Rosana G. Alonso
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En ‘Y llovieron pájaros’ Louise Archambault sobrevuela la idea de que nunca es demasiado tarde para decidir cómo vivir la propia vida

Y llovieron pájaros | StyleFeelFree
Imagen de Y llovieron pájaros | StyleFeelFree

Con otra película pendiente de estreno en España, Merci pour tout, Louise Archambault aterriza ahora en las salas con Y llovieron pájaros, tras la afable y sensible historia de amor entre dos jóvenes con ciertas discapacidades, que reflejó en Gabrielle. El reto que asume con este nuevo proyecto es el de abarcar la obra homónima de Jocelyne Saucier de la que parte, tratando de condensar e iluminar todos los ángulos de una novela, de por sí, bastante compleja en el desarrollo de la trama. En una cinta que tiene la tentativa de manifestar muchos aspectos, la cineasta entrelaza unas ideas a otras, teniendo que hacer malabares para atar cabos. A pesar de la dificultad, a medida que el filme llega a su desenlace, se abren claros de lucidez que hacen más resolutivo el relato.

El recurso que mejor sabe emplear Archambault vuelve a ser, como en Gabrielle, el de acercar al espectador a la sexualidad y los vínculos amorosos desde una perspectiva que contempla los márgenes de lo cinematográfico —el contacto íntimo entre personas de edad avanzada no deja de ser todavía un tema bastante tabú en nuestras sociedades—. De hecho, vuelve a sacar partido del vínculo amoroso que aquí, forman una pareja de octogenarios. Aunque en este caso, están rodeados de otros personajes que también demandan cierta atención, quedándose finalmente en los marcos de la historia, como ocurre con los roles que interpretan Eve Landry y Éric Robidoux que ceden el paso a la generación más anciana.

Son Charlie [Gilbert Sicotte] y Gertrude [Andrée Lachapelle] los que acaparan todo el interés, encendiendo la trama con un tierno amor, cargado de sensualidad. Lachapelle, que falleció el otoño pasado, se muestra en toda su plenitud, como una mujer valiente que experimenta el amor por primera vez. Su personaje ha llevado una vida recluida en un hospital psiquiátrico, sufriendo las consecuencias de vivir en una sociedad machista que la percibe como una amenaza, por no adaptarse a las reglas impuestas para las mujeres. Por eso, cuando tiene la posibilidad de vivir en libertad, su personalidad florece y desata todos sus sentimientos reprimidos. Es su último acto de rebeldía y Archambault lo entiende perfectamente, evitando cualquier señal de condescendencia.

Y llovieron pájaros, es un filme que en última instancia, y aunque hasta las últimas escenas no acaba de despegar, resulta muy locuaz y sugerente adoptando temas como el envejecimiento y el libre albedrío. Por encima de estas ideas sobrevuela la certeza de que nunca es demasiado tarde para empezar. En realidad, es la única señal de que seguimos vivos. Sabernos capaces de empezar, de recomenzar, de seguir adelante con la convicción de que algún día podremos alcanzar nuestras metas personales, sean de cualquier índole, para morir en paz. A veces únicamente postergadas porque la sociedad no está a la altura de nuestras aspiraciones legítimas, que implican básicamente amar a quien queramos cuando llegue la ocasión; trabajar y vivir según sea nuestra voluntad de hacerlo de una u otra forma. Este es un mensaje que la canadiense abandera con la voluntad de saberse poseedora de una verdad tan valiosa como elemental.
 

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