Rodin | Sin convicciones 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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Lejos de ser una película que explique la relación del escultor francés Auguste Rodin con el arte que envuelve la vida, ‘Rodin’, de Jacques Doillon, es monótona y poco elocuente

Si por algo reconocemos la obra escultórica de Auguste Rodin es por la capacidad que tuvo de otorgarle emoción y viveza dotándola de humanidad y siendo, por ello, una influencia directa o indirecta en muchos artistas contemporáneos como Berlinde de Bruyckere, Georg Baselitz o salvando todas las diferencias que marca el tiempo y su ritmo, Janet Cardiff y George Bures, pareja de artistas que ocuparon, hace pocos años, por disposición del Museo Reina Sofía, el Palacio de Cristal del parque del Retiro con una de sus instalaciones. Pionero de la modernidad por su facultad intuitiva de liberar la forma penetrando en la superficie, la figura de Rodin, sin embargo, es tan recordada por su modo de trabajar y sus ejecuciones con materiales nobles, que cambiaron el enfoque escultórico de la época, como por sus relaciones con las mujeres. De estas, las más destacadas son las que mantuvo con Camile Claudel, también escultura y colaboradora en su taller, y Rose Beuret, compañera de vida, con quien tuvo un hijo. Ambas están reflejadas en la película Rodin, dirigida por Jacques Doillon, y que está centrada en 1880, año en el que el Estado francés le encargó una de sus obras más admirables, el colosal grupo escultórico que compone La puerta del infierno, con figuras inspiradas, mayormente, por La Divina comedia de Dante Alighieri.

Rodin, la película, busca captar al artista inspirado y apasionado. No obstante aunque Vincent Lindon logra caracterizarle bien, la mano del realizador francés no consigue moldear la estructura como un todo y Auguste Rodin acaba convirtiéndose en horma que tampoco se ajusta a los requerimientos de sus personajes femeninos. Especialmente la caracterización de Camille Claudel, interpretada por Izïa Higelin, no tiene suficiente profundidad, pasando además de la frivolidad menos atrayente a un estadio en el que busca su propio camino, volviéndose demandante y exigente, en una transformación en la que no se aprecia ninguna evolución, cuando podría ser un una excelente co-protagonista que sostuviese la narración. Nada fluye, Rodin resulta, de principio a fin, demasiado monótona. Y aunque el tema central es la ejecución de la obra en sí, este aspecto no es suficientemente fuerte aquí como para captar la atención del espectador. El resto de acontecimientos y sus modos se moldean una y otra vez como arcilla que quiere ser escultura, pero no encuentra el carácter propio que le otorga el creador. Esperemos que el tema, la relación de Rodin con la escultura que envuelve la vida, lo retome otro cineasta capaz de infiltrarse en la apariencia para hacernos sentir la magia del arte recreándose en la vida, o viceversa. La artista Camille Claudel, ya representada en el cine en alguna ocasión, como las interpretaciones que realizaron Juliette Binoche e Isabelle Adjani, también alcanzaría a ser una buena oportunidad para escarbar en la traición y ensañamiento de la historia con las mujeres.
 

Tráiler de Rodin | StyleFeelFree Youtube