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La polisemia ‘The Antique’ es tal que todos los elementos que construyen el relato que dirige Rusudan Glurjidze contribuyen a dibujar un castillo de naipes de la opulencia y los estragos del poder de toda índole
En el año 2006 el Estado ruso deportó, de forma ilegal y con un trato deshumanizado, a miles de georgianos que vivían en Rusia. Esta es la premisa de la que parte The Antique que comienza con una voz en off de la resolución, en el año 2019, de la Corte Europea de Derechos Humanos en el caso que se conoció como Georgia versus Rusia. La sentencia, como cabía de esperar, fue a favor de Georgia quien tuvo la iniciativa de interponer una demanda en el Tribunal de Estrasburgo hacía 12 años. Detrás de esto había muchos hombres y mujeres que estaban sobreviviendo en Rusia y que vieron, de un día para otro, su presente y futuro truncados. Sin sentimentalismos añadidos, The Antique parte de estos sucesos para hacer un retrato de la migración que evita sobredimensionar lo heroico de la supervivencia.
La cineasta georgiana Rusudan Glurjidze, en su segundo largometraje, mantiene en todo momento un pulso firme y desafectado. Solo moldeado por la imagen y los movimientos de cámara que recogen un estado de ánimo, la cinta imprime una segunda narración que se apoya en el paisaje circundante. Los travellings iniciales ya son una declaración de intenciones que invitan a un viaje que luego sabemos es de deportación. Igualmente, de desarraigo, de búsqueda. Lo que incluye también la búsqueda afectiva. Este relato habita en la soledad que imprime, asimismo, la imagen. Y la necesidad de encontrar una tierra que anidar. Bien sea un hogar antaño lustroso y hoy destartalado, bien sea un cuerpo con el que saciar el deseo de pertenencia. O uno que sirva únicamente de compañía para ahuyentar el fantasma del desamparo. En ello también concurren los tonos azules grisáceos y desvaídos que imprimen un carácter narrativo afligido.
La magnificencia del paisaje nevado amplía la percepción de una fotografía casi operística. El trabajo, aquí, del español Gorka Gómez Andreu, que ya participó en House of Others, el anterior filme de Glurijdze, es portentoso. Como director de fotografía entiende el peso que tiene la imagen en la construcción narrativa y logra una atmósfera lánguida y repleta de lirismo, que se aligera en el desenlace. Al final, llega la primavera y todo se resuelve con levedad de lo que da muestras también la cámara que atenúa la presencia de la protagonista, Dalila, hasta hacerla casi desaparecer. Interpretada por Salomé Demuria, ha dejado atrás el miedo que la consumía, y es una mujer que, en una de las últimas tomas, pasea en bicicleta por San Petersburgo. Su presencia se sabe trascendental por el viaje personal que registra con una gravedad, sobriedad y contención que escribe por medio de la gestualidad.
Pero si hay un personaje clave es el que interpreta Sergey Dreyden que recordamos, especialmente, por su ilustre aparición en El arca rusa de Aleksandr Sokurov. Más allá de su interés como un hombre en la ancianidad que busca desesperadamente la figura de su ya fallecida esposa en otra mujer que lo acompañe y a la que someter, tiene interés por su capacidad de convertir a un personaje en un emblema. Como la casa que habita, y a la que se resiste a abandonar, parece ser el último bastión de una Rusia que se descubre decadente y empeñada en ejercer su poder a cualquier precio. En realidad, The Antique es un juego continuo de espejos. Conmovedora parábola que mantiene la esperanza como una llama viva que sujetan los migrantes en un mundo voraz y cruel es, del mismo modo, la personificación de los dislates políticos que esquivan el concepto de humanidad y servicio al ciudadano al que representan.