Rosana G. Alonso
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El arte contemporáneo motivado por lo real y desenvuelto en un desesperanzado neoliberalismo, deja una huella visible en la colección del Museo Reina Sofía como puede verse a través de la muestra ‘Ficciones y territorios. Arte para pensar la nueva razón del mundo’

La historia es más importante que quién la cuenta y desde dónde. O eso parece. El qué, prevalece también sobre el quién, sin importar demasiado el lugar, sino la experiencia colectiva de realidades globales que se entienden explicadas desde lo local. Un local que visto desde un sistema general y mundial, entendido como neoliberal, si no fuese por las manifestaciones artísticas que lo visibilizan, permanecería invisible en una nube que solo puede entenderse como concepto si se conciben las partículas que componen su masa.

Difícil tesitura la del arte en tiempos actuales. Compleja y meticulosa su razón de ser, si el artista pretende que esas partes necesarias para aclarar lo que Christian Laval y Pierre Dadot denominan como la nueva razón del mundo,  sean objeto de atención por espectadores apresurados, cuando la oferta artística es tan amplia y no siempre tan difícilmente digerible como la presentada en la última muestra del Museo Reina Sofía, Ficciones y territorios. Arte para pensar la nueva razón del mundo.  Una exposición que mostrando una selección de las últimas adquisiciones del museo, trata precisamente de sacudir a ese observador todavía demasiado acostumbrado al arte que golpea desde una primera mirada, tal vez porque como aprecia Manuel Borja Villel —director del Museo Reina Sofía— en su artículo Lo contemporáneo: instrucciones de uso,  publicado en El País,  y en el que apunta pistas sobre el arte contemporáneo que explica además la lógica de este itinerario, los mercados se han dado cuenta de la existencia de “un público global deseoso de consumir experiencias”. Digamos, más comestibles o sensoriales, menos meditativas que esta que nos ocupa, o que permitan una comprensión de rápido alcance.

Pensar, dedicarle tiempo al pensar para participar como espectadores de esa razón del mundo abierta y solo comprensible en los resquicios fracturados, en las profundidades de pequeños relatos que visibilizan lo invisible por los discursos mercantiles, implica disponer de tiempo en sociedades tan mercadeadas, que la administración de ese tiempo acotado, se anticipa necesaria. Ello supone que en la contemplación, mediada por el mismo sistema, también hay un sesgo político anticipado por la realidad que se nos presenta bajo la armadura de un neoliberalismo tentacular al que solo podemos burlar, precisamente, oponiéndonos a sus preceptos intrínsecos, que operan ya desde la costumbre. Una oposición que conlleva desconectar del tiempo para sumirnos en la realidad-nuestra que es también la realidad-otra, a través de la cual podemos explorar en esas grietas que contempladas a simple vista, y con celeridad, no son apreciables. Y que en cambio, nos descubren la puerta que conecta con otros mundos ajenos a esa gran estructura, en la que nos sentimos aprisionados cuando somos conscientes de su existencia. Como Borja-Villel reivindica en el anteriormente mencionado artículo, “es imperativo que aprendamos a trabajar en la negatividad de los intersticios, en la anomalía de lo que el sistema no reconoce”. Y ese trabajo lleva consigo una dedicación, un tiempo que se escurre. El tiempo. Al que hay que robarle tiempo. Como para ver, escuchar y pensar las obras que componen estas Ficciones y territorios,  algunas de las cuales necesitan más de tres horas de observancia como la sagaz propuesta audiovisual De nes  (De niños, 2003) de Joaquim Jorda, un retrato que desvela la intrigante Barcelona posolímpica de los noventa, recurriendo al que finalmente se desestimó como un caso de pederastia en el Raval, y en el que se saltaron todos los códigos deontológicos, como documentó muy bien Arcadi Espada en Raval: del amor a los niños.

