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Siguiendo un recorrido circular, la retrospectiva que el Museo Reina Sofía dedica a Soledad Sevilla es la constatación de que su trayectoria es un ensayo que investiga el ritmo, la trama y la variable
A Soledad Sevilla (Valencia, 1944) le gusta decir que lleva pintando el mismo cuadro toda la vida. La frase reconoce no ser suya, ya que es un leitmotiv común en muchos artistas. Recorriendo la exposición retrospectiva que le dedica el Museo Reina Sofía, Soledad Sevilla. Ritmos, tramas, variables es fácil cerciorarse de esta aserción. No es que esté pintando siempre lo mismo, entiéndase. Es que, como no podía ser de otra forma, toda obra es un ejercicio de búsqueda que parte de uno mismo. En este sentido, ella tiene cuestiones recurrentes articuladas por medio de elementos constantes. Como explica el título, estos elementos son los ritmos, las tramas y las variables que en este recorrido computan sesenta años de carrera comprimidos en diez salas, lo que implica una selección exhaustiva a una de las artistas “que más han aportado a la pintura española en la segunda mitad del siglo XX” según palabras de Manuel Segade, director del Museo Reina Sofía.
Aclara la comisaria de esta muestra, Isabel Tejeda, que “en realidad el título es de Soledad, y parte del cuaderno de Boston”. El cuaderno de Boston, explica “es un manifiesto que genera para acceder a una beca en Estados Unidos”. Cabe destacar que, si bien Soledad Sevilla comenzó su formación artística en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sant Jordi, en Barcelona, luego participó en seminarios del Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid. No obstante, la beca que disfrutó entre 1980 y 1982 en la Universidad de Harvard, en Boston, marcaría un punto de inflexión en su trayectoria. Allí se inscribe en una serie de cursos sobre arte español que ahondan en las obras de Velázquez, así como en la Alhambra.
Tras su paso por Harvard, la valenciana a la que se le ha reconocido su trabajo con el Premio Velázquez en 2020, regresa a España para iniciar un itinerario más subjetivo, espacial y emocional. De esta manera, entre sus obras más emblemáticas de los años ochenta se encuentra Las Meninas (1982). Se trata de una serie en la que la abstracción evoluciona hacia lo atmosférico y espacial de la línea y la trama. Explica Tejeda al respecto que “crea una trama con distintos tonos, que se va moviendo, que vibra, que marca el espacio”. La comisaria la define como “una geometría sensible y emocional”.
También en los ochenta Soledad Sevilla realiza otra de sus series más conocidas, La Alhambra (1984-1986) que bebe de los talleres que realizó en Boston ya que le permitieron conocer mejor algunos de los hitos culturales españoles desde otras perspectivas. Estas pinturas constituyen un trabajo de reinterpretación del conjunto monumental. En ellas, intenta pintar el aire generando profundidad a través de la reiteración de las tramas cruzadas, acercando la abstracción a cierta sensación de figuración. En conjunto, tanto Las Meninas como La Alhambra tienen un carácter instalativo que puede apreciarse por la disposición de las obras. En el caso de Las Meninas se exponen ocho piezas muy juntas que dialogan entre sí, envolviendo al espectador y haciéndole partícipe de la atmósfera que crea a través de la línea. Por su parte, La Alhambra es una serie en el que las obras se montan en pareja, una con luz nocturna y la otra diurna.
El camino hacia la imperfección es un trayecto vital que reconoce la vulnerabilidad
De la pintura expansiva que Soledad Sevilla experimentó en los proyectos de Boston pasamos a sus instalaciones tridimensionales en el espacio. En este tipo de intervenciones, la artista traslada poéticamente sus experiencias sensibles. En la muestra se pueden ver los documentos que acreditan dos de sus intervenciones más potentes. Esto es, Leche y sangre (1986) y la instalación Mayo 1904-1992 (1992). Compartiendo espacio, la obra En Ruinas II (1993), es ya un cambio en su modo de pintar. De la línea pasa a utilizar pinceladas muy cortas, golpes de pincel. Con esta nueva pincelada, que crea una sensación de relieve, se pueden apreciar algunas de las obras más elocuentes. Son las que albergan la sala sexta donde se encuentra Insomnios (2002-2003), cuatro obras de gran formato, de hasta 8 metros, que destacan por su longitudinalidad y semejanza con las tapias cubiertas de vegetación, donde se conjuga el blanco y negro con matices rojos y negros. La propia Sevilla explica que ella tiene insomnio, pero que en lugar de querer reflejar lo que pasa por su cabeza en esas largas noches quería “trabajar con la oscuridad, el sueño, el duermevela y la luz, resaltando la paradoja de que, muchas veces, de noche todo se ve más claro”. Aquí, aunque cambia la pincelada, sigue trabajando sobre la repetición y la trama, generando luz, espacio y ambiente.
Pero si hay una serie que destaca, además, por su espíritu reivindicativo, es Secaderos donde incursiona en la escultura con una reproducción de los secaderos de tabaco de la Vega de Granada que, como explica, muchos de ellos se están perdiendo y no hay ningún plan de recuperación. Del mismo modo, se puede ver un repertorio de obras que componen las series Nuevas Lejanías (2016) y Luces de Invierno (2018). En esta disposición de piezas en el espacio la artista reflexiona sobre su propia vida, sobre su llegada a lo que llama un “invierno personal”, sin hacer concesiones a la melancolía y la nostalgia. De hecho, reconoce que “la última etapa de la vida puede ser tan hermosa como las anteriores”. A nivel artístico esto se refleja con la hipnótica y relajante belleza que recorre la obra De seda azul medianoche (2018), que es una de las últimas de un recorrido que va dejando paso a la imperfección, un fallo consciente que traza con su propio cuerpo. Ondulaciones y excesos de tinta en los que también se aprecia la degradación del color.
Lo interesante de esta propuesta expositiva y que desgrana la cuestión de que la artista lleva haciendo el mismo cuadro toda la vida, es cómo está planteada esta muestra. Lo aclara Isabel Tejeda. “La última sala desemboca en la primera, comunicando el principio con el final, en alusión al mismo cuadro que la propia Soledad Sevilla dice que siempre está pintando. De esta forma, se ve la implicación de todas sus constantes de maneras muy distintas. Porque Soledad Sevilla es una artista muy libre, con esa libertad de cambiar el rumbo sin traicionarse que es una característica de su trabajo”, asegura la comisaria.
No obstante, esta exploración por la trayectoria de Soledad Sevilla no concluye en la sala décima. Entre los edificios de Sabatini y Nouvel se puede ver la instalación Donde estaba la línea creada específicamente para esta exposición. En ella, y a través de 160 hilos paralelos de algodón, la artista organiza una trama traslúcida en la que juega con la luz que entra por las ventanas y la arquitectura de la sala. De este modo, surge un nuevo espacio. Un nuevo espacio rítmico en el que introduce una trama que es una variación de una propuesta que vibra con la delicadeza que la caracteriza.
DATOS DE INTERÉS DE LA EXPOSICIÓN
Título: Soledad Sevilla. Ritmos, tramas, variablesArtista: Soledad Sevilla
Comisariado: Isabel Tejeda
Organización: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Lugar: Edificio Nouvel 1ª Planta del Museo Reina Sofía (Madrid)
Fechas: hasta el 10 de marzo de 2025
Horarios y tarifas: consultar