- Matthias Glasner, director de ‘Dying’: «No me interesa hacer películas sino experiencias en vivo» - 1 diciembre, 2024
- Runar Rúnarsson, director de ‘When the Light Breaks’: «Veo que las mujeres tienen hermandad» - 27 noviembre, 2024
- Clara Serrano y Pau Vall Capdet, integrantes del Col.lectiu Vigília, defienden un cine participativo en ‘L’edat imminent’ - 25 noviembre, 2024
Pere Portabella transfiere al documental ‘Informe General II. El rapto de Europa’ una nueva mirada al estado de las cosas en la coyuntura del Estado español, como eje sobre el que giran contextos territoriales e internacionales
Desde una perspectiva transversal en lo temático, pulida y elegante en la forma, política en el fondo y desnivelada en la base, Pere Portabella vuelve, casi 40 años después de su Informe general _ que realizó tras la muerte de Franco para poner sobre la mesa las opciones políticas de entonces _ a buscar una perspectiva sobre la situación actual en el Estado español como cimiento, desde la disidencia, a través del cual concertar argumentos surgidos a raíz de un 15M de todos que resultó ser argamasa de unos pocos. Estos pocos son los tecnócratas acreditados que tienen voz en Informe General II. El rapto de Europa articulando los discursos más efectivos para tomar el relevo de unas estructuras rancias que también buscan la forma de adaptar, aparentemente más sus discursos que sus hechos, aquella suerte de realidad efímera. La que nos hizo creer un día que era posible lo que, con poco que nos inmiscuyamos en esas vorágines institucionales demandando lo que deberían darnos sin pedir, como custodios que son de lo común, resultan ser instrumentos que han tenido que ajustarse a un doble juego siendo al mismo tiempo la invisible mano amiga mientras permanecen vigilantes y temerosos de lo desconocido, ese desconocido al que en un acto de heroicidad incrédula, le incitan a tomar los espacios que sienten propios porque son su hábitat conocido. Le incitan, sí, desde el discurso sereno del que se siente vencedor y busca la legitimación. No teniendo en cuenta el discurso quebrado de una masa informe, sin rostro ni voz, de la que extraen ideas apropiadas y renovadas que resuenan esperanzadoras pero no suficientemente creíbles.
Porque el mundo ha cambiado y quieren hacernos creer que tenemos las mismas posibilidades de salvarlo que cuando era posible [a la historia del siglo XX y sus polarizaciones me remito o en palabras de Manuel Borja Villel, director del Reina Sofía, «hay elementos comunes entre los dos informes pero en los años setenta España estaba muy politizada y se jugaba la continuidad o ruptura con el régimen», declaró ayer ante los medios en la presentación de la película ]. ¿Entramos entonces en un juego propuesto de forma indirecta en el documental al prever una nueva transición que estaría liderada por unos legisladores que se perfilan como la mejor de las opciones posibles? Eso o volvemos a empezar de cero partiendo de ideales que unan y no de intereses que separen. Tendríamos entonces que retrotraernos nuevamente a ese 15M raptado por las instituciones sabiendo lo que sabemos ahora. Que la capacidad inventiva y de resistencia del ser humano tiene que ser más poderosa que los moldes que nos propongan. Que la democracia que pensábamos en declive es porosa y todavía tiene cauces de renovación. Porque tal y como se plantea. ¿Cómo vamos a tomar los ciudadanos las instituciones, como se sugiere en esa invitación a recuperar la Europa raptada, si la propuesta extraída de este Informe General II nos contempla como sombras vigiladas o números que llenan plazas? ¿Cómo, si esa mano que nos tienden parece ser sólo un señuelo para los que no estamos legitimados por las administraciones o por estructuras más poderosas que estas? ¿Cómo, si sólo somos figuras de fondo [a vistas del filme] que pueden hacer posible el sueño de nuevos sofistas adoctrinados y deseosos de usurparles el poder a los anteriores convenciéndonos de que ese ideal es tan nuestro como suyo? A pocos días de la gran cita electoral del 20D, Informe General II. El rapto de Europa tampoco parece tener respuestas convincentes. Más bien hay preguntas, oportunas, como las que realizan los científicos confirmados por el CSIC. Pero el resto de deducciones articuladas muchas de ellas a través de un museo nacional [El Centro de Arte Reina Sofía] del que parte la historia, se presentan como envoltorios artificiales para convencernos de que el mundo que habitamos no siendo el mejor de los posibles, se está amoldando o tiene solución a pesar de que como se determina en la cinta, uno de los grandes retos de la humanidad para el que ni siquiera los científicos tienen respuesta, es la finitud de recursos como el agua, los fosfatos y el petróleo, que tenderán a escasear en una población en crecimiento mientras seguimos en un proceso de capitalización sin límites. Pero el escepticismo no casa bien con la política. Como tampoco casa bien el arte con la política, salvo desde una posición lejana y crítica a cualquier forma de poder, sea del color que sea.
Por todo esto, la visión de Pere Portabella siendo un trabajo técnica y formalmente plausible, resulta sesgada e incluso contradictoria desde un posicionamiento que se pronuncia en la elección de los protagonistas. Sin embargo, como uno de los artífices de la acuñada Escuela de Barcelona, contrapunto al Nuevo Cine Español (NCE), muestra también un hacer encomiable que apunta hacia formas propias de la Nouvelle Vague convirtiendo el metraje en una labor creativa que enfrenta elementos de la realidad, característicos del género documental, a la manipulación de los dispositivos profílmicos. Es precisamente a través de esta conjunción que Portabella consigue un todo homogéneo como caja de Pandora invertida en el que cabe el museo como institución vista como una especie de féretro que custodia valiosos tesoros pero también como espacio de debate y acogida, el independentismo catalán, la irrupción de Podemos en el panorama político como detonante de un cambio de paradigma necesario o incluso la ecología. Un cúmulo de dimensiones que son un retrato de época que arranca y cierra con extraordinaria audacia pero que en ese decir todo, se apuntan pistas de la actualidad desde una visión que buscando la complacencia del espectador, encuentra el reparo del que no persigue un criterio homologado para adoptarlo, sino una perspectiva que atienda la multiplicidad para deducir respuestas libres de orientación interesada. Y a Rousseau me remito para abogar por un nuevo informe que contemple la célebre frase del filósofo francés que recoge que “el hombre ha nacido libre, y en todas partes está encadenado. Hay quien se cree amo de los demás, sin dejar de ser más esclavo que ellos”. Si queremos hacer de la horizontal (de todos) una vertical (de unos pocos con rango), en el intento, más de uno se dará de bruces contra el suelo.