Rosana G. Alonso

Tratar de conocer en profundidad la obra de Henri de Toulouse Lautrec, obliga a acercarse a Albi, en Francia, donde se encuentra el Museo dedicado a su figura

Toulouse Lautrec | StyleFeelFree
Obra: Toulouse Lautrec a los 19 años por © René Princeteau | Foto: © StyleFeelFree

Aunque el nombre de Henri de Toulouse Lautrec (1864-1901. Francia) está unido inseparablemente a la ciudad de París que sigue aferrada a una imagen icónica sustraída de los más destacados carteles del artista que escenificó la vida nocturna de Montmartre, solo hay un lugar, el palacio de la Berbie convertido en Museo de Toulouse Lautrec, desde donde se puede acceder a una mirada amplia de su efervescente trayectoria artística, parándose en su obra más insólita, así como en algunas de sus piezas célebres tal que Au salón de la rue des Moulins (En el salón de rue des Moulins, 1894). Un museo que encontramos en Albi (Francia), en la orilla izquierda del río Tarn, ciudad en la que nació Henri de Toulouse Lautrec, en la noche del 24 de noviembre de 1864, bajo una tempestad de invierno que presagiaba ya su inquieto estilo de síntesis de una época. De ascendencia aristocrática, de ahí sus apellidos, Toulouse Lautrec, a pesar de ser un hijo deseado y mimado, pronto conocerá la adversidad, heredada de la cosanguinidad de sus padres. Su movilidad será reducida toda su vida, por sus frágiles huesos, y su estatura a penas superará el metro y medio. Factores que condicionarán su forma de acercarse a la realidad. Él, que podía presumir de abolengo, en cambio se sintió cercano a los márgenes sociales y a las fugaces estrellas del espectáculo, cuando todavía no existía el star-system, de un París que explotó hasta la saciedad las nuevas posibilidades de ocio nocturno incrementadas con la ley del 30 de junio de 1880 que posibilitó la libertad para celebrar reuniones públicas y vender bebidas alcohólicas. Por entonces, Montmartre ya era un núcleo urbano potente que nada tenía que ver con la zona rural que fue a principios de siglo, cuando todavía no estaba anexionado a París.

Trabas físicas aparte. Estas no lograron socavar su genio. Le puso una sonrisa, a veces endiablada, otras, compasiva, a la vida y sus dramas; aunque John Huston en la película Moulin Rouge de 1952, sobre la figura de Lautrec, lo retrata como un tipo excesivamente taciturno. Si bien, viendo su obra en su conjunto, se perfila más alegre que apesadumbrado, captando la psicología humana con gran sentido irónico y muchas luces rutilantes que no escondieron los inevitables crepúsculos, provenientes de un marcado estudio que acentúa el ademán invisible. En el palacio de la Berbie que alberga su obra, gracias al empeño de su amigo Maurice Joyant de acallar rumores e improperios tras su muerte y la ayuda de la madre del artista, es fácil trazar un esquema traslúcido y lúcido de su obra que luego habría que contemplar, al menos, siguiendo su rastro en la cercana Toulouse, en el museo de los Agustinos y la Fundación Bemberg.

No obstante es en este solemne palacio, con su impecable y majestuoso jardín desde el que también se accede a un mirador que ofrece vista del Tarn y la ciudad, donde es posible tener una visión global de la obra de Toulouse Lautrec. Aquí podemos ver, para situarnos, los retratos que le hicieron algunos amigos. Tal es el caso del que le pintó Edourd Vuillard o el de René Princetau, que le muestra de perfil a un fondo rojizo, a través del cual imaginamos que Lautrec pudiera entrar en su propio mundo de luz carmesí y tintineantes lentejuelas. Continuando, los primeros dibujos y óleos, que dejarán paso a su inestimable contribución a la imagen que de hoy tenemos de París, con Montmartre como centro de atención de la escena de ocio y nocturna. Sin embargo, lo que quizás más llamará la atención del visitante, serán los retratos que hizo el artista, impactantes pinturas a la sombra de sus litrografías y carteles que siguen conservando la frescura de verse y ser testigos de un momento.

