Sofía Velázquez

América Latina se ha convertido en un lugar donde el feminicidio y la normalización de la violencia se hacen presentes cada día

Ana Mendieta | Feminicidio | StyleFeelFree
Obra: Alma, silueta de fuego, 1975 de Ana Mendieta | MALBA, Buenos Aires | StyleFeelFree

Un futuro incierto y lleno de temores. Así es la realidad para las mujeres en Latinoamérica. Un continente que se ha pintado de rojo y se ha llenado de cruces rosas. Madres buscando a sus hijas, tribunales sin justicia, y un hartazgo que reina en la región. El feminicidio es el fantasma que recorre el territorio y que aún sin ser nombrado, va cobrando la vida de las mujeres día a día.

En medio de una oración, a la mitad del camino, en un rincón poco alumbrado, en su propio cuarto. Las mujeres se van una a una, sin esperanza, sin justicia, con miedo, en manos de alguien a quien alguna vez amaron, en quien alguna vez confiaron. Desaparecen y no se sabe nada de ellas hasta que un día su nombre figura en la lista como una más, una asesinada más. Entre los restos aparecen en una fosa común al lado de las hijas de otras mujeres, esperando ser identificadas.

Los datos del feminicidio

En América Latina cada dos horas una mujer es asesinada por el único motivo de ser mujer. La mayoría muere en manos de su pareja. A veces se le conoce como crimen pasional. Otras veces como suicidio. Su verdadero nombre es feminicidio, y es el signo máximo del machismo y la violencia de género. América Latina es un foco rojo de la violencia hacia las mujeres, siendo el segundo continente más inseguro para ellas. Vivir con miedo es una constante. Un día se está, y al otro ya no.

Brasil y México lideran la cuenta. Estos territorios se han llenado de casos sin resolver y una lista interminable de desaparecidos, que cada día se superan en número. Se estima que cada día 11 mujeres son víctimas de este crimen, y que 26 desaparecen a diario en este país. En otros datos, la tasa más alta por cada 100 mil habitantes la tiene el denominado Triángulo Norte de Centroamérica, integrado por El Salvador, Honduras y Guatemala. En Bolivia y Colombia las cifras son también aterradoras. A su vez, las mujeres que mueren en estas regiones tienen otras características, en su mayoría se trata de migrantes y negras. Estos factores se mezclan para que la discriminación aumente frente a estos sectores.

Lo que no se nombra, no existe

El término feminicidio es relativamente nuevo en América Latina. Apenas en 2004, se introdujo a los códigos penales de los países que conforman este bloque. A pesar de ello, no fue hasta 2008 que el término se hizo popular, y llegó a las cortes internacionales con el caso de las algodoneras de Ciudad Juárez. Y sin embargo, no es que antes no se asesinaran mujeres, sino que la violencia y la forma de asesinato se volvió una constante tan única, que fue necesario crear una palabra que definiera ese acto.

En realidad, el caso de las algodoneras de Ciudad Juárez, quizás es el caso más sonado de feminicidio por ser uno de los primeros catalogados. En 2001, un grupo de ocho mujeres fueron secuestradas, violadas, y asesinadas. Sus cuerpos fueron abandonados en un campo algodonero. Después de muchas trabas, como la mayoría de los casos en toda la región, llegó a los juzgados. En la Corte Interamericana de Derechos Humanos, se sentenció que se trataba de una violencia orientada a su género.

En Argentina y Chile se debate la pena de muerte como castigo para los agresores. Mientras tanto, en otros territorios se penaliza con hasta 60 años de encarcelamiento. Únicamente tres naciones en Latam no tienen tipificado el delito. Es el caso de Cuba, República Dominicana, y Uruguay, donde los crímenes de género no tienen nombre ni pena específica, y por ende, la prensa no habla de ellos. El reconocimiento del término es un asunto de política que visibiliza la importancia que el Estado tiene ante sus ciudadanas.

¿Cuándo es feminicidio?

Existe una constante en todos estos asesinatos. En su mayoría, según informan los registros penales, son perpetrados por las parejas sentimentales de sus víctimas, y en otros casos, por miembros de su familia. El hogar es el escenario predilecto. A su vez, otro factor que indica que se está frente a un caso de feminicidio es la brutalidad con la que son tratados los cuerpos. Generalmente hay señales de abuso sexual posterior a la muerte, mutilaciones, signos de una fuerte violencia física, quemaduras con ácido e incluso desmembración de las víctimas. Todos estos signos dejan ver el odio que suscita estos hechos.

