Rosana G. Alonso

De necesaria voz, ‘A Family’, de Christine Angot, trata de componer una nueva familia de dimensiones sociales a partir de la cual se pueda hablar del abuso de poder que implica el incesto

A Family | Película | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película A Family | StyleFeelFree. SFF magazine

El incesto, el drama del incesto, ha sido abordado por Christine Angot a través de su obra literaria en varias ocasiones. Sin embargo, en el libro El incesto es donde más trató de superar un suceso que marcó y sigue marcando, inevitablemente, su vida por completo. El dolor sigue ahí y por eso, en esta película, vuelve a abordar el tema tomando una perspectiva que plantea preguntas. ¿Y si la autora no logra superar el trauma porque la dimensión del mismo es algo que no le incumbe solo a ella? El hecho de que su familia pueda hablar de ello, reconocerlo y compartir su dolor, es algo que podría ayudarla mucho. Y eso es justo lo que pretende en esta cinta que pasa de ser un relato personal a otro colectivo. Ahí radica su fuerza, en como traslada al espectador, como si le asestara una bofetada, un asunto que nos interpela como sociedad.

Con el título de A Family (Una familia) Angot hace alusión a la suya. Ya no es solo el incesto, una palabra terrible que habla de secretos muy escondidos y de vergüenza. No, se trata de un asunto de familia, que es necesario sacarlo a la luz para que la víctima pueda sanar. Con esa intención se reúne con distintos familiares con los que quiere conversar sobre algo que todos saben, que sabían y de lo que no se habló, cuando ella, precisamente, mas lo necesitaba porque era demasiado joven para entender la magnitud de lo que estaba pasando. Tenía 13 años y había crecido, hasta entonces, sin una figura paterna. Ni siquiera tenía el apellido de su padre que aún no la había reconocido como hija, lo que siempre le había generado mucha inseguridad a la hora de relacionarse con otros niños. De ahí que, a esa edad, surgiese la necesidad del encuentro. Finalmente tuvo lugar. Podría, al fin, abrazar al padre. Pero en lugar de eso, se encontró con el abrazo de un violador, alguien que no podía sentir la paternidad, que veía a su hija como un objeto de su abuso. Entonces, comenzó la pesadilla.

Con una voz en off que narra detalles que pretenden reconstruir la historia, la palabra tiene la cadencia de la prosa de Marguerite Duras. Sabe cómo tocar al espectador para hacerle partícipe. Angot reconoce abiertamente que si su familia le dio la espalda, necesita una más grande que la escuche. Que escuche su relato de terror para que la arrope. «Anoche tuve una pesadilla. Soñé que le cortaba el sexo a mi padre con un cuchillo. Yo era adulta. Limpié el cuchillo, tiré lo que sobró, llamé a mi abogado y, tal vez, incluso a la policía. Estaba con mi hija. Tenía miedo de que me arrestaran, me encarcelaran, me condenaran. Y eso me pareció injusto. No sabía a dónde ir ni con quién hablar». Son palabras que enuncia haciendo de lo personal algo colectivo, que nos incumbe como sociedad. Para que abramos los ojos a una estructura patriarcal que ha perdido la noción de empatía.

Otro aspecto significante de A Family es que en esta narración salpicada por la voluntad de conversar para compartir, los protagonistas dibujan también un cuadro social de representaciones. Por un lado está la que fue esposa de su padre. Ejemplifica claramente lo más perverso de la condición femenina que apoya una estructura que la aplasta, que mira hacia otro lado. Luego está su madre, una mujer de una generación muy similar a la de la madrastra. Igualmente, se esconde. También evita mirar porque le da vergüenza no haber sido capaz de responder a lo que estaba sucediendo, porque le da vergüenza admitir que falló a su hija. Formando un triangulo de negación, en el vértice podríamos situar al exmarido de Christine. Otro que conocía lo que estaba pasando. Y calló, como las demás. Aunque había vivido una situación similar cuando era muy joven, momento en el que otro chico, poco mayor que él, lo violó, no supo actuar. De pronto, volvió a ser ese niño que no supo imponerse y pelear.

Saliéndose de esa estructura que secundó el delito, de alguna manera, está la hija de Christine Angot. Ella lleva toda la vida conociendo la historia y haciéndola suya, sintiendo el dolor de la madre como si fuera propio. Desde este lugar comienza la expiación. Puede entenderse también como algo sintomático de que la vieja arquitectura emocional y familiar se desmorona. Ahora es el momento de hablar de aquello que implica un abuso de poder. A Family hablando, buscando y encontrando la palabra, se sitúa como una película esencial en la exploración de una nueva identidad que quiere acabar con el privilegio de la potestad delictiva que el metoo sigue tratando de derribar a golpe de voz.