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Israel Horovitz debuta con ‘Mi casa en París’ como realizador de cine de comedia, con uno de sus más recientes éxitos teatrales
Después de 3 Weeks After Paradise, un documental testimonial sobre las repercusiones del 11S, hace más de una década, el dramaturgo Israel Horovitz debuta conMi casa en París como realizador de cine de comedia. Su salto a la gran pantalla, para el gran público, lo da con uno de sus más recientes éxitos teatrales, My Old Lady. Y efectivamente, la impresión teatral marca la cinta, especialmente en la gravedad de los diálogos, con todo el exceso que acompaña, habitualmente, a las puestas escenográficas para desbordar su limitante espacio. Trasladado al cine, la técnica teatral generalmente fracasa, salvo que la transformación de un formato al otro sea radical; o por el contrario, se arriesgue recreando una pieza dramática con las técnicas cinematográficas, pero siguiendo las estructuras del teatro hasta sus últimas consecuencias.
Israel Horovitz para Mi casa en París ha preferido recrear un híbrido entre lo escénico y lo cinematográfico. Recurre a espacios abiertos, no posibles en el teatro, que permiten aliviar la susceptibilidad emocional que según avanza el filme se incrementa. Aprovecha, no obstante, los esplendorosos espacios cerrados —la casa donde tiene lugar la acción principal es un lugar idóneo para la estructura narrativa— para llenarlos de diálogos excesivamente melodramáticos y carentes de la naturalidad que exige el cine para que sean creíbles.
Salvando esto, la cinta plantea interesantes cuestiones que giran en torno a los efectos colaterales del amor y de otras prácticas puramente mercantiles como la que implica el viager —una peculiar forma de comprar vivienda que se vale de la nuda propiedad, y que da lugar a un argumento curioso que enmascara las secuelas de las decisiones más importantes de una vida—. Temas estos bordados por reputados actores de la talla de Maggie Smith, soberbia en majestuosas películas de época como en Una habitación con vistas (A room with a View) de James Ivory, o Gostford Park de Robert Altman. En esta última también participó Kristin Scott Thomas, que en Mi casa en París, interpreta el papel de hija en discordia con Kevin Kline. El actor de Un pez llamado Wanda, representa aquí el papel más histriónico del trío, si bien, también logra algunas de las escenas más convincentes y esplendorosas, desde el ángulo desenfadado de la comedia.
Los entramados que desarrolla Mi casa en París son de mucho peso. Pero el tono que ofrece Horovitz, eligiendo fluctuar entre la comedia y el drama, no acaban de acomodarse lo suficientemente para lograr una película que contemple una perspectiva que de pie a la reflexión, derivada del drama, de estos efectos colaterales del amor o de la felicidad egoísta que lleva a la desdicha a otros. Tema que en los años sesenta abordó extraordinariamente Agnès Varda en La felicidad y que en Mi casa en París acaba explotando en un torbellino de emociones difícilmente encauzables en los márgenes de sociedades contemporáneas. Puesto que en el filme se resuelven de la forma más liviana posible, convirtiendo a la película en un entretenido revoltijo de vaivenes emocionales con expectativas puramente comerciales.
Título original: My Old Lady (Mi casa en París)
Dirección: Israel Horovitz
Guión: Israel Horovitz
Reparto: Kevin Kline, Maggie Smith, Kristin Scott Thomas, Dominique Quepinion, Stéphane Freiss, Stéphane De Groodt, No Émie Lovovsky
Fecha de estreno España: 7 de Agosto de 2015