Los odiosos ocho | Los efectos adversos del cine de Tarantino 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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Quentin Tarantino en los noventa sentó las bases de una cinematografía que respondía a una época. Aunque sus acólitos fans nunca me lo perdonarán, ‘Los odiosos ocho’ confirma su decrépito

Y, sin embargo, Los odiosos ocho  comienza triunfante. Un cristo descomunal en medio de la nada — el espléndido paisaje invernal de Wyoming — nos hace presagiar equivocadamente que Tarantino se ha puesto las pilas. Tras lo que pensamos símbolo, una diligencia que avanza a toda velocidad nos abre paso a una historia que se descubre, poco a poco, cómo es su estilo jugando con los diálogos. Y además, esta vez, como lo hiciera también en Reservoir Dogs, jugando al escondite con el espectador. Los odiosos ocho  es un western de suspense que se mantiene vivo gracias a algunos de sus fieles intérpretes masculinos — Samuel L. Jackson, Michael Madsen, Tim Roth, James Parks o Zoë Bell, entre los que más han participado de su filmografía —.

Seamos honestos, de Quentin Tarantino ya sólo queda la marca y ya se sabe lo que pasa con muchas marcas, que son sólo compostura. Recordémosle entonces por su legado certero en los noventa que asentó las bases de una filmografía ya icónica que elevó la violencia a otro nivel, desenmascarando con ella conflictos latentes en los EEUU y dando voz a un social realista e ingenioso en los diálogos. Porque descubrirle incluso misógino en estos Los odiosos ocho  después de los grandiosos retratos femeninos — Jackie Brown y Kill Bill—, que aún siendo manieristas, dieron un paso en la construcción de la heroicidad femenina, resulta patético.

Cierto es que el estadounidense siempre ha sido muy fálico y es raro la película en la que no hable de rabos. A pesar de ello, nunca ha mostrado aversión por la mujer sino más bien al contrario. Por eso, ver cómo revienta, incluso literalmente, pero también moralmente, a Jennifer Jason Leigh, por no hablar del resto de secundarias femeninas, no es como para quedarse indiferente o reírle la gracia. Porque precisamente la película no es graciosa ni ocurrente por más que parezca que Tarantino se haya rebanado los sesos escribiendo los diálogos. Una mención aparte lo merecen la música de Ennio Morriccone y algunos extraordinarios planos de Robert Richardson que no salvan lo insalvable cuando, además, el vestuario —muy importante en una película histórica— es todo un despropósito que le impide ser, al menos, un ejercicio de estilo meritorio. Tarantino o es capaz de reinventarse después de una década aburriendo con la misma traca, o mejor se retira una temporada a ver si consigue descansar un poco de sí mismo.
 

Tráiler de Los odiosos ocho | StyleFeelFree Youtube