Rosana G. Alonso
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Ante la paradoja, el certamen Cine por Mujeres 2018 que acaba de clausurar, lo tiene claro. Sin embargo, sigue siendo necesario que el cine por mujeres tenga presente su contribución social para la transformación

Grace Jones: Bloodlight and Bami | Festival Cine por Mujeres 2018 | StyleFeelFree
Fotograma del documental Grace Jones: Bloodlight and Bami | Festival Cine por Mujeres 2018 | StyleFeelFree

Con su cierre hoy el festival de Cine por Mujeres 2018 que comienza su andadura tiene un largo camino por delante. Todavía quedan muchos escollos por superar en las artes en general y en lo audiovisual o cinematográfico en particular, para que las mujeres contribuyan a fomentar una sociedad más equitativa, empezando por ellas mismas. Dado a conocer el fallo del jurado formado por María Rubin, Tomás Cimadevilla y Debra Zimmerman, que de las ocho películas que hemos visto esta semana en la sección oficial, ha decidido premiar a la película de animación The Breadwinner (El pan de la guerra), me parece oportuno que se haya optado por contribuir a esa transformación que empieza por desbancar al estereotipo de género, aunque en este caso, quizás favoreciendo otros estereotipos a los que muchas veces tiende la animación al simplificarlo todo en una escala que aspira a desarrollarse entre luces y sombras, evitando las explicaciones al margen. No obstante sorprende que una película como The Breadwinner, no especialmente original en la resolución de su imaginería y argumentario, pero muy eficiente en los recursos que potencian precisamente el argumento y sus efectos visuales para llegar a todos los públicos, todavía no se hubiese estrenado en las salas españolas cuando en la pasada edición de los Oscar estuvo nominada a mejor película de animación junto con otras como Coco o Loving Vincent que sí se estrenaron. En este sentido, y viendo lo concurrida que estaba la sala del Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes, entiendo la decisión del jurado.

Concluida esta primera edición que cierra hoy con Verano 1993, la última película que se proyectará del Panorama de directoras iberoamericanas en la sala Berlanga, me quedo con la sensación de que a pesar de que se ha optado para esta primera convocatoria por ser inclusivos en todos los sentidos incluyendo en la sección películas de diversa índole, una decisión que ha elogiado el jurado, pienso en cambio que el festival no debería perder el rumbo. Si la intención además es seguir exhibiendo un número tan pequeño como 8 películas, no se debería dejar pasar la oportunidad de fortalecer un cine hecho por mujeres y de mujeres, realizado con la conciencia de aportar una mirada nueva al panorama cinematográfico predominantemente masculino, que incluya una forma de ver el mundo desde la conciencia de desigualdad, que es la que justifica este tipo de certámenes hasta que, esperemos, algún día dejen de ser necesarios porque se hayan cumplido unos objetivos sociales que acaben con los problemas derivados de la diversidad de género.

Por este canal llevo algún tiempo incidiendo en esto. Más que un cine realizado por mujeres (que obviamente es necesario para acabar con la brecha profesional), lo que necesitamos es un cine con perspectiva de género que enfatice el “de” sin complejos. Un cine de mujeres es un cine que acepta que existen desproporciones que hay que erradicar con las mismas herramientas con las que se forjaron. Es justo reconocer que el cine ha contribuido a fomentar una imagen de la mujer equivocada, sesgada o simplemente, soñada, e incluso malintencionada. Por otra parte, es una obviedad que una mujer cineasta tiene las mismas capacidades que un hombre para acometer cualquier género o temática, y emprender los retos (sean técnicos, narrativos o puramente estilísticos) que surjan de cualquier índole. Incidir en ello para demostrar que puede hacer cualquier cosa, es como querer aceptar el estereotipo que veta a la mujer precisamente a hacer. Por eso el “de” es importante (lo cual no significa que tendría que estar en primer plano, sino que debe ser considerado en cuenta) para acabar con la desigualdad desde una base que no puede ser meramente porcentual. Una película con marcados estereotipos, es una película que hace peligrar la ansiada igualdad, sea dirigida por una mujer o por un hombre. Empezar por aquí sería conveniente para no desperdiciar la oportunidad que brinda un certamen de estas características. Ello no va en menoscabo de la programación que hemos visto este año en el festival de Cine por Mujeres 2018, si bien considero que sería conveniente perfilar un poco más no tanto los públicos o los géneros, como su ideario. Algo que el comité de programación formado por Elena Manrique y Curra Ortiz de Solórzano parece haber tenido en cuenta muy especialmente al incluir El futuro que viene de la argentina Constanza Novick, una de las películas más interesantes en este sentido, que no desfallece tampoco en su ejecución, resultando ser, a pesar de su sencillez, una cinta fresca y divertida que enfoca la solidaridad entre mujeres, muy bien interpretada por Dolores Fonzi y Pilar Gamboa, alejando el estereotipo de una rivalidad de cuño cinematográfico.
 