Primer acercamiento a Toulouse Lautrec: sus retratos

Henri de Toulouse Lautrec | StyleFeelFree
Obra: Retrato de Maurice Joyant, 1900 por © Henri de Toulouse Lautrec | Foto: © StyleFeelFree

Toulouse-Lautrec vivió una época artística singular. A finales del siglo XIX las nuevas corrientes estéticas comenzaron a proliferar, rompiendo con el academicismo. El divisionismo, el puntillismo, la escuela de Pont-Aven, los Nabis, el Art Nouveau; y después, aunque prácticamente sin posibilidades de influenciarle ya que muere tempranamente en 1901, los fauves y el expresionismo. Ante este panorama, Lautrec que fue espectador de todo, absorbiéndolo como algo natural, no dejó en cambio rastro de nada que no fuera él mismo y su mirada, capaz de penetrar en los resquicios de la condición humana. No es que huyera de las modas, el cartel pronto se convirtió en el último grito de la modernidad, pero se acercó a los temas desprovisto de sesgos y dispuesto a dejar su huella en lo que veía, sin reivindicar ninguna escuela, ni reverenciar a ningún artista, aunque haya cierta actitud goyesca en su modo de aproximarse subjetivamente a la realidad.

Sus primeros pasos en el dibujo los dio a una edad muy temprana. De niño, ya dibuja con soltura a los animales a los que tenía acceso en las inmediaciones del castillo del Bosc donde vivía. Y su técnica pasó a convertirse, incluso en prodigiosa, poco tiempo después pintando sobre todo caballos. Sin embargo estas obras quedan pronto relegadas por su fascinación por el rostro, la figura y su expresividad, que lo vuelven filántropo de un tiempo de cambio.

Dos de sus mayores aportaciones en el género del retrato, sin desmerecer otros como por supuesto, el que le hizo a Vincent van Gogh (1887), el de Marcelle (1894), el de La inglesa del Star de El Havre (1899) o el de Mlle. Croquesi-Margouin más conocido como La modista (1900), son los retratos que realizó a su madre, la condesa de Toulouse-Lautrec y el que dedicó a su amigo Maurice Joyant, figuras, por otra parte, claves en su vida, que personifican dos períodos de su trayectoria: el de su obra temprana (los que tuvieron como modelo a su madre) y el de poco tiempo antes de su muerte (Maurice Joyant en la bahía de Somme, 1900). Este último, con amplios bloques de color dinámicos que apenas dejan ver lo que representan (un decorado natural y un barco) para mostrar así a su amigo Maurice Joyant, aficionado a la caza y la pesca, como un gigante perfilado con asombrosas pinceladas de verdes, amarillos y terrosos de una expresividad radiante.

Por su parte, a su madre la retrató Toulouse Lautrec numerosas veces. En adelante, y superado este primer período de búsqueda que comenzaría en las academias Bonnat y Cormon, tenderá a la simplificación que tratará de acercarse a lo mudable y transitorio, como reflejo de un momento histórico en el que los cafés-concierto, los cabarets, el circo, los eventos deportivos y el ritmo trepidante de la vida nocturna, marcarán su obra.

Montmartre, la noche parisina, los teatros y los prostíbulos

Henri de Toulouse Lautrec | StyleFeelFree
Obra: Las dos amigas, 1894 por © Henri de Toulouse Lautrec | Foto: © StyleFeelFree

No es que Toulouse Lautrec fuese un caso aislado al retratar la noche parisina y los prostíbulos. También a sus contemporáneos les interesó retratar estos temas. Pero si la mayor parte de los pintores de la vida moderna, como anteriormente, Costantin Guys, Vermeer, Carpaccio, Caravaggio, Rops, e incluso Degas, mostraron las casas de citas como lugares de vicio, y a las prostitutas como personajes decorativos o desprovistos de humanidad, Lautrec da una perspectiva hasta ahora no estudiada. Busca el ángulo documental y naturalista, acercándose a estas cuestiones con una mirada en la que hay cierta compasión y cercanía, ofreciéndonos así un auténtico reportaje sobre esta sociedad que materializó en el álbum Ellas. Reduce al mínimo el aspecto erótico y entra en lo intimista en las maisons de la rue d’Amboise o de des Moulins. A penas hace referencia al intercambio comercial y al cliente. Reproduce los momentos de la vida íntima de estas mujeres y describe su vida diaria, dándole una importancia somera a la espera, el descanso y las relaciones entre ellas, su camaradería, o incluso sus afectos, que pudieran evocar conductas homosexuales, aunque no hay ningún cariz sexual en las escenas que lo manifiesten.

