mostrar por un lado “la gran riqueza de color que tenemos en el traje tradicional español” y por otro “la gran riqueza de artesanías”. Para abordar esto, se pueden ver desde trajes muy elaborados con motivo de bodas, hasta los adaptados al oficio y el trabajo. También destacan la pervivencia de unas prendas con otras. Es el caso de calzones con pantalones o mantos con mantillas.

De la Belle Époque a la moda de masas

Siguiendo la cronología que marca el estudio de las modas, el siguiente alto en el camino analiza el período conocido como Belle Époque. Este coincide en España con la Restauración borbónica. A partir de este momento la moda aumenta su presencia en paralelo al crecimiento de la actividad comercial, instaurando buena parte de sus estrategias actuales. Esta área da paso a una monográfica a Mariano Fortuny y Madrazo con sus piezas estrella, los Delphos. Aquí se muestra la figura del diseñador y su concepto de la obra de arte total. Es un ejemplo de una visión de la historia que estará presente, de manera constante, en la moda del siglo XX. Ello propiciará cambios en los hábitos indumentarios que marcarán las siguientes décadas.

Entrando ya de lleno en la modernidad de los años veinte hasta los treinta, vemos como en el contexto español hay una convivencia de tradiciones y nuevas costumbres. Por otra parte, se aprecia una gran metamorfosis con la implantación de la moda de baño o la cosmética. Estos nuevos paradigmas estaban asociados a un cambio en la moralidad promovido por la ciencia y la vida nocturna. Conviviendo con esto, y ya en los años treinta, es perceptible también un clima de conflicto social que llevará a la Guerra Civil Española. No obstante, en la posguerra proliferará la Alta Costura. En la reapertura del Museo del Traje se dedica un espacio a las primeras décadas del franquismo, un momento en el que se produce un resurgir de la alta costura que tiene a Cristóbal Balenciaga como un referente internacional.

Prosiguiendo este itinerario, alcanzamos a ver como en los años sesenta hasta los noventa la sociedad española se adapta al modelo de consumo. Por consiguiente, la generalización progresiva de los usos de la moda se extiende a todas las capas sociales y a una gama cada vez más amplia de objetos y comportamientos. Llegando a este término, nos acercamos al broche final que coronan dos de los diseñadores que más desafiaron el status. Se trata de las figuras de Manuel Piña y David Delfín a los que se les dedican sendas vitrinas que vienen también a conmemorar su legado.