El futuro que viene | Festival Cine por Mujeres 2018 | StyleFeelFree
Fotograma de El futuro que viene de Constanza Novick | Festival Cine por Mujeres 2018 | StyleFeelFree

En cambio y aunque hay cierta perspectiva de género en Euphoria de la sueca Lisa Langseth con gran tirón de audiencia al contar en el reparto con un trío ganador formado por Alicia Vikander, Eva Green y Charlotte Rampling, no resultó ser tan coherente, siendo más interesante la idea del guion al plantear un necesario debate acerca de la eutanasia que su desenvolvimiento, frustrado en su magnanimidad. Mejor hilvanada está Darling de Birgitter Staermose o The Breadwinner, dos ejercicios interesantes en la lucha contra el estereotipo, aunque esta última, ganadora finalmente del certamen Cine por Mujeres 2018, como comentaba, retrae las posibilidades de lo audiovisual.

Alejadas de estas sintaxis propiamente moduladas para su implicación en lo social, las películas Western y Tower. A Bright Day resultan quizás más apropiadas para otro tipo de festivales por mucho que su iconicidad y gusto por la delectación formal sea, en algunos casos, primorosa. Entiendo sobremanera la tentación de incluir Western de Valeska Grisebach, una cinta brillante que plantea una mirada radical a un realismo que se fortalece en su naturalización, optando por elocuentes prácticas formales que rompen con los géneros cinematográficos, pero no acabo de ubicarla en un certamen que hable en femenino para acabar con la discriminación. No tanto la inclusión de Tower. A Bright Day donde la dinámica entre las dos mujeres no deja de ser una perspectiva de la que se ha abusado, mientras que su destreza técnica parece hechizada por los parámetros de dogma 95, un movimiento al que no le saca ninguna ventaja que no esté ya suficientemente explorada, dejando la sensación de que lo atmosférico, excelentemente trabajado en lo sonoro, sobrevive a expensas de la historia.

Ya para cerrar este análisis del primer festival de Cine por Mujeres 2018, me queda por discurrir sobre los documentales elegidos por el jurado para esta primera edición. Muy buena decisión ya que ambos están asentados en dos grandes iconos femeninos, muy vinculados a la moda, territorio desubicado que es preciso poner donde le corresponde como otro gran transformador social. Precisamente Vivienne Westwood es diseñadora y Grace Jones trabajó como modelo, siendo un rostro clave para entender el éxito de Studio 54 a finales de los setenta o la grandilocuente década de los ochenta con sus incursiones no solo en la moda, sino también como intérprete y compositora musical o actriz. Aunque los dos documentales tenían la oportunidad de escarbar y enfocar tan atractivas figuras femeninas, la impresión que tengo es que Lorna Tucker desperdició su oportunidad con el documental Vivienne Westwood, Westwood: Punk, Icon, Activist. La otra cara de la moneda es Grace Jones: Bloodlight and Bami, el documental firmado por Sophie Fiennes, que ilumina la trayectoria de la jamaicana Grace Jones, curiosamente sin necesidad de hurgar en el archivo que favorece el contexto, sino entrando y saliendo de sus explosivas actuaciones musicales performáticas que no convierten tampoco la película en un documental de conciertos. Fiennes descubre aquí que se puede iluminar a una artista con un simple esbozo de lo que fue y acercándose a lo que es para centrarse en temas tan universales como la vida, la muerte y el amor que revelan acertadamente quienes somos. En este caso, Grace Jones, una mujer que más allá de la máscara la descubrimos inteligente y asombrosamente carismática. Una suerte de documental que vuelve a poner en escena, en pleno siglo XXI, a una de las mujeres más fascinantes del siglo XX. Visionaria de la evolución de los géneros.