Si bien no todas las piezas son tan extensas como la propuesta por Jorda, muchas de ellas son en formato vídeo. El dispositivo en cambio no es tan importante como el mensaje que componen los aproximadamente 50 artistas internacionales que en conjunto, nos incitan a pensar convenientemente en aquello que no interesa, lo que está casi siempre al margen y que en cambio dilucida lo que está al alcance de nuestros deseos. Hay en estas propuestas una evidente reivindicación de un real subterráneo que obra en la representación, y en contraposición a lo idílico. Lo idílico, no obstante, ya no explica un siglo XXI que ha transformado los museos en campos de batalla como anticipa Hito Steyerl en su obra Is the Museum a Battlefield?  ¿En qué sentido aquí? Veámoslo.

El arte en estado de excepción

En circunstancias como las actuales en que el neoliberalismo ha traído pareja una crisis del Estado-nación, por la imperiosidad de la expansión multinacional, los artistas ya solo pueden operar siendo conscientes de su papel en la historia. Aunque estén consensuados por los sistemas del arte, sigue siendo necesario que sus trabajos pongan en una difícil tesitura al mismo sistema que los alimenta, porque tienen que compensar con sus planteamientos, una descompensación social y económica que solo puede alterarse desde las conciencias individuales avivadas y proyectadas a un mismo fin común. Esto porque han dejado de deberse a una élite, y en cambio, en su mano está que la amplitud de sus públicos, sean conscientes de que si el arte opera en estado de excepción, es porque el mundo está en un estado de excepción que exige medidas específicas, orientadas a la reordenación de un caos perfectamente ordenado.

Los artistas tienen que poner en una difícil tesitura al mismo sistema que los alimenta, porque deben compensar con sus planteamientos, las descompensaciones sociales y económicas en las que vivimos

Los 8 apartados [Globalización y territorio, Ficciones políticas, Territorios no gobernados, La ciudad “otra”, El trabajo y la plata, Poética de lo diverso, La modernidad fuera de tiempo y Vidas Imaginarias ] en que se fracciona la exposición Ficciones y territorios  cuestionan así este status quo incidiendo, como el título indica, en los territorios como espacios, bien sean físicos o identitarios. Este es el caso de los trabajos abordados por Inés Doujak, Maruch Sántiz Gómez, Renate Lorenz y Pauline Boudry o Alejandra Riera. En el otro orden de la territorialidad, están los espacios geográficos, generalmente demarcados en los extrarradios de las ciudades. Así maniobran Joaquim Jorda, Patrick Faigenbaum, Pedro G. Romero, Manolo Laguillo o Hans Haacke. Siguiendo este mismo proceder, pero a partir de una mirada que cuestiona el Estado español desde una posición de extranjería, resultan muy amenas las propuestas de Patricia Esquivias en Folckore y de Hans Haacke en Castillos en el aire,  proponiendo interesantes puntos de vista de lo que solo puede verse con amplitud externamente.

Por otra parte, la globalización no se escapa a nada. Una ojeada a los trabajos de Allan Sekula en The Lottery of the Sea  (La lotería del Mar)  que analiza la regulación de la circulación en los mares; o de Zoe Leonard, desde una visión analógica que registra el tejido comercial e industrial textil de Nueva York, es suficiente para advertir de la existencia de un mundo que ha evolucionado a gran rapidez tomando como punto de partida el año 1993 en el que entraría en vigor el Tratado de la Unión Europea, hasta que en 2007 la crisis internacional nos pusiera en preaviso de que el propio sistema estaba colapsado. Incluso con estas evidencias desde lo artístico, cuando el registro propiamente documental no es suficiente, es preciso someter a este a una representación ficcionada, como hace Jorge Ribalta en Imperio,  una serie dedicada a la abdicación, retiro y muerte de Carlos V que resulta compleja si se observa desde la mediación, y en cambio muy elocuente sin necesidad de pautas que la ordenen.

