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Con la trágica noticia que anuncia la muerte de Amy Winehouse le rendimos homenaje recordando la editorial ‘Bad Girls’ que Peter Lindbergh realizó, emulando a la estrella musical, para el Vogue Paris

Hace pocas horas que me enteré de la muerte de Amy Winehouse y me acordé de aquel número especial sobre bad girls que sólo podía hacer el Vogue Paris – Febrero del 2008 – cuando aún era directora Carine Roitfeld. La Roitfeld siempre fue defensora a ultranza de todos los malditos, espíritus libres, bohemios incorregibles y castigados por una sociedad que vuelve al puritanismo, porque tendencia manda y lo naïf con tintes retro, nunca había estado tan de moda como ahora. Como si cualquier tiempo pasado fuera mejor y lo edulcoráramos con la imagen que nos devuelven los recuerdos.

En esta sociedad conservadora ya no había vuelta atrás, había que renovarse o morir, pasar por el aro de lo políticamente correcto y pedir perdón. Lo hicieron Kate, Britney, Paris, Courtney… Pero Amy ya lo dijo en su Rehad: no, no, no. Aún así, su mito perdurará porque su vida, con fecha de caducidad, como un producto de márketing preciso que se autodestruye a los 27, nos dejará su huella impertérrita. Ya se sabe que las estrellas son más rentables en el cielo.

Para mí, aún más grande que su música fue su estética entre rockabilly, poligonera de extrarradio y pin up de burlesque que nos devolvió su imagen multiplicada a cada paso. Una estética de Barbie de los suburbios desvalida pero fuerte, de muñequita de asfalto indecente y turbia. Una chica salvaje con el corazón de algodón de azúcar.
Adiós Amy, que descanses en paz.
