Rosana G. Alonso
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Además de reconocer el valor artístico de Jeanne Tripier, la exposición ‘Creación y delirio’ que tiene lugar en la Casa Encendida nos impulsa a cuestionar el estatus del arte

Jeanne Tripier | La Casa Encendida
Obra de Jeanne Tripier en La Casa Encendida | Foto: © StyleFeelFree

Ya lo planteó Duchamp cuando quiso legitimar un urinario (Fuente, 1917) como una pieza artística firmada por un desconocido R.Mutt. El intento se frustró a la primera. De sobra conocido es que ello no impidió que hoy sea considerada una de las obras clave del arte moderno, al desacralizar el arte y transferirlo al terreno fértil y dúctil de las ideas que invita a cuestionar lo que vemos desde distintos ángulos. Perspectivas que envuelven no solo al objeto en sí, sino a sus condicionantes. Motivo por el que el artista francés es, todavía actualmente, uno de los más recurrentes al cimentar el arte contemporáneo en una partida de ajedrez entre las vanguardias del siglo XX y el posmodernismo.

Volviendo al experimento duchampiano, este pretendía demostrar que cualquier objeto ordinario podía dejar de serlo si se colocaba en un contexto propicio. Sin embargo, en la realidad precisaba de una puntualización que exigía unos puntos suspensivos que invitan a ampliar la proposición. Cualquier objeto ordinario podía dejar de serlo si se colocaba en un contexto propicio, siempre y cuando la persona que colocase dicho objeto tuviese potestad para hacerlo y/o potestad para articular un discurso que lo resituase.

El propio estatus del arte, limitado por sus restricciones intrínsecas que ya observaba un Duchamp más nihilista que dadaista al plantear la sintasix del ready-made Fuente (Fountain), impide que los creadores al margen de los sistemas sean reconocidos, salvo que así mismo, alguien subscrito al sistema del arte, los resitúe. Así sucedió con Jeanne Tripier (1869-1944. Francia) y otros artistas marginales que rescataría Dubuffet de un olvido seguro, al poner en marcha la maquinaria de Le Foyer de l’Art Brut (Sociedad del Arte en Bruto, 1947), un organismo constituido para aglutinar obras, según él mismo recogió “marcadas con un rasgo personal muy acusado y creadas al margen de cualquier influencia de las artes tradicionales y que al mismo tiempo recurren a las capas más recónditas del ser humano, ofreciendo de ellas el ardiente lenguaje” alegaciones que expuso en Prospectus et tous ecrits suivants de Editions Gallimard.

Ahora las obras de Jeanne Tripier están al alcance de numerosos públicos por mediación de la Collection de l’Art Brut de Lausanne en Suiza. Ello invita, de manera indiscutible, a apreciar el valor de sus creaciones dentro del art brut donde destacó al hacer fehaciente los principios en los que se sustentó dicho movimiento artístico. Pero de modo más significativo invita a volver a replantear las bases mismas del arte, revolviendo sus arcaicos fundamentos, aún hoy inmóviles, en una sociedad poscapitalista o hipercapitalista, según se mire, que precisa de un número ingente de artistas y eruditos curriculares acreditados por un sistema viciado en sus bases.

Para subvertir este orden es crucial el papel de los gestores del arte contemporáneo que si bien tienen sus propios límites, también tienen autoridad para legitimar a otros agentes que tracen itinerarios al margen de dicotomías, modas y/o discursos, además de conceptos delimitados no por sus propias reticencias, sino por sus conceptualizaciones adquiridas en una actualidad de paradigmas políticos fraccionados. En este sentido La Casa Encendida lleva una década en una línea de investigación que busca en palabras de la directora de este centro de arte, Lucía Casani, “destacar o dar a conocer a artistas denominados marginales que consideramos han tenido una gran influencia o creemos importante que nuestro público conozca”. Prueba de ello es la exposición que nos ocupa, Creación y delirio, centrada precisamente en la artista francesa Jeanne Tripier, punto a partir del cual se puede partir para reflexionar sobre el papel del arte, del artista y sus entornos.
 

Jeanne Tripier | La Casa Encendida

Obra de Jeanne Tripier en La Casa Encendida | Foto: © StyleFeelFree

 
Jeanne Tripier, conducto entre lo visible y lo invisible

Planteada en tres bloques, la exposición Creación y delirio en la Casa Encendida recoge tanto los escritos, como los dibujos, como los asombrosos tejidos y bordados de la artista Jeanne Tripier. Una selección de trabajos que realizó entre 1935 y 1939 durante su estancia en el hospital psiquiátrico parisino de La Maison Blanche. Allí estuvo confinada sus últimos años de vida porque parece ser, sufría una psicosis crónica que lejos de convertirla en un sujeto disfuncional, la sitúa, a día de hoy, como una artista de umbrales que transfiere lo meramente estético, para entrar en otros campos como los que corresponden a la psicología, la parapsicología, la neurología, la sociología o la semiótica.