En cuanto a los territorios no gobernados, el arranque aquí se detiene en lo que no se reconoce. En este punto, destaca el trabajo de Eric Baudelaire que gira, a través de una percepción no exenta de poesía, en torno a un territorio que se contempla devastado. Se trata de Abjasia, una antigua república soviética del Cáucaso, secesionada de Georgia tras una guerra civil a principio de los noventa, y que fue ignorada durante veinte años por la comunidad internacional.

Muy interesante también la sección El trabajo y la plata  que anticipa la presencia del textil, un medio poco valorado hasta hace poco en el arte, y que en Alice Creischer junto a Andreas Siekamann se utiliza como eje que estudia la crisis económica en Argentina de 2001, preámbulo a los movimientos sociales y levantamientos populares internacionales surgidos a posteriori. Como también resulta satisfactorio el cuestionamiento de los lenguajes de la arquitectura moderna en La modernidad fuera de tiempo , donde actúa la portuguesa Leonor Antunes, una de las artistas lusas más prominentes de su generación.

Finalmente en Vidas imaginarias  se aborda, nuevamente recurriendo a la ficción, lo que permaneciendo en los márgenes, queda fuera de plano, permitiendo así la posibilidad de una nueva lectura de las cosas. En este apartado sobresalen los trabajos de João María Gusmão & Pedro Paiva o de Moyra Davey que tras fotografiar las cartas publicadas por la escritora y feminista Mary Wollstonecraft (madre de Mary Shelley, autora de Frankenstein),  vuelve a ponerlas en circulamiento, lo que da una pista también de cómo es el mundo en el que estamos, y por ende, el del arte. Todo es susceptible de generar un nuevo ciclo de producción. Y con todo, me refiero a todo, incluso lo que ya no puede ser placentero y por supuesto, lo que se escapa a un idílico postergardo para tiempos más felices, o al menos, para tiempos más equitativos desde el punto de vista social.
 

Exposición Ficciones y territorios en el Museo Reina Sofía | StyleFeelFree

Obra: Brukman Workers 2004-2006 (Las trabajadoras de Brukman) de Alice Creischer y Andreas Siekamann | Foto: R.Xo para © StyleFeelFree

Exposición Ficciones y territorios en el Museo Reina Sofía | StyleFeelFree

Obra: Castles in The Sky, 2013 (Castillos en el aire) de Hans Haacke | Foto: R.Xo para © StyleFeelFree

Foto: © R.Xo para StyleFeelFree magazine

Obra: Mary, Marie, 2011 de Moyra Davey | Foto: R.Xo para © StyleFeelFree | Exposición: Ficciones y territorios

DATOS DE INTERÉS
Título: Ficciones y territorios. Arte para pensar la nueva razón del mundo
Artistas: varios (Allan Sekula, Zoe Leonard, Asier Mendizabal, Harun Farocki y Antje Ehmann, Mapa Teatro, Jorge Ribalta, Jon Mikel Euba, Peter Friedl, Ibon Aranberri, Antoni Muntadas, Eric Baudelaire, Amos Gitai, Federico Guzmán, Joaquim Jorda, Patrick Faigenbaum, María Ruido, Pedro G. Romero, Juan Ugalde, Manolo Laguillo, Hans Haacke, Patricia Esquivias, Taller Popular de Serigrafía, Alice Creischer y Andreas Siekmann, Inés Doujak, Renate Lorenz y Pauline Boudry, Itziar Ozariz, Maruch Sántiz Gómez, Alejandra Riera, Armando Andrade Tudela, Leonor Antunes, Dorit Margreiter, Adriá Juliá, Josiah McElheny, João Moreira Salles, Rebeca H.Quaytman, João Maria Gusmão & Pedro Paiva, Rodney Graham, Dominique Gonzalez-Foerster, Tacita Dean, Moyra Davey, Néstor San Miguel, Dora García, Koenraad Dedobbeleer, Maya Deren)
Comisariado: Manuel Borja-Villel, Cristina Cámara, Beatriz Herráez, Lola Hinojosa y Rosario Peiró
Lugar: Museo Reina Sofía (3ª planta)
Fechas: 25 de octubre de 2016 – 15 de marzo de 2017