El machismo mata

Como se ha señalado anteriormente, el feminicidio tiene rasgos particulares. Comúnmente es realizado por miembros de la familia o parejas sentimentales varones. Por otra parte, existe una degradación del cuerpo humano, y las causas que lo motivan tienen su origen en el hecho de ser mujer. A diferencia de un asesinato común, este crimen tiene una razón de odio y machismo, generándose debido a todo un sistema patriarcal. Asimismo, previo al asesinato, existen focos rojos que visibilizan la violencia vivida: violaciones, maltrato físico y psicológico y amenazas. El feminicidio es la culminación de todo este tipo de actos.

Los motivos por los que un hombre es asesinado, son muy distintos a los motivos que llevan a que una mujer muera por violencia. Los varones suelen ser asesinados en situaciones de delincuencia, en conflictos armados o en riñas. Y casi siempre el asesinato lo realiza alguien externo a su grupo de confianza. En el caso que abordamos, siempre la víctima va a ser violentada por un hombre que abusa de su posición de poder. El feminicidio tiene su raíz en la cultura machista que impregna no sólo a América Latina, sino a todo el mundo.

Detrás de un asesino hay un sistema que falla

El calvario de los familiares no termina con la pérdida de su ser querido. Además, sufren una odisea por encontrar los cuerpos, exigir justicia y lidiar con la burocracia que revictimiza a los seres queridos. Es un camino sin esperanza en el que los padres tienen que enfrentarse a procesos desiguales, en los que se culpabiliza a sus hijas, y en el que muchas veces el asesino sale impune. Es todo un sistema que opera para que la impunidad reine sobre la región. Se trata de carencia de leyes que tipifiquen el delito y que por ende, lo castiguen como tal. Un machismo que impregna todos los procesos. La mirada de la prensa que termina por desvirtuar los esfuerzos de la ley. Y el silencio que abunda respecto al tema.

De igual forma, las familias no solo se enfrentan con el Estado que las recibe con negativas y poca empatía. En algunos casos, la mirada pública entra en juego. Los «otros» se harán cargo de distorsionar la imagen de las mujeres hasta hacerlas ver como personas de escasa valía. En casos como el de Ingrid Escamilla en México sus fotos saldrán a la luz, y ni siquiera sus padres tendrán derecho a darle luto. Es un proceso lleno de obstáculos que imposibilitan y drenan a quienes exigen justicia en toda América. El feminicidio surge de un sistema en el que la mujer es vulnerada. Y en el cual, el hombre es visto no como su igual, sino como alguien superior.

Violencia Normalizada

América Latina se ha vuelto un campo minado para ser mujer. Parece ser, por norma, que es una obligación sufrir abuso y acoso al menos una vez en la vida. Una de cada 3 mujeres lo vivirá. Y de esas, alguna incluso podría perder la vida. Se trata de un fenómeno enraizado en la cultura de estas naciones que ha terminado por ser normalizado. Aquí es común escuchar a diario que hay mujeres desaparecidas y asesinadas. Es aún más común vivir violencia o haber sufrido abuso o violación. Es común salir un día y no regresar. El miedo es una constante. Preocuparse por quién será después, también es una constante.

Ingrid, Fátima, Paulina, Úrsula, Guadalupe, Ivana, Chiara, Melina, Diana, Isis, Micaela Ortega, Lucía, Jocelyn, Brenda, Berenice, Wendy, Paloma, Gloria, Mara, y muchas más de las que no conocemos sus nombres, son ecos que se escuchan a diario. A pesar de ello, sus nombres siguen siendo borrados por las narrativas de sus ciudades. Son casos que siguen esperando justicia. Son historias que tuvieron un fin abrupto. El feminicidio significa miedo. Significa invisibilización. Significa una cultura machista y una sociedad que lo normaliza. Significa una América Latina resquebrajada hasta la médula. Significa un continente que cierra sus ojos ante el dolor de sus mujeres. Significa un mundo que no asume las consecuencias de sus actos, y que no toma cartas en el asunto.