Sin amor (Loveless) | Virtuosismo del fracaso emocional 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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Andrey Zvyagintsev aborda en ‘Sin amor (Loveless)’ temáticas no especialmente originales pero que le sirven para indagar en la condición humana en la posmodernidad

En 1973 Ingmar Bergman filmó la miniserie Secretos de un matrimonio, y con ella se destaparon muchos conflictos de las relaciones conyugales, que ni siquiera el divorcio es capaz de atajar. Recientemente el tema también fue planteado por Helena Třeštíková en La historia de un matrimonio, un documental que sigue los 35 años del vínculo de una pareja y que recientemente hemos tenido ocasión de ver en DocumentaMadrid. Más popular es la película de ficción Blue Valentine de Derek Cianfrance, estrenada en España hace alrededor de 5 años. Una cinta que entró de lleno en estas vorágines del compromiso entre dos personas, dejando abiertas las heridas de relaciones que se convierten en tóxicas casi de forma inexplicable, por una condición humana siempre llena de paradojas y contrastes en sociedades posmodernas que tienden a volvernos líquidos, volátiles, inconstantes en los afectos, o ansiosos por construir relaciones para esquivar otras realidades más imperiosas que pasan por buscar respuestas en uno mismo.

El tema en sí que aborda también Sin amor (Loveless) de Andrey Zvyagintsev no es que sea tan fresco como el que trazó en sus anteriores proyectos, si bien el cine pocas veces ha entrado en estas dinámicas con la profundidad que ataja el ruso y los títulos mencionados. Tampoco lo hace original la idea del hijo de la pareja, motivo de discusiones, que desaparece. Un elemento muy recurrente para generar tensión, buscando un suspense que en cambio aquí, sí modifica sustancialmente la trama porque sirve para explicar las motivaciones de estos inconscientes monstruos adultos que no ven más allá de su bienestar, en un mundo contemporáneo de ambiciones personales que buscan generalmente la propia satisfacción inmediata sin mirar alrededor.

Zvyagintsev vuelve nuevamente a proponer personajes asombrosos. Especialmente los femeninos, que no se quedan postrados en la complacencia o en una heroicidad de nuevo cuño. Si en Elena veíamos a una superviviente capaz de cualquier mezquindad, en Sin amor nos presenta a su antítesis, la otra cara de la moneda, un personaje interpretado por Maryana Spivak que en su evolución se descubre el mayor acierto de una película que entra de lleno en las complejidades de un ser humano en un mundo actual saturado de belleza y de deseos latentes. Como la propia película. Exhausta de una fotografía fría y exultante característica en el hacer de Mikahail Krichman en los anteriores proyectos con Andrey Zvyagintsev (Leviatán y El regreso) que se deleita en un virtuosismo que por momentos se vuelve excesivo, como si barriese para debajo de la alfombra la falta de amor que anuncia el título. Una carencia que explica acertadamente cómo somos y qué buscamos. Sin amor indaga en esto, con el compromiso de buscar respuestas que quedan suspendidas en el aire. Un aire desprovisto de afecto que anuncia la tragedia, condenada a repetirse. De generación a generación. De padres a hijos. Sin amor no necesita un argumento nuevo para averiguar por qué seguimos estando insatisfechos en un mundo impoluto que esconde sus miserias.
 

Tráiler de Sin amor (Loveless) | StyleFeelFree Youtube