En adelante Jeanne Tripier llegó a considerarse una mera reproductora de las voces que oía en su interior y que le dictaban mensajes que tienen gran calado en sus escritos que se pueden ver en la primera parte de esta exposición que nos ocupa. Carentes de corrección alguna, los textos de Tripier son palabras que transcribe en sus comunicaciones con poderes divinos. A menudo se trata de la voz de Juana de Arco con quien se identificará sobremanera. Llenos de datos, en ocasiones son varios los interlocutores los que toman la palabra a través de la mano de Tripier. La artista actúa así de conducto entre lo visible y lo invisible que reivindica la necesidad del arte de dar luz a lo inaccesible y que nos lleva nuevamente a Dubuffet que pensaba erróneo considerar la locura como un valor negativo. “Creo que se trata de un valor positivo, muy fecundo, muy útil, muy precioso”, apuntó. “Su aportación no me parece en absoluto insana sino por el contrario, vivificante y deseable” aclaró el padre del art brut, refiriéndose precisamente a la locura. De hecho, la consideraba un bien poco común. “Mi impresión es que la locura no reina excesivamente en nuestros mundos, sino que por el contrario falta demasiado”. Como explicación también especificó que “es preciso observar que ese sentimiento peyorativo que se tiene de la locura es un hecho peculiar de nuestra civilización y no corresponde a un sentimiento universal”. Lo cual no significaba que considerase que de por sí tener una psicopatología fuese suficiente para que alguien fuese artista, lo que pone de manifiesto el hallazgo que supuso recuperar el trabajo de artistas como Jeanne Tripier. «El hecho de un verdadero artista es casi tan raro entre los locos como entre las personas normales; sin embargo se da con un poco más de frecuencia», esclareció al respecto. Y continuó, «al arte le corresponde movilizar nuestras voces interiores que no se ejercen habitualmente o que se ejercen de un modo sordo y ahogado. Le incumbe sustituir nuevos ojos a nuestros ojos habituales, romper todo lo acostumbrado, reventar todas las cortezas de lo habitual, hacer estallar justamente el cascarón del hombre social y culto, y destapar los pasos por los que pueden expresarse sus voces interiores de hombre salvaje (…) Esta operación es precisamente lo difícil y raro en la creación artística. Todas las adquisiciones de la educación y de lo social modifican al individuo, sustituyendo poco a poco su verdadera naturaleza con una especie de naturaleza prestada que se le vuelve habitual y de la que ya no consigue deshacerse”, concluyó para volver a ensalzar la locura que permite “romper esos frenos” que concretamente en Tripier la llevaron a buscar respuestas al otro lado de la realidad material y palpable.

Jeanne Tripier se veía a sí misma como médium y esto es determinante en toda la producción que se conserva de ella. Sabido es que antes de ser internada había frecuentado círculos espiritistas, que estuvieron de moda desde la segunda mitad del siglo XIX hasta los años treinta del siglo XX. Esto se puede observar si nos fijamos en que hubo otras artistas que recurrieron a sesiones mediúmnicas. La comisaria de esta muestra Aurora Herrera Gómez, reconoce recordando esta influencia, la labor de artistas como Hilma af Klint, Emma Kunz o Josefa Tolrá. Esta última, según aprecio, muy en sintonía con la obra de la artista inglesa Madge Gill, que guarda muchas similitudes con Jeanne Tripier ya que ambas trabajaron con medios muy rudimentarios, en condiciones poco propicias y poseídas por espíritus que guiarían toda su labor artística.

La época en la que se desarrolló Jeanne Tripier fue un tiempo en el que, no obstante, la atracción por lo sobrenatural evolucionó muy rápido, encontrando serios detractores como Harry Houdini, que cruzando el Atlántico, llegó a convertirse en un fenómeno de masas que urgió en la voz de lo racional y científico, enfrentándolo a lo inexplicable. Razón por la que en 1934, cuando Tripier fue recluida, este sentir mágico ya había perdido todo el crédito que le otorgaron los surrealistas. Recordemos, en este sentido, que la Segunda Guerra Mundial estaba a la vuelta de la esquina. Tripier moriría poco antes de que acabase, dejando tras de sí una obra que es de las más significativas del grueso de la colección de art brut que Dubuffet acumularía. Significativa por muchas razones, pero llama especialmente la atención como en ella se fragua la luz y la oscuridad en un careo en el que Tripier se alza como mediadora para el entendimiento entre opuestos. Algo muy apreciable en sus denominados clichés, dibujos de atmósferas que representan su creación más opaca y absorbente, en contraste con sus bordados y tejidos que según manifiesta Aurora Herrera vienen a ser como talismanes o medallones astrológicos que Jeanne Tripier bordaba como si tratase de ahuyentar un futuro que preveía desolador. Posiblemente aunque el delirio pueda ser una mentira, sea la mejor forma de contar una verdad siempre subjetiva y escondida en lo recóndito de nuestro interior, que lucha por resplandecer como un relámpago en la tormenta.
 

Jeanne Tripier | La Casa Encendida

Obra de Jeanne Tripier en La Casa Encendida | Foto: © StyleFeelFree

Creación y delirio | La Casa Encendida

Obra de Jeanne Tripier en La Casa Encendida | Foto: © StyleFeelFree

DATOS DE INTERÉS
Título: Creación y delirio, de Jeanne Tripier
Artista: Jeanne Tripier
Comisariado: Aurora Herrera
Lugar: La Casa Encendida (salas D y E)
Fechas: del 10 de octubre de 2017 al 5 de enero de 2019
Precio [entrada a exposición]: acceso libre