Se interesó además por otros ambientes de la ociosidad. La noche parisina ofrecía a finales del siglo XIX muchos pasatiempos. Los cafés-concierto proliferaron así como los teatros; y desde 1989, el centro de atención sería el Moulin Rouge, el music-hall que durante un tiempo será el mayor interés de Toulouse Lautrec, donde descubrirá a buena parte de la farándula de la época. Abierto por el industrial catalán José Oller y su socio Charles Zidler, con la enorme inversión publicitaria que le destinaron, pronto acaparó toda la atención de la sociedad de la época que quedaría eclipsada con el cartel, el segundo del Moulin Rouge después del de Chéret, considerado una obra maestra, que Oller y Zidler encargaron a Toulouse-Lautrec para celebrar el primer aniversario de su apertura. En este cartel, Moulin Rouge: La Goulue, 1891, Lautrec se desmarcaría de su predecesor haciendo honor a un estilo que se precipita hacia el siglo XXI en la síntesis del trazo, en la observación que se ajusta al frenesí de la línea, por momentos salvaje, que no cede ante la perspectiva, pero se somete en cambio, al uso efusivo del color en una grafía evocativa y abreviada. Editado por Levy a cuatro colores (amarillo, rojo, azul y negro), hoy es una de las obras más conocidas del artista de Albi.

Estrellas fugaces: de la Goulue a May Belfort

Toulouse Lautrec | StyleFeelFree
Obra: Moulin Rouge: La Goulue, 1891 por © Henri de Toulouse Lautrec | Foto: © StyleFeelFree

Además de Louise Weber, una bailarina apodada La Goulue (tragona) por su afición a beber y comer de forma desmesurada, Toulouse Lautrec representó a muchos personajes de la vida ociosa de la época, especialmente, en sus ya célebres carteles, pero también en dibujos y pinturas. Son muchos a los que hizo inmortales. Jane Avril, Valentin le Dessosé, Aristide Bruant, Loïe Fuller, Polaire, Yvette Guilbert, Missia Natanson, May Belfort, Marcelle Lender, Cha-U-Kao o Chocolat, algunos de los más notorios.

Lautrec se sintió atraído por personajes atípicos del mundo del espectáculo y a algunos, como a Jane Abril, les siguió el rastro de local en local. Del Moulin Rouge al Jardín de París, y de ahí a Les Décadents y a Le Divan Japonais. París es por aquel entonces antesala del Hollywood de las estrellas, teniendo en cuenta que el primer estudio en la zona del sur de California se fundó en 1911. Y son muchos los aspirantes a ser la estrella fugaz del momento, que Toulouse Lautrec no dudaría en capturar con todo su esplendor, pero también con sentido de lo grotesco e ironía, en función de su empatía con el retratado. Toulouse Lautrec, el último pintor de costumbres del siglo XIX y el primero en descubrir el camino que deberían de seguir las vanguardias del siglo XX. Su apresurada muerte cuando tan solo contaba 36 años no dejó en cambio ningún vacío. Más bien fue llenando los huecos del futuro, a medida que los artistas más jóvenes, como Picasso, empezaron a seguir su pista. La pista de un personaje tan fascinante como aquellos a los que retrató, y a través de los que proyectó su propia presencia. La de un creador multifacético desubicado y al margen de una sociedad burguesa que rechazó.
 

Henri de Toulouse Lautrec | StyleFeelFree

Palacio de la Berbie convertido en Museo de Toulouse Lautrec en Albi (Francia | Foto: © StyleFeelFree

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Obra: Cheval de trait à Céleyran, 1881 por © Henri de Toulouse Lautrec | Foto: © StyleFeelFree

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Vista de una sala de exposición en el Museo de Toulouse Lautrec en Albi | Foto: © StyleFeelFree

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Jardín en el Museo de Toulouse Lautrec en Albi | Foto: © StyleFeelFree

Henri de Toulouse Lautrec | StyleFeelFree

Vistas desde el mirador en el Museo Toulouse Lautrec en Albi | Foto: © StyleFeelFree

DATOS DE INTERÉS
Acceso: A 40 minutos de Toulouse en coche. En tren: una hora aproximada desde Toulouse
Artistas en el Museo de Toulouse Lautrec: Henri de Toulouse Lautrec y exposición temporal en curso
Horario: De 10h a 12h y de 14h a 17.30h (de enero a marzo y de noviembre a diciembre) // De 10h a 12 h y de 14h a 18h (abril, mayo y octubre) // De 9h a 12h y de 14h a 18h (del 1 al 20 de junio) // De 9h a 18h (del 21 de junio al 30 de septiembre)
Precios a la Colección permanente y exposición temporal en curso: 9€ (Adultos) // Estudiantes (5€) // Familia (19€. Incluye pareja de adultos y un niño de más de 13 años o estudiante).
Lugar: Museo de Touloouse Lautrec. Palacio de la Berbie. Place Sainte-Cécile. Albi. Francia